La disputa por los símbolos
La disputa por símbolos diversos ha sido uno de los elementos característicos de esta campaña presidencial, particularmente entre las dos punteras de la misma, Claudia Sheinbaum por la Coalición Sigamos Haciendo Historia y Xóchitl Gálvez por la Alianza Fuerza y Corazón por México. Sea de manera abierta o sutil, reñida o suave, quiénes poseen, usan, exploran, explotan determinados símbolos interesa a todas las partes en contienda.
Los trajes tradicionales de pueblos indígenas
No cabe duda que ha sido Beatriz Paredes quien, en toda su vida, portó elegantes (y caros) trajes tradicionales de pueblos originarios o indígenas de México. De manera auténtica, sin buscar protagonismos ni referir ascendencia indígena alguna, Beatriz Paredes en todo momento, incluso en el extranjero, vistió estos hermosos huipiles elaborados con manos femeninas en diversos pueblos de México.
Xóchitl Gálvez, a su vez, ha portado distintas indumentarias desde que se la conoce públicamente, pero -se afirma- poco a poco fue enfatizando el uso de los huipiles como una de sus características identitarias. Incursionó en la vida pública al asumir la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas en el gobierno de Vicente Fox (2001-2006). Dijo para La Jornada el 30 de octubre de 2008 que dicha comisión la “creó para mí” porque “era tanto su deseo (de Fox) de que yo colaborara con él, que eso hizo”. Por alguna razón -que ella misma cifra en su ascendencia indígena-, se ha decantado por tales temas y problemas.
En diciembre de 2023, afirmó en su cuenta de X: “El huipil no es moda, son mis raíces, es la herencia que recibí de mis ancestros”. Ya era candidata a la presidencia por Fuerza y Corazón por México y la historia de la venta de gelatinas para salir adelante estaba plenamente instalada.
Claudia Sheinbaum, desde el inicio mismo, al ganar la Coordinación Nacional de los Comités de Defensa de la IV Transformación, también combinó el uso de varias prendas en indumentarias más cotidianas. Es lo que hemos llamado “nuevos diseños”: el uso de motivos tradicionales de los pueblos indígenas en prendas “más modernas”, dicen algunas diseñadoras. Los hombres políticos que la han acompañado en sus actos proselitistas han usado también, profusamente, las famosas guayaberas. Es decir: en el uso de tales símbolos, no hay ganadoras ni perdedoras.
El color del Instituto Nacional Electoral
Otra historia puede contarse con el color rosa mexicano del Instituto Nacional Electoral (INE), que la oposición política, mejor dicho, la “sociedad civil” opositora a Andrés Manuel López Obrador usó desde la primera marcha. El 23 de febrero de 2013, miles de personas en distintas partes del país salieron a marchar en defensa del INE con el eslogan “el INE no se toca”. Amerita otro análisis la urgencia e importancia de transformar al INE, pero por ahora se reconoce que su defensa logró convocar por primera vez una nutrida oposición que, desde entonces, ha sido aprovechada por una oposición política con mayor o menos decadencia electoral: Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Para ese momento, en el marco de su visión estratégica, el empresario Claudio X. González había puesto el dedo en la llaga: los partidos de oposición eran lo de menos, de hecho, estorban simbólica y políticamente. La fuerza está en la “sociedad civil” inconforme con López Obrador.
El rosa mexicano pasó, sin deberla ni temerla, a ser símbolo de la oposición. Frente a lo cual ni el propio INE protestó siquiera: ¿hay línea?
Claudia Sheinbaum y su equipo de campaña responden hábilmente. Ella e integrantes de los Diálogos por la Transformación, se muestran en distintos actos con atuendos rosas. ¿Se han fijado?
La oposición política se lo apropió y el partido Movimiento de Regeneración Nacional sigue su campaña diseñada bajo un programa político claro, más allá de las críticas de “continuismo” que le achacan, pero comiendo piezas opositoras en el ajedrez político electoral. Hay otros elementos que se pueden poner en la mesa de debate al respecto.
No obstante, la última acción de Xóchitl Gálvez -justo en esta semana santa- de sugerir un tipo campaña al INE en el sentido de que los programas sociales no desaparecerán con independencia de quién gane el 2 de junio, deja mucho más dudas sobre la imparcialidad de tal instituto. Xóchitl Gálvez se apropia del logo incluso, se presenta una queda y se debate en el Consejo General del INE y pareciera no pasar nada… Excepto que los seguidores de Gálvez han replicado en redes sociales cuantas veces imaginemos su “recomendación”. El golpe ha sido efectivo.
¿A quién pertenece la historia oficial?
Ignoro si alguien ha reparado en esto: la historia oficial pertenece a Andrés Manuel López Obrador, quien supo ganarse la narrativa hegemónica al respecto en su larga marcha por el cambio, y ahora la hereda a su sucesora. Claudia Sheinbaum, sin embargo, es, como he dejado ver repetidamente, continuidad y cambio.
En la narrativa histórica que está promoviendo desde su asunción como ganadora de la Coordinación Nacional aparecen nuevas figuras. Y una en particular las feministas no podemos dejar de resaltar: Elvia Carrillo Puerto, una de las grandes defensoras del voto de las mujeres en México.
De ello nos ocuparemos en otro momento.
Por ahora, dejamos claro que Sheinbaum retoma ese otro bastón de mando simbólico tan fundamental en la construcción del régimen político mexicano desde los años veinte. ¿Va por la hegemonía cultural con sello propio o será más continuidad?
No comments yet.