Reflexiones para la transición interior en la crisis climática
Elyaneth Martínez Mtz[1].
Cataclismos sociales y políticos, incendios forestales, olas de calor, ¿ebullición de las conciencias y sentires? Las últimas semanas no hemos necesitado la precisión de datos científicos o de simuladores climáticos altamente tecnológicos para advertir de forma contundente las temperaturas que podrían ser irreversibles con el proceso de calentamiento global ¿aún dudamos de los desafíos inauditos que nos esperan? ¿qué hemos logrado transformar en 50 años a partir de la advertencia mundial que hizo el Club de Roma sobre el ritmo de consumo de recursos naturales? Ahora las preguntas también cambian, ya no podemos evadir cuestionarnos ¿las personas estamos preparadas para habitar un planeta que está calentándose? ¿qué dimensiones nos faltan por vislumbrar en el panorama de múltiples cambios?
A nivel de políticas económicas y ambientales todo parece indicar que no hemos modificado de forma sustantiva nuestra vida, en especial en sociedades del sistema capitalista; con la expansión del neoliberalismo acompañado de nuevos modelos extractivistas vemos como el deterioro de los recursos naturales no se frena, prevalece y se exacerba la sobreexplotación de los ecosistemas de los que depende la vida. Siguen las inercias desarrollistas que ahora promueven tecnologías verdes, a las insuficientes 3 R´s (reduce, reutiliza y recicla), se van sumando resiste, repara, rechaza, regenera y otras más.
Llama la atención la alegría con la que recibimos el frescor de la lluvia esta temporada, son notables las ganas de sembrar árboles que nos den sombra y refresquen nuestras cárceles de asfalto y concreto; en algunos sitios siguen en espera de un ciclo de lluvia benevolente que permita buenas cosechas de las que depende nuestro sustento. Los riesgos son latentes, y con tantas dimensiones afectadas por la crisis planetaria, han tenido muy poca atención los cambios a nivel psicosocial que supone vivir en este escenario; a los efectos de crisis políticas y económicas, la pandemia por COVID 19 sumó efectos psicoemocionales inimaginables derivados de la incertidumbre y el miedo; por tanto nos surge otra pregunta insoslayable: ¿contamos con herramientas afectivas para afrontar sucesos inesperados, riesgos y vulnerabilidades que se acentúan cada día más?
En marzo de 2023 el Intergovermental Panel on Climate Changue IPCC anunció que llegaremos a 1.5 grados de aumento en la temperatura varios años antes de los pronósticos. Este organismo exhortó a los estados a tomar medidas urgentes para garantizar un «futuro vivible para la humanidad”; con apoyo del Consejo Internacional de Justicia CIJ, buscan remediar la falta de acción climática y promover los derechos humanos de poblaciones afectadas por el calentamiento global; ambas instancias estiman presentar en el mediano plazo un dictamen que reclame la necesidad de acelerar la acción climática de los Estados, ya sea por iniciativa propia o mediante acciones legales.
Si la pandemia COVID-19 dejó impactos psicológicos considerables en esta generación de adolescentes y jóvenes (UNICEF, 2021); la misma generación podría padecer impactos socioafectivos de condiciones climáticas estresantes junto con políticas restrictivas producto de las penalizaciones internacionales en su vida adulta ¿cómo imaginamos la vida en ese escenario?
Ciertamente, es un reto de múltiples dimensiones adecuar nuestra vida cotidiana y nuestras expectativas de futuro. A menudo las decisiones geopolíticas y cientificistas están desfasadas de la cotidianidad y de las implicaciones que ya estamos viviendo en cada territorio y en nuestras subjetividades. Las potencias mundiales que más depredan y contaminan son las menos comprometidas, ¿les conviene seguir en negación? Quizá sí, por la conveniencia de evadir responsabilidades, tal vez con la esperanza de que creamos que los efectos devastadores son democráticos y los padeceremos en todo el globo por igual; cuando observamos que no es así, las desigualdades estructurales van en un rumbo de acumulación de vulnerabilidades y riesgos; desde la economía política y la ecología política feminista, activistas y academias ha planteado desde hace años que si no tenemos justicia social y de género tampoco habrá justicia ambiental.
