Cicatriz luminosa
Casa de citas/ 659
Cicatriz luminosa
Héctor Cortés Mandujano
En la canción “Peces de ciudad” (del álbum Dímelo en la calle, 2002), Joaquín Sabina dice, canta: “En Comala comprendí que al lugar en que has sido feliz no debieras tratar de volver”. Leo La Playa. Fiestas de agosto (Bruguera, 1982), de Cesare Pavese, con traducción de Esther Benítez, donde casi al final del primer título Pavese escribió casi lo mismo cuando el protagonista regresa a su pueblo (p. 76): “Empezaba a comprender que nada es más inhabitable que un lugar donde se ha sido feliz”.
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Las tradiciones de la imagen (FCE et al, 2001), de Carlos Monsiváis, está constituido por la serie de conferencias sobre poesía que presentó en la Cátedra Alfonso Reyes del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, en 2001.
Cita un hai kú espléndido, de José Juan Tablada (p. 45)
HEROÍSMO
Triunfaste por fin, perrillo fiel,
y ahuyentado por tu ladrido
huye veloz el tren…
Cita también unos versos de Manuel Maples Arce, que me encantaron, sobre (p. 47): “árboles harapientos/ que piden limosna en las ventanas”.
Dice que los poemas de los estridentistas son (p. 50) “ruidosos y su experimentación (nunca exenta de cursilería) va del acierto poético al terrorismo tipográfico”. Le parece que pocos poemas han quedado de ellos, pero sí una de sus exclamaciones: “¡Muera el cura Hidalgo! ¡Viva el mole de guajalote!”.
Del maravilloso Xavier Villaurrutia cita el “Nocturno de los ángeles”, del que tomo estos versos (p. 65): “Si cada uno dijera en un momento dado,/ en sólo una palabra, lo que piensa,/ las cinco letras del DESEO formarían una enorme cicatriz luminosa”.
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El cerebro artístico. La creatividad desde la neurociencia (Batiscafo, 2016), de Mara Dierssen, arranca con un epígrafe de Albert Eisntein: “Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”.
Dice, muchas páginas adelante (pp. 111-112): “El ‘acto creativo’ podría derivar de la capacidad de activar un gran número de representaciones mentales simultáneamente, lo que permitiría descubrir nuevas asociaciones, nuevas analogías. En este sentido, un fenómeno característico de las personas creativas es lo que se ha llamado desinhibición cognitiva”.
La creatividad no se puede enseñar, pero sí bloquear, impedir su florecimiento (p. 119): “La organización social y política tiende a eludir las críticas desestabilizadoras y sospecha de cualquier pensamiento independiente, y las organizaciones académicas se encargan de evitar que florezca […], y favorece un cierto culto a la mediocridad que impregna toda la sociedad”.
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Por Novelistas famosos (Editora Nacional, 1967), de Julián Amich Bert, me entero de algo que no recuerdo si sabía: la vida terrible de Guy de Maupassant, gran cuentista, quien intentó suicidarse por la parálisis que sufría y quien luego comenzó a tener ataques de locura (p. 162), “enfermedad de la que murió en un manicomio el día 8 de junio del año 1893”.
En Desgajar la belleza (Conaculta, 1999), Eusebio Ruvalcaba cuenta su admiración por el gran músico alemán Robert Schumann, quien siempre dice tuvo disyuntivas (p. 14): “Nunca desaparecería esa tragedia entre los dos caminos: ¿pertenecer a este mundo de mediocres y zafios o morir? Morir, forzosamente. Y aunque no lo logró cuando se arrojó al Rin, sus últimos momentos los pasaría en el manicomio de Endenich (la tierra de Bach, por cierto. ¿Por qué ocurren estas coincidencias?). El manicomio. La única opción posible”.
En esta novela de Ruvalcaba, donde el narrador también se llama Eusebio, se habla de pasión: un hombre casado la vive con una mujer casada, hasta que ésta lo cambia por otra mujer, y también se habla de poesía, música, placeres varios…
Cita un poema de Alejandro Roza, del que anoto los versos finales (p. 46): “El sufrimiento es la navaja. Sólo/ hay que decirle sí para que nos corte”.
Busca un lapicero para escribirle a la mujer que le ha cambiado por otra, y luego de varias copas se halla entre las ropas los Pensamientos de Pascal. Lee sus subrayados. Uno de ellos dice (p. 93): “La grandeza del hombre está en que se conoce a sí mismo como miserable. Un árbol no se conoce miserable. Es, por consiguiente, ser miserable conocerse miserable; pero es ser grande conocerse que se es miserable”.
Él sufre por la ausencia que sabe ella no sufrirá (p. 95): “Una mujer es capaz de pasársela perfectamente sin un hombre. Su vida entera. […] La mujer es un ser empeñado en torturar al hombre porque no lo considera su semejante. Lo considera inferior. Simple. Vulgar. Ramplón. Con la misma ociosidad torturaría a un roedor”.
Acepta el final, mientras le sirven un trago (p. 103): “Mejor sin amor. Mejor la soledad, que da conocimiento y libertad. El amor ata. Fractura. El camino de la soledad es uno mismo. El atajo de la soledad conduce hacia uno mismo, hacia el conocimiento de uno mismo, reflexioné mientras don Óscar me servía mi Absolut Citron”.
Las mujeres pueden vivir en soledad; los hombres, en cambio (p. 106), “necesitamos esa contundencia amorosa que se traduce en la pluralidad de mujeres. En la vastedad de seres humanos en los cuales vaciar nuestra nimiedad”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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