La estrecha relación de la violencia del narcotráfico y el por qué las personas migran a los Estados Unidos[i]
Por María Lima Valdez[ii]
En las últimas décadas, la guerra contra las drogas en América Latina, con un enfoque particular en México, ha sido una fuerza determinante que ha moldeado no solo las dinámicas del narcotráfico, sino también los movimientos de migración en la región. Si bien esta campaña, liderada principalmente por los Estados Unidos tenía como objetivo original combatir el tráfico y consumo de sustancias ilegales, su influencia se ha extendido mucho más allá de la lucha contra las drogas, dejando una huella profunda en el panorama de la migración en América Latina. La influencia de esta campaña no se limita a los migrantes que huyen de la violencia y la inseguridad. También afecta significativamente a todos los migrantes que transitan por América Latina en su camino hacia los Estados Unidos, ya que deben navegar por regiones afectadas por la violencia y la corrupción relacionadas con el narcotráfico.
Las políticas en los Estados Unidos en lo que respecta a la posesión y el tráfico de armas también han desempeñado un papel importante en el incremento de la violencia y las extorsiones perpetradas por los cárteles de la droga en América Latina. La facilidad con la que las armas de fuego pueden adquirirse en el mercado estadounidense ha alimentado un flujo constante de armas hacia la región, fortaleciendo a las organizaciones delictivas y contribuyendo a la escalada de la violencia. Estas armas, muchas de las cuales son de alto poder y letalidad, han permitido a los cárteles enfrentarse con mayor ferocidad tanto entre sí como con las fuerzas de seguridad de los países afectados. La disponibilidad de armamento sofisticado ha llevado a confrontaciones más mortales y una escalada de la violencia, afectando directamente a las comunidades locales y aumentando el temor generalizado.
Las «straw purchases» (compras a nombre de terceros) y la falta de una rendición de cuentas efectiva en cuanto a la adquisición y posesión de armas en los Estados Unidos han tenido un impacto significativo en la peligrosidad de las trayectorias de los migrantes hacia este país. Estos factores han contribuido a un aumento de la violencia, extorsiones, secuestros y otras formas de abuso a lo largo de las rutas migratorias en América Latina. Las «straw purchases» son una práctica en la que personas sin antecedentes penales compran armas de fuego en nombre de terceros, a menudo individuos que no pueden adquirir armas legalmente debido a sus antecedentes criminales. Esta estrategia ha permitido a los cárteles y organizaciones criminales en América Latina obtener un suministro constante de armas de los Estados Unidos. Estas armas adquiridas en el mercado estadounidense a menudo terminan en manos de criminales y delincuentes en la región, lo que ha exacerbado la violencia y la inseguridad a lo largo de las rutas migratorias.
La falta de rendición de cuentas en el mercado de armas en los Estados Unidos también ha permitido que estas armas ilegales circulen sin restricciones. La falta de regulaciones más estrictas y la supervisión insuficiente han hecho que sea difícil rastrear la procedencia de las armas, lo que proporciona a los cárteles un flujo constante de armamento no rastreable. Esto ha llevado a situaciones en las que migrantes y comunidades a lo largo de las rutas migratorias son vulnerables a la extorsión, el secuestro y la violencia a manos de aquellos que controlan estas áreas. La relación entre las «straw purchases,» la falta de rendición de cuentas en el mercado de armas de los Estados Unidos y la migración forzada en América Latina plantea preguntas cruciales sobre la responsabilidad de los Estados Unidos en las causas de la migración y el peligro que enfrentan los migrantes en sus trayectorias. En lugar de dificultar el proceso de migración, los Estados Unidos debería asumir una mayor responsabilidad en abordar estas cuestiones fundamentales.
Las políticas y prácticas relacionadas con la adquisición y posesión de armas en los Estados Unidos contribuyen directamente a la violencia y la inseguridad que obligan a muchas personas a huir de sus hogares en busca de seguridad. Este flujo de armas ilegales hacia América Latina se traduce en una escalada de la violencia y la inseguridad, lo que obliga a las personas a tomar la decisión desgarradora de emprender un peligroso viaje hacia el norte en busca de refugio. Esta migración forzada es, en parte, una consecuencia de las políticas de armas de los Estados Unidos.
