Los territorios de la impunidad
La gente en Chiapas se desplaza a causa de la violencia, y eso no es raro, ni excepcional, sino que lo vamos normalizando o lo vemos como un problema ajeno a nuestra circunstancia. Son demasiados los años que la violencia política desplaza a muchas personas, la mayoría indígena. Hay personas que por la situación económica se van de sus comunidades y llegan a habitar la periferia de las ciudades importantes, y van creando sus propias formas de gobernarse, de sobrevivir y de resistir.
En décadas pasadas a causa de conflictos agrarios, la gente del Norte de la entidad, de los Altos, sobre todo, se desplazaba a los Valles o a la Selva. No son pocas las comunidades que se fundaron por la represión, ahora puedo recordar en la zona cañera, o en la selva Frontera. También los hubo en Frontera con el territorio en disputa como lo fue en Chalchihuitán, que se fueron al “Horizonte”, límites con Simojovel.
En años previos al levantamiento de 1994, comunidades de Ocosingo y Altamirano se tuvieron que salir por las divisiones y la guerra próxima. Después de 1994, lo mismo, ya fuera en Tila, Tumbalá, Chenalhó, Ocosingo. No es nuevo el desplazamiento.
No puede dejarse fuera de esta mención lo que hemos visto como paramilitarización, que en gobiernos anteriores llamaron “grupos de civiles armados”; varios de ellos enfrentando al EZLN, y lo peor, masacrando a personas de la sociedad civil, como fue el asesinato impune en Acteal: hombres, mujeres, niños, 45 personas en total. Pero los muertos no fueron solo los de Acteal, en Chenalhó murieron priistas, perredistas, zapatistas. La muerte en sí no tiene bandera; las banderas si que provocan muertes, y antes, desplazados. La paz en Chiapas es solo una especie de remanso veraniego, pero no es duradera.
Pero, desde que inició lo que se ha dado en llamar la guerra contra el olvido por parte del EZLN, desalojos, emboscadas, asesinatos a mansalva, caracterizan a más de 30 años de impunidad. No estoy diciendo que lo provoca el EZ, no, lo que digo es que producto de la injusticia, el racismo, y la desigualdad, que es violencia, digamos estructural, también por los contextos de este tipo, la violencia se desató en contra de las comunidades en lucha y resistencia, del EZ pero también de otras regiones.
El asunto es que la alta conflictividad tiene como origen la impunidad. Se puede afirmar que la matriz del deterioro del tejido social, de la fuerza y lo sanguíneo de los carteles, pero también de grupos violentos como los llamados paramilitares es producto de que nadie es realmente juzgado por los delitos, ya sea como autores intelectuales y materiales. Solo chivos expiatorios, o juicios que no tienen como objetivo la justicia.
Las cifras de la violencia se vienen acumulando de manera añeja ¿desde cuándo valdrá la pena para que los actores políticos lo consideren? Siglo XIX, XX, XXI, no hay siglo en donde no haya injusticas, impunidad, corrupción.
En la realidad del siglo XXI, camina la niñez sin familiares y llegan a la Frontera norte, y en ese duro caminar, son víctimas de personas que va desde la sociedad civil, a delincuentes. Las mujeres en situación de migración, ya no se diga, terminan en redes de tratas de personas, o en las calles muertas a causa de la violencia de género y en contexto de las acciones de la delincuencia organizada. Cuando el refugio desde Guatemala llegó a México en 1982 en adelante, hubo mucha solidaridad. No poca de ella proveniente de la sociedad, ahora es todo lo contrario, Vivimos tiempos duros de individualismo, de qué importa lo que pase a otros, mientras no me pase a mí. Eso implica entonces otro velo de la realidad que se vuelve más compleja. Sin solidaridad no se pueden crear mejores redes.
Dice el gobierno que, en la actualidad, el problema es que no hay denuncias, como si el tipo de delito no fuera suficiente para investigar. Pero nunca se preguntan la autoridad el hecho de ¿qué pasa cuando se denuncia? ¿se investiga? Y si se investiga ¿quiénes han ido a la cárcel? ¿cómo se les castiga?
A lo largo y ancho del país, las injusticias de todo tipo están a la orden del día. ¿Cuántas muertes han quedado impunes en el contexto político? Hoy las madres buscadoras caminan en el desierto, que parece una figuración, pero no es así. No se les ve, no se les escucha, pero lo peor, parecería que no existen quienes fueron levantados por estos grupos que, insisto tienen formas de actuar no-humanas
México, si de algo tiene hambre, es de justicia. Por ello creo que a lo largo de nuestra historia la impunidad es lo caracteriza al régimen político y de justicia en este país. Y conforme pasa el tiempo esta impunidad ha anidado en la corrupción.
Si todo ello lo trasladamos a las disputas que el narcotráfico ha venido teniendo desde la década de los años ochenta del siglo pasado, corrompiendo instituciones del Estado, a personas claves de la política, y de las fuerzas de seguridad, el panorama se ha venido deteriorando.
La guerra en Chiapas es de viejo cuño, porque se hizo a las personas, campesinas e indígenas que se organizaron por obtener tierra o liberarse de los atropellos de los finqueros, fue, como lo escribió B. Traven una verdadera “Rebelión de los colgados”, cuya primera edición fue en ¡1936!
El territorio impune no es solo una porción de tierra, un espacio o una región, lo es todo aquello que ha permitido la impunidad, en contra de la gente, y a favor de elites y ahora, personas con el poder que les da el dinero producto del narcotráfico, y las redes que son la esencia del crimen organizado.
No se trata de que, ante el contexto de violencia y por ende de desplazamiento y de terror, alguien nos venga a salvar. Se trata de acabar con estos territorios, que por un lado la seguridad recae en los mandos de los gobiernos, de los tres niveles, y de las instituciones de seguridad, actúen como les mandata la ley.
Vivimos el terror, acompañado de la tonta e irresponsable actitud del gobierno de Rutilio Escandón. Quiere hacernos ver que vivimos en tranquilidad, y si lo quiere creer muy bien, pero como se ha dicho, escrito en ya un buen número de publicaciones, hoy la guerra entre carteles no es de uno contra el otro; es una guerra en donde amenazan, asesinan, destrozan a personas que, sin ningún remordimiento, como formas no-humanas, para que su poder cada vez esté intacto.
Correo electrónico: ggonzalez@ecosur.mx
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