El ocaso civilizatorio
Que el dolor no me sea indiferente
que la reseca muerte no me encuentre
vacío y solo sin haber hecho lo suficiente
…
Que la guerra no me sea indiferente
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.
León Gieco
Iniciamos el año 2024 con dos conflictos bélicos de resultados y consecuencias impredecibles: la invasión rusa en Ucrania y la incursión de Hamás en territorio israelí, cuya respuesta militar no se hizo esperar con resultados por demás devastadores en las pérdidas de vidas humanas, destrucción de ciudades y migraciones Palestinas, que evidencian una crisis humanitaria impresionante. Según el Ministerio de Sanidad Gazatí, ascienden a 22.835 los muertos y a 58.416 los heridos en Gaza desde el inicio del conflicto. Además, la ONU calcula que más de 1 millón 900 mil personas han sido desplazadas buscando zonas más seguras.
Por su parte, los relatores de la ONU señalan que la hambruna es inminente en la Franja de Gaza, tras más de cien días de asedio, bombardeos y ataques terrestres; la infraestructura alimentaria, sanitaria y de saneamiento ha sido devastada, continuando el genocidio que comenzó con la ocupación israelí.
Mientras que la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) reconoce a cinco millones de desplazados internos, debido a la invasión de Rusia a Ucrania y más de cuatrocientos mil muertos. Más de 6.3 millones de personas procedentes de Ucrania han buscado refugio en otros países.
Los síntomas del caos civilizatorio que vivimos, además del cambio climático y los flujos interminables de migrantes, son la destrucción de la vida por las guerras. Los esfuerzos para detener estas confrontaciones bélicas, tanto del Consejo de Seguridad como de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas han sido insuficientes, frente a los intereses económicos de la industria militar de guerra y la disputa por los territorios geopolíticos, por parte de las potencias de los Estados Unidos y Rusia, mientras la Unión Europea se prepara para una posible tercera guerra mundial.
Entre otros factores que mantienen los conflictos, está la estrategia de economía de guerra promovida por Estados Unidos, alentando y apoyando confrontaciones bélicas locales o regionales para reactivar su economía. Las empresas estadounidenses de armamento con mayores ventas en el mundo son: Lockheed Martin, Raytheon Technologies, Boeing y Northrop Grumman; razones para alargar el conflicto bélico en Ucrania y los ataques de Israel contra Gaza.
Estamos en el comienzo de un nuevo período de la historia geológica: el Antropoceno. En el cual los seres humanos han producido cambios tan inmensos y sin precedentes en el planeta que lo están llevando al ocaso civilizatorio. La contaminación, el crecimiento demográfico, las explotaciones mineras y el uso de combustibles fósiles, entre otros, han alterado el planeta de una manera considerable. El impacto es tan severo que puede dar lugar a la sexta extinción en masa más grande en la historia de la Tierra, con el agregado de miles de nuevas especies de plantas y animales, además de las que ya estaban en vías de desaparición.
Ante estás barbaries es pertinente retomar las reflexiones sobre morir y vivir de Mark C. Taylor, quien dice: lo que es tan inquietante de los monstruos no es la amenaza externa que plantean, sino lo que nos enseñan sobre nosotros mismos. Al mirar fijamente al otro, me veo a mí mismo. Si somos honestos, tenemos que admitir que nunca podemos estar seguros de quién es un monstruo y quién no lo es. Sin duda, el modo de producción y consumo capitalista que ha depredado y devastado los bienes naturales y las identidades culturales es uno de los monstruos que están diluyendo la vida comunitaria que cohesionaba y daba sentido a los vínculos que se establecen con los otros, para hacer un nosotros. No obstante, también la indiferencia de lo que sucede a nuestro alrededor, la deshumanización y el individualismo que nos acompaña son otros factores que contribuyen a la decadencia civilizatoria.
Por si esto fuera poco, los andamios que sostienen la estructura y arquitectura de la sociedad posmoderna están erosionados, se han agotado. Byung-Chul Han dice: La crisis del presente consiste en que todo lo que podría darle sentido y orientación a la vida se está derrumbando. La vida ya no se apoya en nada resistente que la sostenga.
¿Seremos capaces de volver a pensarnos como humanidad? ¿De mirar nuestro ser para recuperar lo que caracteriza al homo sapiens que es la capacidad de pensar, razonar? ¿Qué podemos hacer para evitar nuevas catástrofes?
Alcemos las voces de indignación y renovemos la esperanza de vivir en armonía con los otros, que somos nos/otros, construyamos los tiempos por venir con optimismo, oponiéndose a la barbarie.
La Utopía, Berriozábal, Chiapas, enero de 2024
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