En lugar de hacer que el proceso de migración sea más difícil, los Estados Unidos debería reconocer su papel en las causas subyacentes de la migración y asumir una mayor responsabilidad en la protección de los derechos humanos de los migrantes. Esto podría incluir la creación de políticas de asilo más inclusivas que tengan en cuenta las experiencias de los migrantes que huyen de la violencia relacionada con el narcotráfico. Además, los Estados Unidos debería trabajar para implementar políticas más estrictas que restrinjan el flujo de armas ilegales hacia América Latina, con el fin de reducir la violencia y la inseguridad en la región. El hecho de no asumir suficiente responsabilidad en estos asuntos no solo perpetúa la crisis migratoria y la violencia en América Latina, sino que también refleja la falta de acción para abordar problemas críticos que requieren una atención más sólida y resuelta.
Durante el verano pasado, como participante en un grupo de investigación colaborativa de nueve estudiantes, tuve la oportunidad de sumergirme en las realidades de la migración al hablar con varios migrantes en Las Cruces, Nuevo México, y en Ciudad Juárez, Chihuahua. Sus historias revelaron una dolorosa y desgarradora travesía marcada por la violencia y la desesperación. De los 59 migrantes con los que hablamos, alrededor del 15% relató haber dejado su lugar de origen debido a la violencia relacionada con el narcotráfico y los cárteles. Uno de ellos compartió una historia desgarradora sobre cómo fue obligada a dejar su hogar tras ser incapaz de pagar las cuotas impuestas por un cartel, lo que llevó al asesinato de su esposo. La persona explicó cómo la corrupción generalizada le impidió acudir a las autoridades locales en busca de ayuda, forzándola a emprender un viaje peligroso hacia el norte.
Además, alrededor del 90% de los 59 migrantes entrevistados mencionaron haber sufrido algún tipo de violencia durante su travesía hacia los Estados Unidos. Relataron experiencias angustiantes que incluían asaltos, extorsiones por parte de cárteles, violaciones y secuestros. Muchos compartieron cómo se quedaron sin dinero debido a las extorsiones continuas a lo largo del camino. Uno de los entrevistados describió cómo fue secuestrado durante varios días, presenciando atrocidades indescriptibles, incluida la brutal muerte de otros migrantes a manos de los cárteles. La desgarradora narrativa de cómo los obligaron a presenciar actos de violencia extrema, incluyendo la mutilación de cuerpos, sirvió como un recordatorio angustioso de las horribles realidades que muchos enfrentan en su búsqueda desesperada de seguridad y una vida mejor.
Las impactantes historias compartidas por los migrantes revelan una dura realidad: la migración no es una elección, sino una necesidad imperante. La mayoría de ellos se ven obligados a enfrentar caminos peligrosos y experiencias traumáticas debido a la falta de vías migratorias seguras y procesos de asilo accesibles. Estas personas migran no por elección, sino por la urgente necesidad de sobrevivir en medio de la violencia y la inseguridad en sus lugares de origen. Además, la falta de acceso a recursos esenciales para solicitar asilo, como la aplicación CBP1, que solo funciona en regiones específicas de México, agrava aún más su vulnerabilidad. La falta de vías migratorias seguras y accesibles, así como la inexistencia de recursos como la mencionada aplicación, los fuerza a emprender rutas peligrosas y a enfrentar abusos extremos.
Estas circunstancias subrayan la necesidad imperiosa de que los Estados Unidos asuma su parte de responsabilidad en esta crisis migratoria. Deberían implementar políticas migratorias más inclusivas y humanas, así como proporcionar vías legales y seguras para aquellos que huyen de la violencia y la persecución. La existencia de estas duras realidades en las rutas migratorias es una evidencia incontestable de que el sistema actual está fallando en la protección de los derechos humanos de los migrantes. Los Estados Unidos, como uno de los actores clave en esta crisis, debe reconocer su papel y tomar medidas para abordar estas cuestiones críticas de manera más efectiva. Al final del día, los Estados Unidos es culpable por muchas de las causas de migración como las discutidas antes, y por lo mismo debería asumir su culpa y remendar sus errores que llevan día a día a muchas muertes y violencia de personas en Latino América. Las historias de los migrantes son un testimonio doloroso de la necesidad de un cambio significativo en las políticas migratorias y de asilo para garantizar una migración más segura y ordenada, así como una región más estable y segura en su conjunto.
[i] Colaboración para el Observatorio de las democracias: sur de México y Centroamérica
[ii] Cornell University, Estados Unidos
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