La bondad de un ogro, 2 (Notas sobre la literatura chiapaneca)
Casa de citas/ 652
La bondad de un ogro, 2
(Notas sobre la literatura chiapaneca)
Héctor Cortés Mandujano
¿Qué es la literatura chiapaneca?
En una antología que hicieron hace tiempo me incluyeron con un cuento. El antologador, que no me conocía, dijo que seguramente yo había nacido en Chiapas, pero que mi texto parecía escrito por alguien que nunca había salido de la Ciudad de México. Es decir, era un chiapaneco que parecía (¡grave pecado!) habitante de la gran ciudad. Mi texto (“Ensamble”) habla de cómo en la masturbación el hombre heterosexual inventa a una mujer en su cuerpo (la mano es la vagina) y la mujer, un hombre (el dedo es el pene). Los chiapanecos vivimos en el monte, somos una cultura antigua, no debemos ni podemos hablar de sexo, somos desde siempre el primer lugar en analfabetismo, pareciera decirme aquel que hizo la antología. Dedícate a tus temas, chiapaneco.
Los temas chiapanecos “tienen que ser” la marginación, la pobreza, el mundo indígena, la frontera… De Rosario Castellanos (Balún Canán, Oficio de tinieblas…) a Alejandro Aldana (Nudo de serpientes), por citar dos autores específicos, aunque en la lista cabrían muchas y muchos, están presentes esos temas. Eso te hace chiapaneco, según la gente de aquí y la de allá. Lo sé en carne propia y, por supuesto, me importa un comino.
Me llamó la atención, creo que se los comenté, que para la gira nacional de teatro en espacios independientes, el jurado del centro del país hubiera elegido mi obra La divinidad del monstruo, cuyos temas son filosóficos y no ocurren ni en Chiapas ni en México. Las otras dos elegidas eran sobre la frontera y la emigración de pobres a Estados Unidos de América. Salirse del corral de estos temas tiene sus bemoles, pero a mí me parece que hay que hacerlo. Estoy acostumbrado, desde que empecé a escribir, a que salten en mi contra gente a quien le molesta el lenguaje que uso, porque no parezco chiapaneco; La divinidad del monstruo ha sido elegida, hasta el momento, para cinco festivales de teatro y se ha presentado muchísimas veces con magníficas entradas de público; aún así siguen existiendo los que creen que el teatro de Chiapas debería dedicarse a contar chistes en chiapaneco o hablar de los manidos temas, como lo hacen los que quieren becas o que los inviten a festivales. La idea del pobrecito chiapaneco yo no voy a vendérmela nunca.
Me defino a mí mismo como escritor, no como escritor de Chiapas. No rechazo ni la herencia contextual que tengo ni me avergüenza haber nacido en este territorio; de hecho, uno de los signos distintivos de mi currículum es que, aunque me han pedido que sólo escriba el municipio, yo pongo toda la retahíla que me identifica: “Nací en la Finca El Ciprés, del municipio de Villaflores, Chiapas”. Ese es un hecho que ha tenido consecuencias en mi vida y en mi escritura, que asumo como fundamentales; no me interesa quedarme de este lado de la frontera del posol, sólo para darle gusto a chauvinistas de varia laya y demás esperpentos. El mundo es también mío.
El canon chiapaneco
No existe, decíamos. Se me ocurre una explicación: sólo pueden incorporarse a muertos, porque si hago una exclusión (no pongo a Paniagua, por ejemplo) no hay alguien que proteste. No tenemos tantos autores muertos que valgan la pena como para hacer un canon presentable, es decir, que los incluidos tengan varia obra incuestionable. Nuestra colección de lápidas no da para tanto. En mi Casa de citas 351, comenté la antología que hizo mi querido amigo Alejandro Aldana. Cito un fragmento: “El cuento en Chiapas (1913-2015) es un compendio de 43 cuentos y 43 autores: siete mujeres, 36 hombres; cuatro indígenas (dos tsetsales, dos tsotsiles) y 39 mestizos; seis nacidos en otra parte y 37 en Chiapas.
“Las tres primeras décadas (1910, 1920, 1930) sólo aportan un texto cada una; las tres siguientes (1940, 1950, 1960), dos; 1980 sube a cinco; en 1990 ya hay ocho, y el último periodo, de 2000 a 2015, se sale de toda proporción anterior: 21.” ¿Por qué? Porque los autores están vivos, evidentemente, y entonces es mejor caer en la laxitud, que buscarse enemigos.”
Y entiendo a Alejandro, quien hizo este trabajo tremendo y útil. A veces no tiene caso granjearse enemigos. No es fácil, porque llegan solos, como las moscas a la miel.
Leer mal, leer poco, leer mucho
Leer mal, para no darle muchas vueltas, es que el autor pierda por default, como si el libro no se hubiera presentado al juego. “No leo a Vargas Llosa porque es de derecha; fulanito de tal es muy malo, no lo leo”. Es decir, acomodo lo que dijo Daniel: se hace un juicio del autor no una crítica del libro. La mala lectura, y lo dice Andrés Felipe, es literal, definir el libro por su anécdota. Woody Allen dice, cómicamente, que tomó un curso de lectura rápida y leyó Guerra y paz, de Tolstói: “Es sobre una guerra”.
Leer poco es poner el libro en la última posición de la fila de cosas que tenemos que hacer todos los días. Antes están las redes, las naderías, las reuniones, el trabajo cotidiano. El libro no está en el horizonte diario.
Para mí leer mucho es un sueño imposible: nunca es suficiente. Hago un plan de lecturas anuales (sí, como los contadores), llevo una bitácora de lecturas (como los contadores) y sufro cuando bajan mis estándares por estar inmiscuido en muchos proyectos o por imponderables de vario tipo. En junio pasado (de 2022) leí, por ejemplo, sólo diez libros y es mi peor mes de lecturas en mucho tiempo.
¿En qué se parecen los escritores chiapanecos?
Entiendo que la pregunta se refiere a aquellos cuyas obras son legibles, interesantes, más o menos novedosas. En poco, creo. Hay imitadores, claro, gente que repite tramas o estilos, o hablan de lo que ya se ha hablado hasta el cansancio, etcétera. Pongamos nombres de escritores: Carlos Olmos, Eraclio Zepeda y Jaime Sabines, un dramaturgo, un narrador y un poeta. Los tres hablan de Chiapas, pero su mirada es única, tienen una voz distintiva, no quieren parecerse. Cada escritor que valga la pena, me parece, tiene que inventar su propio universo.
Y hasta aquí. Un abrazo.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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