Siete libros de Jesús Morales Bermúdez, 3

Casa de citas/ 683

Siete libros de Jesús Morales Bermúdez

Héctor Cortés Mandujano

(Tres de cinco)

3. La espera

(1994)

 

Las tres novelas incluidas en este volumen (Obra literaria reunida) están narradas en primera persona y hablan directamente los personajes, sin participación de algún narrador extradiegético. Las dos primeras ocupan más de la mitad del volumen (394 páginas de las 692). La espera, novela breve, es una rareza en la producción de Jesús, porque habla una mujer (en Ceremonial… interviene en apenas algunas páginas la abuela) y es ladina, mestiza.

Su nombre es raro también, Dolor, y fue conchabada por un personaje que aparece en Memorial del tiempo, doña Lencha, y entregada sexualmente a otro personaje de aquella primera novela: don Noé. Dolor, de oficio partera, recuerda su vida, como lo hacen Diego y Carlos en las dos novelas anteriores. Ha tenido por lo menos dos maridos (Cristóbal, quien se suicidó, y Rodolfo), pero está enamorada, deslumbrada con la belleza de Diego (p. 403): “desde siempre te he amado –sentido de mi vida– y llegas pleno de juventud y yo en el umbral de la edad última”, que bien podría ser también el personaje central de Memorial del tiempo. Las tres novelas, pues, parecen tener corrientes subterráneas que las unen.

No hay idealización del mundo pueblerino. Pregunta Dolor (p. 412): “¿Cuánto hemos visto aquí? Estupro, latrocinio y robo; crimen, parricidio y suicidio; incesto, adulterio, homosexualidad, poligamia; despojo, vejación, explotación hasta lo indecible. ¿Cuál degradación hace falta?”.

Con Cristóbal, su primer marido, a quien amaba (tuvo cuatro hijos con él), tenía una vida distinta de ésta con Rodolfo, a quien no quiere. Es dueña de una tienda y toda la historia de muertes y abandonos, penurias, vejez y placer, revolturas de su vida, las platica a Diego, en quien encontró La Belleza (p. 425): “Desde la penumbra de la tienda fui cegada por tu esplendor, tan poderoso como el sol; a contraluz se suspendía tu figura atlética, morena, cálida”.

Rodolfo muestra un (p. 428) “empecinado maltrato hacia los indios”, a quienes Dolor aprecia. Uno de los mayores sufrimientos de Dolor es que su hija, a quien pensaba en Nuevo León, casada, lejana, haya en realidad sido muerta, junto con su marido, en una “enorme balacera” en el Diamante (balacera que también se narra en una novela anterior).

Rodolfo, su marido, no se compadece de su pérdida, al contrario (p. 431): “¿por qué su burla en los momentos de su pena, por qué esa gana de hacerme escarnio, mofa, como venganza de rencor concentrado?”.

Se sabe ya vieja, en espera de la muerte (p. 432): “he visto diluirse la promesa y cómo se desvanecen, para siempre, mis ansias ardientes de mujer”.

 

4. Las criaturas de Prometeo

(1994)

Hasta el poeta dice: voy a lavar mi corazón al río

Jesús Morales Bermúdez,

en “La herencia de doña Chus”

 

De este cuarto libro en adelante, los textos son relatos, cuentos, prosas resueltas con brevedad. En Las criaturas de Prometeo –el epígrafe, tomado de Esquilo, pone el acento en el dolor humano–, cada personaje habla por sí mismo (de nuevo, como en los tres libros anteriores, la estrategia narrativa recae en el monólogo, en la narración en primera persona) y cuenta su recuerdo, su historia, en un santiamén. Violencia, muerte, sexo y, en menor medida, religión, son los temas principales. Jesús Morales Bermúdez en estos textos, como en las novelas, busca reproducir literariamente el habla de los indígenas. Salvo en una narración (“La herencia de doña Chus”), todos son hombres.

Son 19 textos, 19 momentos de vida, que recorren un amplio espectro de experiencias. En “La embriaguez de Marcos” se asoma la matanza que, como soldado, comete contra la gente de su pueblo (p. 440): “Porque se trataba del cerco a nuestro pueblo y teníamos órdenes de tirar a lo que se moviera, y yo era un manantial de miedo”.

“Las vacaciones de Miguel”, que admira una casa, terminan terriblemente porque, inocente, lo encarcelan (p. 442): “ya voy para tres años aquí, en Cerro Hueco, nada más por distraerme la tarde de un domingo”. En “Las cuitas de Agustín”, dice el personaje (p. 443): “No podíamos dar crédito cuando en el curso dijeron que la tierra era redonda. No pudimos contener la risa”.

Uno de los descubrimientos en “Cuatro instantes en la historia de Abraham”, quien sufre una parálisis y no halla “cómo poderle cumplir a su mujer”, es el consejo de un amigo (p. 448): “Tú abajo y tu mujer arriba, me dijo”.

 

Ilustración: Héctor Ventura

“El Chapín” es una historia trágica. Aurelio, un vago, está enamorado de una muchacha (la ronda, aunque no son ni novios); ella huye con un guatemalteco, quien se dedica a la venta de mercancías. Vuelven a la comunidad, ya casados, y Aurelio busca la forma de llevarse a su supuesto rival, y lo mata (p. 460): “Viendo yerto al chapín se burlaba todavía, le daba de patadas, por más que para quitarle la vida, con una navaja le sacó la pepita de su coyol, su ojo, y con una botella rota le llenó de vidrios la cabeza”.

Un rosario de desgracias es, también, la vida de “Rosalía”, cuya vida erótica comienza mal (p. 461): “Cuando estalló la revolución, al Valle llegaron los mapachistas. Hicieron quemazón, pillaje, se saciaron en las mujeres. Algunas de entre ellas se murieron, por no soportar el traqueteo de tantos hombres que les pasaron encima”. Rosalía sobrevive, sólo para ver a su padre matar a uno de sus hijos, su hermano. El otro hermano lleva al papá al campo (p. 462): “Le recordó, le reprochó el asesinato de su hermano. Y una vez explicada razón tan justa le descerrajó el tambor de su pistola y, luego, lo acomodó en su tumba”.

En “Memorias de un miliciano” hay un testimonio de un hombre que participó en el levantamiento del EZLN (p. 474): “Cuando en las madrugadas de enero, en el levantamiento, las intensísimas heladas en el Huitepec caían sobre nuestros cuerpos, congelaban los dientes y en la nariz la ríspida sensación de pólvora y de miedo”. A este hombre lo visita la magia: una viga se vuelve puente; entre otras cosas, por eso (p. 476) “la montaña es alegre”.

            Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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