Una noche luminosa
La comisión laboral de Beatriz había finalizado después de tres días de una ardua jornada. Tomó el camino a la terminal de transporte que la llevaría de regreso a casa, hizo sus cálculos, estaría llegando alrededor de las ocho o nueve de la noche, si todo iba bien en el camino. Alzó la vista al cielo, buena parte estaba coloreada por tonos grises, una señal de que no tardaría en llover.
Beatriz documentó su pequeño equipaje y luego subió al camión y se acomodó en el asiento, el conductor esperó a que llegara la hora de salida, las seis de la tarde e inició el recorrido. El camión llevaba a pocas personas a bordo, por lo que a Beatriz no le tocó ir acompañada. Buscó en su bolsa el suéter ligero que había llevado, el aire acondicionado no tardó en comenzar a sentirse. Inclinó ligeramente su cabeza sobre la ventana y contempló el paisaje. Los cerros se veían hermosos, con un verde intenso. El efecto de las nubes grises se dejó sentir cuando las gotas de lluvia fueron cayendo, primero sutilmente hasta llegar a convertirse en una lluvia torrencial. Cerró los ojos con la espera de que la lluvia no tardara demasiado, al menos no hasta que llegara a casa, había olvidado llevar paraguas. Se quedó dormida alrededor de media hora. Despertó y volvió la vista a la ventana, la lluvia había parado. Se percató que iban a mitad del camino.
La siesta le había sentado muy bien, tanto que decidió seguir contemplando el paisaje. Por un lado, el tono de la tarde estaba entre naranja y dorado, por otro pintado con el azul cielo que tanto le gustaba acompañado de nubes blancas y un poco más allá, se veía de nuevo la tonalidad grisácea. Alcanzó a percibir la aparición de la Luna, debido a la claridad de buena parte del cielo aún no destacaba. Conforme la tarde fue ocultándose para dar paso a la noche, la Luna llena se convirtió en el elemento central del cielo, cobijada por muchas nubes que la enmarcaban y algunas estrellas titilando alrededor. La vista era muy bella. A ese paisaje se sumó una serie de relámpagos, primero Beatriz pensó que la lluvia estaba de regreso. No fue así. Los relámpagos quedaron como una especie de efectos que de vez en vez se dejaban percibir de manera impresionante. Beatriz recordó a Claudio, uno de sus mejores amigos, poco le gustaban los relámpagos. Le dieron ganas de tomar una foto para captar esa bella postal y enviarle a Claudio, prefirió quedarse atenta a la ventana, observando el paisaje nocturno. Faltaba poco para llegar a casa y pocas veces tenía la oportunidad de tener frente a ella una noche luminosa.
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