Chocolate de bolita
Inés salió al patio y se sentó a contemplar el cielo en la noche de Reyes, la bóveda celeste lucía radiante con sus estrellas que titilaban, el viento frío soplaba moviendo las hojas de los árboles y el coro de grillos hacía un coro que deleitaba al escucharlo.
El friecito de la noche la hizo levantarse por su rebozo, se abrigó bien y salió de nuevo. Los foquitos de las luces navideñas distrajeron su mirada, no pudo evitar recordar su infancia y hablar en voz alta.
—¡Ah qué tiempos aquellos! Con qué emoción esperábamos la llegada de los Reyes. No importaba si el regalo que uno encontraba era diferente al que se pedía, la ilusión de tener un regalo era más grande.
Vinieron a su memoria las imágenes de su abuelito Evelio y su abuelita Cristi en esa noche que era tan ansiada, solían preparar la rosca, era sin tanto decorado, pero eso sí se acompañaba con la rica bebida que hacía doña Cristi, un delicioso chocolate. Alguna ocasión Inés preguntó en qué cajita venían los chocolates, le dio curiosidad conocer la envoltura. El sabor era tan rico. La respuesta de la abuelita Cristi fue,
—¿Cajita del chocolate? No hijita, es chocolate de bolita. Lo venden en las tienditas, lo tienen dentro de unos frascos grandes de vidrio y te los ponen en trocitos de papel según las piezas que quieras.
Curiosa como era Inés acompañó alguna ocasión a don Evelio a la tienda y ahí fue donde conoció el famoso chocolate de bolita.
El rostro de Inés dibujó una sonrisa al recordar la anécdota. El viento continuaba soplando, ella frotó sus manos que comenzaban a enfriarse, alzó nuevamente la vista al cielo para deleitarse contemplando las estrellas cuando escuchó,
—Oiga mamá, ¿será que ya está cocida la rosca? —era Cecilia, la hija de Inés.
—¿Ya le hiciste la prueba con el cuchillo? Acuérdate que si no sale manchado es que ya está cocida. Ahora voy —dijo Inés.
En la cocina se escuchaba el cuchicheo de Cecilia y Manuela, la otra hija de Inés, estaban poniéndose de acuerdo para preparar el chocolate. No tardaban en llegar sus demás familiares para partir la rosca.
—La rosca ya está. Acuérdense de ponerle suficiente canela para preparar el chocolate, seguro que les quedará muy rico. Voy a acomodar las tazas y los platos —señaló Inés.
Mientras se dirigía al comedor a Inés se le figuró la imagen de una taza de chocolate espumoso, del rico chocolate de bolita, acompañado de su rebanada de rosca que le servía su abuelita Cristi.
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