La música como símbolo de identidad: Un apunte
Sin duda, el tema que anuncia el título de este texto es complejo e intensamente discutido en la antropología, no sólo por la creciente importancia de la etnomusicología sino por las vicisitudes del propio concepto de identidad. Por ello, advierto que este texto es sólo un apunte para llamar la atención hacia una relación que en los contextos culturales actuales muestra que la identidad no es unívoca. Hace 34 años, en 1990, el finado José Lameiras, amigo entrañable y notable etnógrafo, publicó un libro cuyo título llamó de inmediato la atención: El Tuxpan de Jalisco: una identidad danzante (México, COLMICH). El libro puso en el tapete de las discusiones la permanencia de identidades indígenas en un estado como Jalisco, en el que se supone que los pueblos indígenas se resumen en los Huicholes o Wixáricas que se distribuyen hacia el Norte del estado en frontera con Nayarit. Pero el libro de Lameiras vino a demostrar que a través de las danzas se preservaba en el Sur de Jalisco la añeja identidad indígena correspondiente a pueblos de habla nahua. En efecto, a través de seis capítulos, el libro escrito por quien fue uno de los etnógrafos mexicanos más importantes explora los vestigios de las identidades étnicas de los tuxpanecos de jalisco y la persistencia de “lo indígena” en un contexto de modernización. En Tuxpan, Jalisco, la danza es particularmente importante para crear ese ámbito identitario que permite conservar el sentido de comunidad. Así, la Danza de los Negritos, la Danza de las Xacayate y sobre todo la Danza de los Sonajeros, constituyen, según lo demostró Lameiras, recipientes activos de identidades históricas, de pueblos añejos, previos al establecimiento del régimen colonial. Lo menciono ahora porque considero que El Tuxtpan de Jalisco: Una Identidad Danzante marcó un momento importante para el resurgimiento de la etnomusicología en México asociada a la etnografía y a la etnohistoria. Por supuesto, al libro de Lameiras le anteceden una cauda importante de investigadores e investigadoras, pioneros de la investigación etnomusicológica en México y en América Latina. Algunos nombres: Thomas Stanford, Gabriel Moedano, Irene Vázquez, Arturo Warman, Vicente T. Mendoza, y en la actualidad, Arturo Chamorro, María Luisa de la Garza, Carlos Ruíz Rodriguez, Marina Alonso, para mencionar sólo algunos. La música traspasó culturas en el proceso del paso de la historia local a la historia universal, o globalización. Así, por ejemplo, en la década de los 1960, en la que tuvo una importancia particular la juventud a nivel mundial, el conjunto inglés de los Beatles se configuró como un ícono de una juventud que buscaba construir un mundo mejor. La repercusión de los Beatles tuvo un eco mundial y provocó un auge especial del Rock, sin quitar méritos a Elvis Presley. Y qué decir de Santana, de origen jalisciense, que en los Estados Unidos creó un sonido que invocó el sentido de identidad “chicana” y que aún perdura. Igual importancia tenía Selina, la gran cantante de origen mexicano que reunía a masas de población llamada “latina” en los estados Unidos y que fue asesinada en la flor de su existencia. En México, los orígenes rurales de las sociedad, enmarcados en la configuración de sociedades rancheras, tuvo su expresión musical muy importante en cantantes como Jorge Negrete, Pedro Infante y más reciente, con Vicente Fernández, un ídolo que en jalisco sigue vigente a pesar de su cercana muerte. Y qué decir de Javier Solís que llevó el mundo rural a la ciudad con el “bolero ranchero”. El cine mexicano llenó toda una época mostrando la importancia de la música en la formación no sólo de identidades nacionales, sino de las regionales. En Chiapas, la marimba ha sido un instrumento musical que alienta e invoca la configuración de una “chiapanidad” o “chiapanequidad” según nos digan los estudiosos del lenguaje, Las Chiapanecas es un alter ego de los himnos a Chiapas y Nacional Mexicano. “Dos Nunca Muere” es un himno identitario para los oaxaqueños. Las identidades indígenas, la estructura de la comunidad, se manifiesta en la música que practican los pueblos. Al respecto, sugiero leer el libro editado por María Luisa de la Garza Chávez, Los Sonidos de Nuestros Pueblos (México, UNICAH/RED NAPINIACA/CESMECA, 2016), que además hace referencia a una Red Latinoamericana de Etnomusicólogos que tuvo su origen en Chiapas, en los primeros días de la Universidad Intercultural de Chiapas: la Red Napiniaca. En fin, este apunte es sólo para llamar la atención a los lectores de Chiapas Paralelo de la importancia de la música en la configuración de identidades. Ahora que el mundo contempla la masacre y el genocidio en Gaza, recordemos a esa composición del Chamaco Domínguez: Humanidad, que habla precisamente de las tragedias de la guerra: “Humanidad, hasta dónde nos vas a llevar/ por tu trágico sino/¿cuál será mi destino?/Humanidad, yo de sangre te he visto teñir/pobrecito del mundo/pobrecito de mi”.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala, a 4 de marzo de 2024
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