Las chicas que no se depilan
Casa de citas/ 663
Las chicas que no se depilan
Héctor Cortés Mandujano
Me gustan los títulos con nombres raros. Pensé que Knulp (Compañía General de Ediciones, 1976), de Hermann Hesse, con traducción de Raúl Sánchez Basurto, lo era, pero no. Es el apellido del personaje que, supongo, en Alemania no debe ser tan raro.
Knulp es un vago, que tiene ideas. Conversa con un amigo que está molesto con la pretendida sabiduría de la Biblia. Dice Knulp (p. 34): “Verás, mi amigo, tú pides demasiado de la Biblia; a mi manera de ver, cada uno debe agenciárselas para buscar la verdad, encontrar sentido a la vida, y eso se puede aprender en cualquier libro”.
Knulp explica a una muchacha (p. 68): “Los padres sólo pueden trasmitir el color de los ojos o la forma de la nariz y hasta la inteligencia a sus hijos, pero no el alma; el alma es nueva, distinta en cada ser humano”.
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Mi amiga Linda Esquinca me regaló, de nuevo, muchos libros (Knulp entre ellos). Ahora, gracias a ella, tengo casi la colección completa de Pablo Neruda y leo uno de sus libros póstumos: Jardín de invierno (Seix Barral, 1974).
Dice en el poema que le da título al volumen (p. 52):
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.
De “Regreso” me encantó esta imagen (p. 59): “Una cebolla era la luna, globo nutricio de la noche”.
En “Un perro ha muerto” nos cuenta de su dolor ante la pérdida de su mascota y luego de su resignación (p. 87): “No hay adiós a mi perro que se ha muerto./ Y no hay ni hubo mentira entre nosotros./ Ya se fue y lo enterré, y eso era todo”.
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Irene no me persigas
o te colgaré de las tetas
de un manzano silvestre
Alice Munro,
en “Flats Road”
He leído varios libros de Alice Munro, Premio Nobel de Literatura 2013. Esta cuentista canadiense habla casi siempre de mujeres en sus cuentos, en los que es una maestra.
La vida de las mujeres (Random House Mondadori, 2013), con traducción de Aurora Echeverría, puede leerse como una colección de cuentos con un mismo personaje (Del Jordan) o como una novela que empieza con la infancia de la personaja central, pasa por su despertar sexual, su enamoramiento, su pasión y su ulterior decisión de volverse escritora y renunciar a la vida habitual de las mujeres.
Escribe en “La edad de la fe” sobre la razón de rezar (p. 171): “No se reza para que pasen cosas o dejen de pasar, podría haberle respondido, sino para pedir fuerzas y la gracia para soportar lo que pasa”.
“Vidas de niñas y mujeres” (el penúltimo cuento o capítulo de novela) cuenta pormenorizadamente sobre el despertar sexual de Del, algo que no es común en la literatura escrita por mujeres.
El señor Chamberlain se la lleva, con su anuencia, a un lugar solitario. Ella es una preadolescente y está expectante porque sabe que aprenderá algo sexual. El señor se abre la bragueta, se saca el miembro y le dice “¡bu!”. Ella analiza el pene (p. 250): “No se parecía en nada al del David de mármol, y se erguía recto frente a él, tal como había leído que hacía. Tenía una especie de capucha, como un champiñón, y era de un color morado rojizo. Tenía un aspecto embotado y estúpido, comparado, por ejemplo, con los dedos de las manos y los pies, o incluso con un codo o una rodilla”. Él se masturba frente a ella y se va del pueblo, nunca más vuelve a verlo.
Su madre le da consejos (p. 260): “Todo lo que las mujeres han tenido hasta ahora ha sido su relación con los hombres. Eso es todo. No hemos tenido más vida propia, en realidad, que un animal doméstico. ‘Él te abrazará, cuando su pasión haya agotado su fuerza original, un poco más fuerte que a su perro, con un poco más de cariño que a su caballo’, escribió Tennyson. Y es cierto. Era cierto. Pero tú querrás tener hijos. […] Utiliza la cabeza y no te distraigas. Una vez que cometes el error de distraerte pegándote a un hombre, tu vida ya no vuelve a pertenecerte”.
Los consejos de su madre, sin embargo, le parecen (p. 261) “que partían de la base de que ser mujer te hacía vulnerable, que era necesario cierto grado de cautela, cierta inquietud y autoprotección, mientras que se suponía que los hombres podían salir y vivir toda clase de experiencias, desechar lo que no querían y volver orgullosos. Sin pensarlo siquiera, yo había decidido hacer lo mismo”.
En “Bautizo” cuenta que oye (p. 265) “una aterradora canción de la radio: ‘La chica con la que me case tendrá que ser delicada y rosa como el cuarto de los niños’ ”. Piensa por eso: “El amor no es para las chicas que no se depilan”.
Con su amiga Naomi se escapan a un baile, en (p. 274) “un lugar tenebroso sobre el que corrían rumores. Decían que en el pinar de atrás había condones esparcidos como viejas pieles de serpiente”.
Se apasiona y se entrega sexualmente por primera vez a Garnet (se le desploma dentro, p. 347, “como una gaviota alcanzada por un tiro”), un baptista regenerado que estuvo en la cárcel. Con él quiere casarse y tener hijos, algo que decide no hacer cuando él intenta obligarla a que se bautice. Descubre que es una escritora (p. 354): “Me maravillaba que la persona que sufría fuera yo, porque no era yo: yo estaba observando”.
Seguiré buscando y leyendo nuevos libros de Alice Munro. Valen la pena.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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