Aguas frescas en verano
El verano se había hecho presente y con él las vacaciones, Liliana estaba muy contenta porque podría ir de paseo a la ciudad de México, a visitar a Flor y Rafael, su prima y primo, a quienes no veía desde antes de la pandemia por la Covid 19. Liliana había terminado el cuarto grado de primaria, Verónica y Patricio, su mamá y papá, le dijeron que sería su regalo por haber tenido buenas notas.
Sin embargo, Liliana no contaba con la situación económica que tenían en casa, la tiendita de abarrotes que era el sustento familiar había tenido pocas ventas en los últimos tres meses. Cuando Verónica y Patricio le dijeron que no les alcanzaban los ingresos para costear sus días de vacaciones se puso muy triste.
El día que le dieron la noticia estaba ayudando en la tienda, pasado el mediodía escuchó al señor que vendía pozol de cacao en su triciclo, gritaba con entusiasmo,
—¡Aquí está el pozol! ¿Va a querer su pozol?
Le llamó la atención el anuncio, se asomó a la puerta de entrada y se dio cuenta que el calor estaba en su apogeo, justo como para tomar algo refrescante. Vio que algunas personas se juntaban a pedir pozol. Se le vino a la mente que ella podría vender algo para tomar y de ahí reunir dinero para su viaje. Les comentó la idea a Verónica y Patricio, al principio no les llamó mucho la atención pero al ver el ánimo de Liliana se sumaron a apoyarla. Le sugirieron vender limonada, naranjada y jamaica con limón y chía. No tendrían que gastar en los productos porque normalmente los tenían. Liliana les ayudaría a prepara las aguas y también haría el anuncio. Buscó materiales reciclables, encontró una cartulina de color naranja, usó sus plumones y escribió el anuncio, acompañado de un dibujo.
Al día siguiente Liliana se levantó tempranito, se arregló, colocó el letrero afuera de la tienda, acomodó una mesita de madera –donde hacía sus tareas- y una silla, en espera de la clientela. Verónica estaba más nerviosa que su hija, pensando qué pasaría si la idea no tenía respuesta. Patricio le adivinó el pensamiento y comentó a ambas que habría que ser pacientes, quizá la gente no comprara mucho al inicio.
El tiempo fue pasando y comenzó a llegar un cliente, luego una clienta, otra más y después del mediodía había vendido el agua de limonada y jamaica con limón y chía. La naranjada había sido menos exitosa pero no se perdía, la tomarían en la comida.
Al quinto día de venta Liliana se puso a sumar lo que había vendido. La tía Conchi, hermana de Verónica llegó de visita, al entrar a la tienda se dio cuenta del anuncio de las aguas. Reconoció la letra de su sobrina, iba a preguntarle de qué se trataba, la encontró muy concentrada, con libreta y lápiz en mano y muchas monedas sobre la mesita. La saludó y Liliana le explicó su idea apoyada por Patricio y Verónica.
—Aguas frescas en verano, vaya que es muy buena idea Lili, te felicito —le dijo.
La tía Conchi además de felicitar a la niña se dio cuenta que no se había dado por vencida al saber que no podrían apoyarla económicamente para el viaje y estaba esforzándose, actividad que no solo era benéfica para sus vacaciones sino para las decisiones en la vida. Platicó con Verónica, se sumaría a apoyar con lo que faltara para cubrir los gastos del viaje. Cuando Liliana se enteró su rostro dibujó una sonrisa de oreja a oreja, agradeció con un abrazo y un beso a su tía Conchi. De inmediato les escribió un mensaje a Rafael y Flor para darles la buena nueva.
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