A vuelo de pájaro

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Matilde despertó temprano a pesar de ser domingo, había quedado de ir a ayudar a Pilar y  Teo, dos de sus mejores amistades, a vender suculentas en el pequeño vivero que inaugurarían ese día.

Revisó si llevaba todo lo que le encargaron, hizo el repaso de la lista y encontró que todo estaba en su bolsa. Tomó su celular y escribió un mensaje a Pilar:

—¡Hola Pili y Teo! Ya voy para el vivero, llevo lo que me encomendaron. Pasaré por el puesto de jugo de naranja, ojalá que ya estén vendiendo. Los veo al rato.

No se esperó a que Pilar le respondiera, guardó el teléfono y se dirigió al vivero. El día estaba soleado, el clima era caluroso, tal parecía que era efecto de la lluvia de la noche anterior. Pasó por un pequeño parque que estaba cerca de su casa, había diversos espejos de agua, así solía llamarles a los charcos de agua que reflejaban los paisajes. Le encantaba observarlos.

Mientras atravesaba el parque también se percató que muchas personas estaban tomando un pequeño descanso en las bancas, había personas jóvenes, adultas, adultas mayores. Un elemento que llamó su atención era que la mayor parte de ellas estaban entretenidas con sus teléfonos celulares, como si el mundo girara en torno a esos aparatos.

Matilde se quedó pensando que si ella no fuera caminando estaría como esas personas, concentrada en su celular. El aleteo de una paloma hizo volver la vista a su derecha, se dio cuenta que había muchas palomas, algunas revoloteaban dando giros y luego se arremolinaban hacia una dirección.  Una señora mayor les estaba dando arroz. Las demás personas parecían no darle importancia a ese paisaje.

—¡Uff! ¿Hasta dónde llegamos a ensimismarnos con el cel? —se dijo para sí Matilde.

De repente recordó que había quedado de pasar por el puesto de jugos de naranja. Apresuró su paso, echó una mirada a vuelo de pájaro a donde se ponía la señora que vendía los jugos, alcanzó a verla a lo lejos. Se encaminó rápidamente allí para encargar un litro de jugo. Revisó su teléfono, Pilar le había respondido.

—¡Hola Mati! Gracias. Ojalá que encuentres juguito de naranja. No te demores, las suculentas y nosotros te esperamos.

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