El futuro de las Mañaneras

Claudia Sheinbaum. Foto: Especial

Estamos a dos meses y medio de votar en unas elecciones presidenciales decisivas. La cercanía hace que, cada vez más, varias personas nos preguntemos sobre el futuro de las Mañaneras, es decir, del espacio comunicacional construido por Andrés Manuel López Obrador en este sexenio (2018-2024). Si nos preguntamos al respecto del futuro de las Mañaneras es porque reconocemos su importancia para la vida pública y política. Si nos preocupa -de distintas maneras- es porque sabemos de la radical trascendencia de los momentos en que los liderazgos consolidados tienen que ser sustituidos y, con ello, todas las columnas vertebrales construidas en el sistema político. Como las mañaneras…

Partamos del hecho de que la relevancia de los medios masivos de comunicación impresa, radiofónica y televisiva viene de antiguo. Hoy por hoy, las redes sociales se han añadido a ese emporio con una fuerza diferenciada, pero de gran calado todas ellas. El monopolio histórico que tanto Televisa como Televisión Azteca han tenido en el pasado, se ha roto precisamente por el uso y la difusión masivas de las redes sociales.

Con todo, las Mañaneras algo tienen que se comentan día a día, es decir, que los mensajes y las ideas-fuerza que en ella López Obrador transmite marcan la pauta de la nota de ocho columnas, de los debates públicos, de los mensajes cifrados en redes sociales, de las pasiones humanas de toda naturaleza (negativas y positivas, sin medias tintas). Tal es su fuerza que, por ejemplo, se reconoce que López Obrador subió la imagen de Xóchitl Gálvez para sacarla de la contienda por la Ciudad de México y desplazarla a la presidencial. Y una vez aquí vuelve a socavarla.

Desde otro ángulo, analistas políticos reconocen: las Mañaneras de López Obrador son una «escuela de educación política», son un gran tema para analizar desde la semiótica profunda, las Mañaneras serán o deberán ser objeto de análisis por su significancia para la sociedad toda.

Las Mañaneras

Xóchitl Gálvez, candidata de la coalición opositora Fuerza y Corazón por México, tomó la decisión de hacer sus propias «mañaneras» a las que llamó «conferencias de la verdad» o «mañanetas». Lo hizo en el periodo de intercampañas como un mecanismo de comunicación en el marco de o, más bien, acompañada de una plataforma política de guerra sucia abierta contra López Obrador (#narcopresidente, #narcocandidata). No parece haber funcionado la guerra sucia, a juzgar por la encuesta del periódico nacional Reforma de esta semana que da una ventaja de 24 puntos a Sheinbaum frente a Gálvez, mientras coloca a López Obrador en la cima de su popularidad al aumentar a 73% de aprobación de su mandato.

En la precampaña y en este periodo de la intercampaña el tiro al blanco de Xóchitl Gálvez fue López Obrador; a Sheinbaum, ella y su equipo la llamaban «la candidata de enfrente», «la de enfrente», «la señora de enfrente»…. Las mañanetas fueron útiles para visibilizar a una candidata abandonada por los partidos que -dice alguien- le prestaron el vehículo para mostrarse en la campaña presidencial, pero no hacen mucho más por ella. Las mañaneras dejaron verla como “presidenciable”, sin que haya un ejercicio exitoso del todo, pero que la mostró con la seriedad y firmeza que suele carecer en público.

Fue un espacio en el que pudo dejar sentada su posición con respecto a varios temas y problemas. Como se sabe, la seguridad ha sido el blanco predilecto de sus críticas y se ha esforzado por repetir una y otra vez que no suprimirá los programas sociales (sus opinantes la desmienten, desafortunadamente para ella, y ella misma sabe que las “asistencias de por vida”, como las llamó frente a los empresarios de la Coparmex, no funcionan… desde la perspectiva neoliberal). Su tiro al blanco ahora es Sheinbaum.

¿Y el futuro de las Mañaneras?

Ella, la futura presidenta de México, Claudia Sheimbaum, sabe de la importancia de las Mañaneras. Tiene claro que -más allá de poner a votar al público en las intercampañas por la continuidad o no de las mismas: «el pueblo decide»- algún formato comunicacional habrá de idear con el fin de tener similar o igual impacto de las Mañaneras en la esfera público-política y en la sociedad toda. Le corresponderá conservar el ejercicio del poder político iniciado por el líder -él, AMLO, realizó la conquista, digamos, siguiendo el pensamiento de la ciencia política-, y un elemento capital, hoy por hoy, es justo la comunicación política.

A juzgar por el difícil control de las corrientes internas del partido Movimiento de Renovación Nacional (Morena), con las que tendrá que lidiar y aprender a negociar (suelto y conservo, suelto y controlo, negocio e impongo), el formato comunicacional posiblemente sea la parte más fácil del ejercicio del poder político.

Ya hablaremos de tal ejercicio en su momento. Ahora toca lo que toca.

Nada será igual a las Mañaneras de López Obrador. Estos líderes surgen cada cien o cincuenta años como poco. Claudia Sheinbaum tendrá que buscar y encontrar ese formato comunicativo que imprima su sexenio en términos del ejercicio de un poder político con sello propio. Continuidad y cambio en materia mañanera, digamos.

Ya se piensa en formatos diversos. Ya se figura algo que no puede ser la Mañanera, pero sí algo parecido a una mesa plural de comunicadores y comunicadoras hábiles que puedan analizar a profundidad los problemas desde la izquierda, mirar de largo plazo, “dar línea”… Sin embargo, es ella, Sheinbaum, quien deberá llevar esta batuta en un espacio propio.

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