¿Qué población civil importa en el conflicto Israel-Palestina?

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Foto: Dulio Rodríguez/Pie de Página

En el conflicto que se desarrolla en la Franja de Gaza entre el Estado de Israel y los palestinos que viven en dicho territorio no parece posible, hasta el momento, encontrar una solución que no pase por la violencia y la muerte. Un hecho que no inquieta a los grandes medios de comunicación internacionales y, sobre todo, a los países que deberían convertirse en mediadores de una realidad que duele a cualquier ser humano que se considere tal.

Desde mucho antes del atentado de Hamas y que ha provocado la reacción del Estado israelí y de los medios de comunicación calificando de terroristas a los palestinos, ya era común leer ese término dedicado a una población sin Estado y sin derechos de ningún tipo. Haber nacido en un territorio otorgado para la creación de Israel y esquilmado continuamente por el expansionismo de dicho Estado y sus colonos, les ha quitado la dignidad de seres humanos para un mundo que solo parece preocuparse por aquellos que resultan aliados en los intereses de una geopolítica que nunca se ha caracterizado por el respeto de los ensalzados, pero nunca honrados, derechos humanos.

Nadie puede dudar del dolor de las víctimas y de los familiares del atentado de Hamas que abrió este nuevo brote del conflicto que lleva demasiados años lastrando la vida de muchas personas, pero tampoco nadie debería poner en duda las décadas que tienen los palestinos viviendo en deplorables condiciones sin ser ellos los causantes de tal circunstancia. En definitiva, reconocer la crueldad del conflicto para la población civil parece que no es factible si no se decanta por uno de los bandos en esta interminable disputa. Los muertos no deberían tener bandera.

Buenos deseos los míos, tal vez, que no se ven reflejados en una realidad que insiste en menospreciar y degradar a los palestinos bajo el calificativo de terroristas. Generalización, junto a aquella que los deshumaniza para justificar el exterminio de población civil ajena a los combates. Tristemente la deshumanización sufrida durante el Tercer Reich alemán, y que fue la justificación para la eliminación de judíos, gitanos, gays, comunistas, etc., parece reeditarse en la actualidad sin atisbos de una verdadera crítica.

Sin una real negociación, sin la intervención de las potencias mundiales, aunque se conozca en muchos casos su posición, parece difícil, sino imposible, lograr una salida viable para una realidad enquistada por las ortodoxas y extremas posiciones. Nunca los maximalismos han logrado las transformaciones políticas deseadas, o han ayudado a negociaciones tan complejas como las que deberían llevarse a cabo para conseguir un acuerdo definitivo entre israelís y palestinos.

De momento, y con la tristeza que ello representa, la solución que se observa hoy en día bajo la mirada distante, e incluso complaciente, del mundo autodenominado democrático es la devastación de la Franja de Gaza habitada por los palestinos, y el indiscriminado asesinato de civiles, muchos de ellos infantes.

Al parecer solo importan nuestras poblaciones civiles y ello, en vez de ser un hecho para enorgullecerse, solo olvida que la vida en sociedad es tal cuando es compartida. Aquella vida de otros, cualesquiera que sean las diferencias que nos separan, que es tan legítima como la nuestra.

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