La mirada indiscreta: entre lo público y lo privado
Pensar o debatir sobre lo que significa lo público y lo privado resulta una tarea más compleja de lo que se podría pensar. Conocer el vivir en sociedad de distintos pueblos o en diferentes momentos de la historia ayuda a percibir esa señalada complejidad que se hace visible en las discusiones de las ciencias sociales. Esto último porque ambos términos –público y privado- pueden aplicarse a distintas esferas de nuestra cotidianidad individual y social, además de que se extiende a referencias de ámbitos e instituciones contemporáneas. Ejemplos nítidos aparecen en sectores como la economía donde se distinguen las empresas públicas y privadas. También en el sector educativo resulta evidente esa diferenciación entre su carácter público o privado.
En definitiva, la división entre lo público y lo privado debe tomar en cuenta aspectos culturales y procesos históricos que marcan la posible o existente diferenciación de esos ámbitos que, en buena parte de nuestras sociedades, supuestamente están o estaban delimitados. Sin embargo, esa nítida separación ofrece muchas aristas en el vivir en sociedad. No es extrañó, entonces, que alguna de las reflexiones de Claudio Magris sobre la cotidianidad, y aparecidas en su obra Instantáneas (2020), fueran en dicha dirección a través de citar al escritor decimonónico Gustave Flaubert, autor entre otras obras de la clásica novela Madame Bovary:
También el corazón, escribe Flaubert, tiene sus letrinas, pero no se entiende por qué hay que espiar estas letrinas por el ojo de la cerradura, invitando a hacerlo a otros miles, o por qué hay que abrir la puerta de la propia letrina mientras se está ocupado en evacuar, e invitar a otros a mirar (pag. 116-117).
No cabe duda que Magris, el escritor trestino y especialista en la literatura de la conocida como Mitteleuropa, ve más allá de una anécdota en la referencia a lo expuesto por Flaubert. El narrador italiano observa una realidad que hoy se filtra por los poros de las sociedades, a través de todos los medios audiovisuales existentes, para hacer públicas cuestiones de intimidad personal sin más interés que un morbo que cuesta entender, aunque es digno de análisis porque concita la atención de un sinnúmero de espectadores. Una especie de, o sin especie, voyerismo compartido.
Como dije antes, la concepción de lo público y lo privado es disímil entre los pueblos del orbe, y también cambia en periodos históricos y según los credos religiosos. Lo que resulta evidente, desde esa lógica, es que hoy se está en un momento donde existen un sinnúmero de fisuras entre esa supuesta separación de lo público y lo privado, al menos desde la perspectiva de los individuos.
No me gustan los límites, o la imposición de los mismos, por el contrario me suelen molestar. Pero tampoco, en lo personal, quiero ver ciertas cosas de personas que no me interesan en absoluto, aunque nos consideren a los antropólogos un poco chismosos por nuestra forma de trabajar. Pero dicho ello hay que pensar si los posibles límites, vividos en muchas épocas y sociedades, son una solución y no se convierten en una cortapisa a la libertad. En definitiva, este síntoma social de la realidad actual bien merece reflexiones profundas de cómo en este momento histórico, con transformaciones tecnológicas que facilitan poner lo supuestamente privado en el ámbito de lo público, los seres humanos se perciben y se muestran en sociedad. Debate constante en cada momento histórico, incluso con indudables connotaciones religiosas, pero que hoy en día se complejiza dada la celeridad de los cambios tecnológicos en los que estamos insertos.
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