Grinberg, 2

Casa de citas/ 657

Grinberg

(Segunda de dos partes)

Héctor Cortés Mandujano

 

El modelo budista (p. 61) “también es bifactorial”, es decir (p. 62), “sus Estados de Conciencia son la Conciencia cotidiana previa a la Iluminación y la Conciencia Iluminada”. El primero se refiere a la conciencia de los seres humanos “normales” y el segundo describe la Iluminación: “el ser humano Iluminado se libera y alcanza su verdadera identidad como la Realidad misma y total”.

El modelo de la Psicología Transpersonal (p. 64) “incorpora enseñanzas provenientes de las tradiciones Hindú, Budista, Teosófica y del Misticismo Cristiano, Islámico y Judío… […] Se le llama Transpersonal porque se interesa en el desarrollo más allá de un ego personal y su campo de estudio incluye los Estados Trascendentes de la Conciencia. […] El nivel de Conciencia más natural y elevado es el de la Conciencia de Unidad en el cual las diferencias entre objeto y sujeto, Observador y observado se diluyen en Realidad Única y todo abarcante. La Conciencia existe en todo pero el ser humano la fragmenta y limita asignándole fronteras de separación”.

El modelo sintérgico propone llegar (p. 69) “hasta la Conciencia de Unidad en donde no existen dicotomías y separaciones entre objetos y sujetos. En este nivel de fusión entre el Observador y lo observado, la experiencia resultante es que la imagen se ve a sí misma y el sonido se oye a sí mismo”.

Dice Jacobo (p. 72): “En general, podemos concebir la existencia de tres localizaciones principales de la experiencia: 1. En el interior del campo neuronal, 2. En el borde de la interacción entre el Campo Neuronal y la Laticce y 3. En la Laticce misma”.  De hecho (p. 75), “los seres humanos somos instrumentos de una Realidad más expendida”.

El objetivo final del modelo sintérgico es llegar a la conciencia de unidad y (p. 81) “el paso de la Conciencia de sí a la Conciencia de Unidad se produce cuando el acto de observación incorpora todos los contenidos posibles de la experiencia. El Observador unifica todos estos contenidos y por tanto se produce la Unidad del Observador y sus objetos de observación”.

Ilustración: Alejandro Nudding

A partir de su modelo, Grinberg creo un tipo de meditación que también permite transferir información de un cerebro a otro, de manera preverbal y sin importar la distancia física que haya entre uno y otro. Dice (p. 87): “Esta aplicación junto con la decodificación directa de la Laticce para recuperar la visión en ciegos ya ha sido probada en la práctica”.

Nosotros estamos ligados a todo el universo y (p. 90) “la Teoría Sintérgica es un modelo que intenta explicar esta Unidad Planetaria”.

 

***

 

—¿Y tú, Pachita, ¿sales de tu cuerpo?

—Pues nada más hago un empujón y ya estoy fuera

 

Los chamanes de México, volumen III, Pachita (Editorial Colofón, 1994), de Jacobo Grinberg-Zylberbaum, es una crónica puntual (escrita, cada día, apenas ocurridos los hechos) de un científico, Grinberg, deslumbrado ante el poder de una chamana: Bárbara Guerrero, “Pachita”.

En la introducción al volumen, Jacobo aclara más los conceptos de la Laticce (p. 2): “A partir de Einstein, el concepto de espacio ha sido inseparable del tiempo, por lo que la consideración de la laticce del espacio-tiempo se refiere a ambos, unificándolos. Cualquier objeto material es en realidad una organización irrepetible de la estructura de la laticce. En su estado fundamental de total coherencia, fuera de la misma laticce no existen ni objetos ni alteraciones temporales. Es únicamente cuando la laticce cambia su estructura fundamental que el tiempo transcurre y los objetos aparecen”. Y (p. 3): “El mundo que conocemos resulta de la interacción entre el campo neuronal y la laticce”.

Cuando el campo neuronal deja de modificar la laticce se llega a la conciencia de unidad y (p. 4) “el sujeto de la experiencia se vuelve una especie de ‘rey de la creación’ capaz de modificar la realidad desde sus orígenes. No puedo explicar la existencia de Pachita y sus efectos a menos que acepte que ella había logrado llegar a la conciencia de unidad”.

El Observador, dice Grinberg (p. 5), “en diferentes tradiciones se ha denominado Ser, Purusha o Atman. […] La aceptación del Observador como independiente del mundo físico no ha sido aceptada por la ciencia, aunque para Pachita su realidad era incuestionable”.

Pachita operaba sin anestesia y sin asepsia, y además, si quería hacía llover (p. 8): “Usando el peor caló, maldijo la sequía y pidió lluvia. A la media hora empezó a caer una llovizna ligera y en la noche comenzó una tormenta…”.

Ya en su crónica, apunta Jacobo, sobre las operaciones (p. 16): “No hay anestesia, no se suturan las heridas; apenas si hay dolor, los operados ríen mientras sus entrañas y su sangre nos bañan…”. Si Pachita necesita un órgano, en una operación, aparece (p. 18): “Pachita levantó los brazos y vi como algo se materializaba entre sus dedos.

“—Es una vejiga –me dijo, sabiendo lo profundo de mi asombro.”

Puede aparecer (los llama “aportes”) lo que sea, lo que se requiera. Pero no es Pachita quien cura y quien opera, sino el Hermano Cuauhtémoc, el rey azteca, quien la posee. Armando, uno de los ayudantes, le cuenta (p. 26): “Ella no come, Jacobo, tampoco duerme. Su corazón es un marcapaso cósmico, su carne es sólo apariencia”.

Cuenta Jacobo muchas operaciones milagrosas. Aquí una (p. 34): “El cuchillo había penetrado los ojos sin una exclamación de dolor por parte del hombre. […] ‘Realmente ese cuchillo no es lo que aparenta –pensé en ese momento–, inclusive ni siquiera sería necesario utilizarlo”. Con sierras y cuchillos abren todo (p. 38): “Necesito la sierra –dijo el Hermano. Con ella fue trepanada la enferma y después el cuchillo fue penetrando a su cerebro”. Otra operación (p. 141): “Vi como el cuchillo de mesa se introducía al corazón y literalmente lo partía en dos. […] Mientras su corazón era partido en dos, el muchacho sonreía y permanecía con sus ojos abiertos”.

Dice Jacobo (p. 63): “Las operaciones resultan y los enfermos sanan, pero algunos recaen. No basta la operación, es necesario que ocurra un cambio de mentalidad. Los malos hábitos mentales deben eliminarse para que la cura sea permanente”.

Escribe (p. 97): “La verdadera realidad trasciende toda lógica, pensamiento y verbalización. Más allá del pensamiento y el lenguaje está lo que conecta con el Ser y con la vida plena de sentido”.

Ante una de sus preguntas, el Hermano le responde (p. 137): “¡Donde yo estoy no existe ni tiempo ni espacio! Estoy en todos lados al mismo tiempo, puesto que no existen lugares ni tiempo”.

Concluye Jacobo (p. 155): “El encuentro con uno mismo es la eternidad”, y deja asentado en las palabras finales (p. 156): “No existe parte alguna de este libro que haya resultado de la fantasía o la imaginación. Lo que el autor escribe sucedió exactamente tal y como este libro lo describe”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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