30 años después del alzamiento zapatista
A finales de septiembre participé en un coloquio organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa con el nombre “Chiapas, reflexiones sobre su actualidad a casi 30 años del levantamiento armado zapatista”. Una de las muchas actividades pensadas para celebrar, también, las tres décadas de la existencia del posgrado en antropología de dicho plantel universitario. Un posgrado en el que me titulé como parte de su primera generación y que estuvo guiado inicialmente por el extrañado Dr. Roberto Varela. Una generación de la que formaron parte los entrañables amigos, y también desaparecidos, Juan Pérez Quijada y Juan Luis Sariego.
La invitación a participar en tal evento me sorprendió porque ni he sido cercano al movimiento zapatista, ni tampoco lo he estudiado, aunque tras su surgimiento escribiera algunas reflexiones. De hecho, la invitación la entendí por mis años vividos en Chiapas y, sobre todo, por ser parte de esa primera generación de antropólogos que salieron con el título de Doctor de sus aulas.
Mi participación habló de aspectos generales sobre el Chiapas que he intentado conocer, aunque como advertí en el título de mi participación lo contado estaba tamizado por una visión totalmente subjetiva. Eso prometí y eso expresé.
En general, los destacados participantes, nacionales e internacionales, fueron sumamente decantados por las propuestas y praxis de los zapatistas durante los casi 30 años de su irrupción en la vida chiapaneca e internacional. Salvo contadas excepciones la visión no fue crítica sino más bien militante. Hecho respetable, por supuesto, pero que habla de cómo nuestros sentires académicos siempre están determinados por las posiciones políticas o los intereses que las entornan.
Figuras tan destacas como Neil Harvey o Jan Rus, con una vasta experiencia sobre la realidad chiapaneca, fueron parte del coloquio, así como se presentaron interesantes participaciones que implicaban el análisis iconográfico del mundo zapatista en Chiapas o fuera de sus fronteras. Y ya que mencioné a Jan Rus cabe decir que siempre aporta visiones o datos para repensar la realidad chiapaneca con perspectiva histórica. Pistas para seguir en las investigaciones sobre la compleja realidad existente en el estado del sureste mexicano.
En definitiva, pasados casi 30 años del alzamiento zapatista, sus consecuencias siguen vivas en distintas localidades de Chiapas o se ha convertido en referente de movimientos sociales internacionales. Por tal motivo, despierta el interés de académicos y colectivos comprometidos políticamente en la búsqueda de alternativas a la forma de organización social y participación en la toma de decisiones políticas. Cada persona se posicionará dependiendo, como ya dije, de sus intereses, pero no cabe duda que pasadas tres décadas todavía el movimiento zapatista inquieta y muestra adhesiones en distintas latitudes del planeta. Una realidad que también merecería reflexiones desde el propio Chiapas, en especial de la ciudadanía que cercana o alejada a dicho movimiento tiene mucho que decir sobre sus interacciones personales, así como sobre la posible indiferencia con que son vistas las localidades zapatistas. Tal vez sea demasiado pedir, pero resultaría muy fructífero sondear las opiniones de vecinos, de paisanos, sobre una realidad que a veces parece preocupar más fuera de las fronteras chiapanecas.
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