Ver con las manos y el corazón
A Miguel de Jesús Hernández Paniagua,
Rongo rongo
Consuelo salió temprano de la universidad, la última clase la habían suspendido porque su docente de artes visuales tenía una situación de salud. A su grupo le vino bien esa sesión libre porque estaban realizando un trabajo final, era una exposición que les traía varios días con desvelo. Aunque era una actividad grupal cada estudiante tenía una tarea que abonaría al trabajo.
La encomienda que le habían dado a Consuelo era aportar materiales de reuso que pudieran utilizarse en un par de obras con relieve, una fotografía y una pintura con la temática de impactos del cambio climático. Consuelo estaba recién recuperada de un fuerte resfriado, eso la traía un poco desmotivada y angustiada a la vez, porque tenía pocas ideas sobre qué materiales podría contemplar para la tarea.
Sin pensarlo salió pronto de la universidad, se despidió brevemente de sus amistades y se dirigió a su casa. En el trayecto pasó por un pequeño parque, como si una especie de imán atrapara su atención aminoró el paso y se sentó en una de las bancas. Observó que había niñas y niños corriendo alrededor de una pequeña fuente, se quedó ahí unos minutos y con atención percibió cómo luego de un par de vueltas se detuvieron frente a la fuente. Dos niños más pequeños comenzaron a tocar con sus manos la textura de la fuente, una niña más ayudada por su mamá se paró de puntitas e inclinó a tocar el agua que salpicaba. Consuelo se percató que el rostro de la niña dibujaba una sonrisa, al tiempo que nuevamente pedía mojarse las manos.
Consuelo siguió contemplando las diversas escenas que había en el parque, una pequeña ardilla que bajaba por un árbol de almendras y unos zanates que se deleitaban caminando sobre el pasto verde recién regado. Las risas de las niñas y niños que se alejaban del parque la hicieron volver la vista a la fuente. Se acercó un poco, deseó ser una de esas niñas que habían estado corriendo y hacer lo mismo, tocar la fuente, mojarse las manos.
—¿Y por qué no? Vamos, sin pena —sintió como si la voz de su niña interior le llamara a seguir sus deseos.
Una vez frente a la fuente Consuelo comenzó a reconocer la textura de los bordes, como siguiendo sus instintos cerró los ojos, intentando imaginarse como niña descubriendo los materiales de qué estaba hecha la fuente. Luego se detuvo, aún con los ojos cerrados se inclinó a tocar el agua, ahí comprendió la sonrisa de la niña que le había antecedido, el agua estaba fresca, justo para mojarse el rostro en un día caluroso.
—¡Lo tengo! Ya sé que materiales podría usar para las obras —exclamó emocionada. Su paso por el parque y contemplar a la niñez le hizo recordar que también es importante ver con las manos y el corazón. Eso propondría a su grupo, mientras tanto comenzó a identificar algunas hojas secas y piedritas que encontraba a su paso, eran algunos de los materiales que había elegido usar.
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