¡Viva México!
Rosario se apresuró para terminar de lavar los trastes, quería llegar temprano a casa para convivir un rato con su mamá Roberta y su hermana Asunción. Su patrona tenía cena en casa con invitados por motivo de las fiestas patrias, habían contratado servicio de banquete de platillos mexicanos. El menú era pozole rojo, verde, blanco y huaraches; a sus compañeras de trabajo en la cocina y a ella les habían dado la tarde libre y el día siguiente entrarían a trabajar a las 10 de la mañana.
Marlene y Martha, compañeras de Rosario la esperaron a que terminara su labor, se encaminaron unas cuadras y luego cada una se dirigió a la ruta de autobuses que solían tomar. Rosario revisó la hora, estaba muy a tiempo de llegar a casa y pasar a comprar al mercadito cercano a su domicilio. Quería preparar unos chilaquiles verdes para cenar con su familia. Para fortuna de Rosario halló todos los ingredientes que requería y gastó poco.
Al llegar a casa encontró a su hermana y a su mamá entrajinadas bordando unas mantas, doña Sofía, una vecina que tenía una cocina económica les había encargado un pedido de 15 mantas. El motivo era que al día siguiente tendría venta especial de comida y quería estrenar decorado en las mesas. Rosario dejó en la cocina las cosas que había comprado para la cena, se lavó las manos y se sumó a bordar con ellas.
—¿A qué hora hay que entregar mañana las mantas que encargó doña Sofi? —preguntó Rosario.
—Nos dijo a más tardar antes de las nueve de la mañana, ya vamos más de la mitad. Sí las terminamos hoy y hasta alcanzamos a lavarlas. Todo sea por ganarnos un dinerito —contestó doña Roberta.
Después de un rato de bordar Rosario vio la hora, ya eran las siete de la noche.
—Las voy a dejar un momento, prepararé la cena, hoy habrá chilaquiles verdes —señaló Rosario.
El rostro de doña Roberta y Asunción mostraron sonrisas.
—¡Seguro que te quedarán bien deliciosos! —dijo Asunción sin apartar la vista del bordado.
Rosario comenzó a cocinar, se dio cuenta que no había comprado algo para beber. Revisó en el refrigerador y encontró unos limones, buscó en la alacena y halló una bolsita con chía, así que preparó limonada con chía. Al cabo de un rato sirvió la cena y llamó a su mamá y hermana a cenar.
—¡Qué bueno que te dejaron salir temprano Charito! No solo nos ayudaste a bordar sino que nos alegraste el corazón y nos consentiste con esta cena —comentó doña Roberta.
Terminaron de cenar, Rosario levantó los trastes y los lavó para que al terminar de nueva cuenta ayudara en la labor pendiente. Mientras seguían bordando Asunción hizo una pausa y prendió la televisión, cada una estaba atenta en su tarea. A lo lejos Rosario escuchó, ¡Viva México! ¡Viva México!, alzó la vista un momento y dijo,
—Ya están dando el grito, ya son las once de la noche, ya casi terminamos de bordar. Bien lo dijiste mamá, alcanzamos a lavar las mantas hoy.
Las miradas de las tres mujeres se encontraron, con destellos de alegría. Mientras Rosario volvía su mirada al bordado resonaba en su mente la frase: ¡Viva México! Y por dentro decía, ¡Viva su gente, vivamos nosotras!
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