Los Guachimontones: un viaje al pasado
En el Colegio de San Luis (en San Luis Potosí), reunidos el 22 de octubre de 2002 un grupo de académicos, decidimos fundar el Seminario Permanente de Estudios de la Gran Chichimeca (SEPECH). Por cierto, esta reunión está antecedida de variados sucesos y de incursiones académicas al Norte de Jalisco hechas por un grupo de investigación que en aquellos días finales del siglo XX tenía su centro de trabajo en El Colegio de Jalisco, en la Ciudad de Guadalajara. Justo los pasados días del 5 al 7 del presente mes de octubre, nos reunimos como cada año los miembros del SEPECH para celebrar los veinte años de actividades del Seminario. Durante un par de días escuchamos y discutimos diferentes ponencias y presentaciones de libros en las instalaciones del Centro de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad de Guadalajara (CUAAD), con la asistencia no sólo de los académicos miembros del SEPECH sino de un nutrido grupo de estudiantes de antropología de la Universidad de Guadalajara (U de G). Por supuesto, extrañamos a quienes no pudieron estar por diversas razones: el antropólogo español Pedro Tomé, fundador del SEPECH; Cándido González Pérez quien es también fundador del SEPECH; Armando Vázquez-Ramos, de la Universidad de California en Long Beach, dirigente de los “Dreamers” en los estados Unidos; Javier Maisterrena, del Colegio de San Luis y fundador del SEPECH; Isabel Mora, académica del Colegio de San Luis, y fundadora del SEPECH. A estas ausencias se agregan los colegas que han muerto: Brixi Boehm, Alberto Carrillo Cáceres y Phil Weigand, muy recordados colegas que en sus respectivos campos nos legaron una obra valiosa. Precisamente fue este último el arqueólogo que trabajó en el sitio conocido como los “Guachimontones”, mismo que visitamos los miembros del SEPECH junto con un nutrido grupo de estudiantes de antropología e historia de la Universidad de Guadalajara, el sábado pasado 7 de octubre. Phil Weigand fue un importante arqueólogo norteamericano radicado en Jalisco quien junto con su esposa, la historiadora del arte Acelia García, trabajaron en los Guachimontones. Tuve el privilegio de tener como Maestro a Phil Weigand en el Departamento de Antropología de la Universidad de Nueva York, Campus de Stony Brook, en Long Island, en días inolvidables en los ya lejanos años de 1972 y 1973. Se iniciaba la década de los 1960 cuando Phil Weigand y su esposa Acelia García visitaron el balneario El Rincón situado en las inmediaciones del poblado de Teuchitlán. Allí, el matrimonio de manera accidental encontró trozos de obsidiana, lo que llamó la atención de Weigand, por cierto alumno del gran arqueólogo republicano español, Pedro Armillas. El examen de las navajillas encontradas los llevó hasta un sitio muy cercano al manantial del balneario que resultó ser uno de los talleres de obsidiana más grandes del Occidente de México. Fue el inicio de toda una vida de Phil Weigand y Acelia García dedicada a estudiar uno de los sitios arqueológicos más espectaculares que existen en México: Los Guachimontones. Cuando en una de las muchas conversaciones que sostuve con Phil Weigand en Stony Brook o en su casa de Rocky Point en Long Island, le pregunté qué quería decir Guachimontones, me respondió con honestidad que no se sabía bien a bien el significado del término. Parece que el término proviene de la palabra nahua Huaje (Guaje), un árbol, y la palabra castellana Montón. De manera que la traducción de este vocablo híbrido sería Montón de Guajes, y en efecto, el sitio está lleno de este árbol. Aproveché el comentario que hacíamos sobre el nombre del sitio para narrar a los estudiantes cómo descubrió el lingüista soviético Yuri Knorózov el desciframiento de la escritura Maya y sus repercusiones. Abundé en narrar algunos pasajes y anécdotas importantes del descubrimiento de Bonampak y la importancia de Palenque en Chiapas, para terminar comentando que en la antigüedad de lo que hoy es México, existió un intenso intercambio cultural entre los distintos pueblos que habitaban el territorio y que ello es un gran tema de investigación. El sitio arqueológico de los Guachimontones se encuentra situado a 65 kilómetros hacia el oeste de la ciudad de Guadalajara. Se accede por la carretera que lleva al ingenio de Tala y la ciudad de Ameca para después desviarse en el kilómetro 46 y tomar el rumbo a las ciudades de Etzatlan (lugar de nacimiento de Acelia García) y Ahualulco del Mercado, para arribar al poblado de Teuchitlán. Por cierto, Phil Weigand bautizó culturalmente al sitio como “La Tradición Teuchitlán” y lo más probable es que fue habitado por grupos de habla nahua. Los Guachimontones es impresionante. Al sitio lo configuran construcciones circulares de varios pisos con un agujero en el centro y rodeadas las construcciones por plataformas que conforman un amplio espacio alrededor del Guachimontón a manera de una gran plaza. Existe también un gran juego de pelota, y lo más importante, un sistema de chinampas a la orilla del lago, hoy Presa De La Vega, que provee de agua al sitio y al poblado de Teuchitlán. Las chinampas son testimonio de la existencia de una compleja agricultura que posibilitó el sostenimiento de una población seguramente numerosa. Es una experiencia inolvidable recorrer este sitio y enterarse que es quizá, el origen del Palo Volador. En efecto, los Guachimontones (de los que hay un gran número, muchos aún sin descubrirse totalmente) son la base del poste en cuya cúspide danzaba un experto en este ejercicio. Hoy en día, la ceremonia del Palo Volador es característica de Papantla, situada justo en el extremo oriente del país, en el estado de Veracruz. En toda la Ribera de Chapala los fines de semana hay Voladores al estilo Papantla que asombran al público con sus vuelos espectaculares. La diferencia es que, por una suerte de maqueta encontraba en Teuchitlán, sabemos que el danzante en el Palo Volador era sólo uno en Guachimontones mienras que son cinco en Papantla. Pero cómo se extendió hacia el Golfo de México un ritual que parece originarse en el Occidente, precisamente en Teuchitlán, en los Guachimontones, es una pregunta que aún no tiene respuesta. La llamada por Phil Weigand “Tradición Teuchitlán” se inició hacia el año 300 A.C. prolongándose hasta más o menos el año 450 D.C. Alrededor de esta fecha se nota un cambio cultural y la presencia de otro grupo que llega 500 años después del abandono del sitio, hacia 900 y 1100 D.C. . Sin duda, la forma circular de las bases del Palo Volador que tienen los Guachimontones apuntan hacia un ritual dedicado al Viento y a la Fertilidad. Una de las grandes construcciones llamada El Gran Guachi representa al Centro Ceremonial más grande de todo el Occidente de México. Mide según nos dice Phil Weigand y Rodrigo Esparza, 125 metros de diámetro aunque la circunferencia exterior tiene unos 400 metros. Es un sitio espectacular muy bien complementado con un hermoso Museo de Sitio que explica las características de la llamada Tradición Teuchitlán y conduce al visitante por un viaje al pasado emotivo y aleccionador acerca de las raíces de la variedad cultural de México. Y nos queda la interrogante: ¿cómo explicar la existencia del Palo Volador entre los Totonacas y la Tradición Teuchitlán?
Logramos una excelente celebración de 20 años de actividad académica, de compañerismo y de intercambio de ideas, hipótesis, teorías, para ayudarnos a explicar a este país complejo que es el México actual.
Ajijic. Ribera de Lago de Chapala. A 9 de octubre de 2023
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