Ajonjolí de todos los moles
Apenas era martes y Rita sentía que ya había pasado la semana, por más que se había ido temprano a dormir el día lunes, no logró conciliar pronto el sueño y eso le generó levantarse tarde, sin escuchar la alarma del reloj. Lo primero que se le vino a la mente fue la lista de pendientes.
—¡Carambas ya casi son las siete! Hoy quedé de acompañar a Maribel y Artemio para ir a comprar los ingredientes para decorar los pasteles que me encargaron hacer.
Mientras se levantaba de la cama vino a su mente una actividad más en el día.
—¡Pero qué cabeza la mía! Hoy tengo comida en casa de Trini y acepté la propuesta de llevar el postre. No me dará tiempo a preparar algo, ¿o sí? Puedo aprovechar que iré con Mari y Temo para pasar por lo que requiero para un pay de queso con zarzamora.
Entre refunfuños y somnolencia se dirigió al baño, había decidido darse una ducha con agua fría, le ayudaría para terminar de despertar. Así lo hizo. Salió del baño, se cambió y fue a la cocina para prepararse el desayuno. El baño la había relajado un poco, preparó café y un par de huevos revueltos con salsa de tomate. Le apeteció también freír un par de tortillas y acompañar el desayuno con ellas.
Dio un sorbo a la taza con café y mientras se llevaba el primer bocado del almuerzo empezó a reflexionar en la serie de pendientes que tenía, ¿cómo había llegado a comprometerse en tantas actividades? Tenía el reto de que, en lo posterior, aprendiera a decir no y solamente darse espacio para lo que llenara su corazón sin querer quedar bien con medio mundo.
Justo en ese momento vino a su mente una escena en su infancia, se asomó a la cocina donde estaba su abuelita Bianca, quien la llamó a ayudarle a expulgar el frijol. Rita aceptó. Mientras hacían la limpieza de los frijoles Bianca pidió a su abuelita contarle cuentos, anécdotas y en algún momento salió a la plática Eréndira, hija de doña Bianca y tía de Rita.
—Ay no hijita, no vayás a hacer como tu tía Eréndira, esa muchacha es como ajonjolí de todos los moles, está en todas partes, para toda la gente menos para ella.
Rita no había entendido mucho esa parte pero no tuvo el mayor interés para preguntar a qué se refería. Años después se sintió como la tía Ere, casi estaba así. Se puso a repasar cuántas de las actividades que hacía realmente la llenaban en el corazón, en el alma y cuántas eran aceptadas casi por compromiso.
La tarea para comenzar a cambiar no era fácil, sin embargo, estaba dispuesta a hacerlo.
—¿Y qué tal si de una vez inicio eso hoy? Pero, ¿cómo le digo que ya no voy a ir a Mari y Temo? ¿Y si se enojan? ¿Y si no? — se dijo en voz alta.
Hizo una pausa, como consultando a su corazón y la decisión que tomó fue solo ir a la comida con Trini y llevar el postre. Aprovecharía la mañana para ir a comprar los ingredientes para prepararlo.
Decidida, Rita tomó su teléfono para llamar a Maribel e informarle que no iría a la tienda, que tenía otra actividad y no le daría tiempo, que les ofrecía disculpas.
—¡Hola Rita! ¿Qué tal, ya lista para que nos acompañes?
—¡Hola Mari! Justo llamé para decirte que no podré, espero que me disculpen —entre tanto Rita explicaba, en su mente resonaba, dejar de ser ajonjolí de todos los moles, dejar de ser ajonjolí de todos los moles.
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