La cotidiana violencia en Israel
El nombre de Israel evoca territorios y momentos históricos que transcurren del Antiguo Testamento al Holocausto. Recuerdos del pasado que no impiden señalar que hoy Israel es un Estado consolidado, mismo que fue proclamado en 1948 con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de numerosos países, encabezados por Estados Unidos.
Una realidad que desde el presente no sorprende o es poco criticada, tras el tiempo transcurrido, porque no se suele reflexionar sobre la forma en que se constituyó dicho Estado y a qué pobladores afectó la ocupación del territorio convertido en Israel. De hecho, las referencias actuales, salvo contadas excepciones bastante silenciadas en la opinión pública, consideran a dichos pobladores, los palestinos, como un problema para el Estado de Israel bajo el apelativo de terroristas u otros que los deshumanizan. Su generalizada denominación como terroristas se ha extendido entre los medios de comunicación más influyentes del planeta; un hecho amplificado por la mayoritaria condición de musulmanes de los palestinos.
Nadie puede negar acciones violentas de grupos palestinos bajo el manto de Hamás, organización en la actualidad cabeza política de los palestinos y que sustituyó el liderazgo que tuvo la Organización para la Liberación de Palestina dirigida por Yasir Arafat. Larga e intrincada historia para desarrollar en pocos párrafos, pero cuyo trasfondo ha sido la marginación territorial y de derechos civiles de una población desplazada para que se creara el Estado de Israel. Quién desee conocer más a fondo la construcción de Israel y el devenir político actual tendrá que adentrarse en un sinnúmero de informaciones tan contradictorias como lo son las posiciones a favor y en contra del mencionado Estado y de los palestinos.
Resulta evidente que la violencia actual es incomprensible sin todo el pasado colonial del propio territorio ocupado por Israel o de sus países vecinos, así como las intervenciones, en clave imperialista, que han continuado en la región donde el Estado de Israel emerge como el principal aliado de las potencias europeas y, por supuesto, de los Estados Unidos, país que es su mayor valedor.
Como suele ocurrir en situaciones de esta naturaleza la emotividad suele decantar la posición frente a acontecimientos como los que se viven en Israel desde hace años y que rebrotan con mucha frecuencia, sin embargo, tal forma de decantarse por bandos poco ayuda a encontrar soluciones a realidades sustentadas, demasiadas veces, en falsedades o en flagrantes mentiras. Ante ello aprovecho para recomendar dos obras fundamentales para deconstruir los discursos en torno a la historia, el nacimiento y la legitimación del Estado de Israel. Se trata de La invención del pueblo judío y de La invención de la Tierra de Israel. De Tierra Santa a madre patria, publicados originalmente en 2008 y 2012, respectivamente, por el historiador y profesor de la Universidad de Tel Aviv, Shlomo Sand.
Arriesgada tarea académica asumida por Shlomo Sand que en los títulos de sus obras lleva implícito el propósito de sus críticos trabajos destinados a desmontar el sustento histórico, tanto en su vertiente religiosa como en la territorial y étnica, que justifica y legitima la existencia del Estado de Israel y, al mismo tiempo, secunda la marginación que viven los palestinos en su suelo. La misma historia que ha construido un relato sobre los judíos y su territorio mítico también es una magnífica herramienta para repensar cómo la disciplina histórica es utilizada para justificar las acciones del presente. En definitiva, dos magníficos libros que repiensan el pasado y el presente del Estado de Israel, además de convertirse en referencias para el ejercicio de la disciplina histórica en un momento donde la vida de los seres humanos parece lo más prescindible.
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