TELMEX: del gran negocio a las supuestas pérdidas
A finales del año 1990 se concretó la venta de TELMEX al empresario Carlos Slim, hasta entonces una persona escasamente visible en los medios de comunicación. En la actualidad este hombre de negocios, a pesar de su edad, es un referente del éxito económico, más allá de los entramados que le llevaron a ser propietario, entre otras empresas, de la compañía que durante años ha controlado la telefonía mexicana. Circunstancia que, incluso, comporta considerar a TELMEX un monopolio nacional extendido, junto con la telefonía celular, a distintos países del continente americano.
El poseedor de una de las fortunas más grandes del planeta, y calculada en más de 100 mil millones de dólares, hizo hace pocas fechas una conferencia de prensa, de más de tres horas de duración, en la que abordó muchos aspectos de la situación actual del país, así como expresó su visión y relación con el primer mandatario, Andrés Manuel López Obrador. Entre esos asuntos tratados destacó que la empresa emblema de su imperio empresarial, TELMEX –sin olvidar a TELCEL-, presentaba desde hacía varios años pérdidas económicas.
La lógica del libre mercado y del adelgazamiento del Estado, mismos discursos y acciones que propiciaron la venta de Teléfonos de México, resulta que ahora se ha convertido en un agujero negro en un fastuoso emporio empresarial. El pasivo en personal y jubilados, así como no poder competir con la televisión de pago fueron parte de sus explicaciones para razonar sobre esas pérdidas acumuladas por TELMEX en el último decenio.
Otra cuestión destacada sobre esta situación fue que la lógica empresarial, con la que ha actuado el multimillonario Carlos Slim, no se aplicará en el caso de TELMEX puesto que negó su posible venta, y menos si ésta se producía a capital extranjero. Es decir, para Slim la empresa debía seguir siendo un negocio mexicano. Un discurso nacionalista que, como casi siempre, se utiliza para enmascarar otros aspectos que la ciudadanía se encarga de resaltar. Solo hay que pensar en la falta de compromiso con sus usuarios, quejosos siempre de sus malos servicios o de abusos en sus tarifas. Si a lo anterior se le añade el rezago mexicano a la hora de hacer efectiva la extensión de la banda ancha tal vez se podrían explicar, entre otras cuestiones, el desencanto y abandono de clientes en busca de soluciones para los requerimientos necesarios, aquellos propios del trabajo o de la vida cotidiana.
Durante años TELMEX ha monopolizado el mercado nacional; una realidad que se ha visto reflejada en la falta de compromiso y atención a los usuarios. Cuando se puede, porque no siempre es así, los clientes optan por otras empresas y ello no es una cuestión de compromiso nacional, sino de efectividad y buenos servicios. Envolverse en banderas, cualesquiera que sean ellas, no justifica nunca nada, y menos cuando se trata de jugar con los recursos y las condiciones exigidas por los clientes.
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