Entonces, ¿cómo nos preparamos en la dimensión psico-emocional ante el inminente cambio climático? La situación nos interpela a romper la apatía al creer que nada podemos hacer, y más bien pensar que es posible imaginar otra vida, otras formas de relacionarnos con la naturaleza. Ahora, la reflexión individual que es muy importante, puede generarnos agobio y ansiedad; por ello, es deseable que desde ahora pensemos en cómo prepararnos, en este sentido, son de utilidad algunas pautas sugeridas para afrontar los momentos de crisis: informarnos, reflexionar, cuestionar, organizarnos, accionar, dar y recibir apoyo.
Aunado a los esfuerzos loables que ya realizan los observatorios de democracias, violencias, del propio cambio climático, los próximos años será importante ampliar el rango de mirada para contar con saberes y estrategias que nos permitan adaptar nuestra vida ante lo inesperado, incluida la dimensión socioemocional.
De qué sirve considerar la transición interior si de todas formas la vida será menos confortable y más riesgosa? ¿va a cambiar algo de fondo? Aunque parezca fuera de lo urgente y práctico, los cambios en la emocionalidad e intersubjetividad interactúan con nuestros esquemas de percepción, lo que puede significar cambios en las decisiones de vida y a la postre modificación de los imaginarios sociales. Y, ¿por dónde iniciamos? Por supuesto, necesitamos de creatividad para comprender como puede verse afectado nuestro estilo de vida y para ello es clave cultivar la introspección, que en términos sencillos consiste en “preguntarnos y respondernos con honestidad” (Melillo, 2004).
Uno de los primeros aspectos de la transición interior es aceptar lo que está pasando, reconocer los sentimientos que nos genera la crisis climática que se superpone a guerras, autoritarismos, crisis económicas; ese gran primer paso consiste en ir de la negación a admitir nuestros sentimientos como la impotencia, frustración, rabia, enojo ante la vulnerabilidad, devastación y violencias. En esta sinceridad interna, a manera de profundizar la reflexión, podemos interrogarnos ¿qué me preocupa y qué me atemoriza de los efectos ante el cambio climático?, ¿cómo imagino mi vida? ¿qué disposición interna tengo para adaptar mis expectativas de consumo de recursos y energía? ¿qué cambios puedo experimentar en lo personal, en el ámbito laboral, en la salud? ¿reconozco mis necesidades actuales y las del futuro?
Para tejer en el plano colectivo una siguiente pregunta guía podría ser ¿en qué redes podemos compartir e intercambiar aprendizajes y saberes que nos permitan prepararnos? ¿en qué espacios podemos hablar de lo que nos preocupa del cambio climático, de lo que necesitamos para accionar de forma propositiva? Esta preguntas nos permitirá ubicar cuales pueden ser nuestras potenciales comunidades de apoyo en la transición que atravesamos.
Iniciativas y redes dedicadas a la ecología profunda o ecopsicología han dado pasos en este rumbo desde hace décadas; consideran que atender la dimensión emocional de esta crisis nos permitirá reconocer el dolor que sentimos ante la pérdida, y eventualmente podremos “amigarnos con la posible extinción humana del planeta” (Villaseñor, 2021). De igual forma, también es crucial buscar estrategias que amplíen el rango de corresponsabilidad y participación (Díaz-Salazar, 2016), así podríamos experimentar los cambios internos como la “naturaleza cuidándose a sí misma”; un proceso de cambio responsable y pautado nos permitirá hacer transformaciones en lo individual y en lo colectivo de forma voluntaria, de tal suerte que, en un panorama ampliado de la crisis que considera las emociones, las soluciones que busquemos en lugar de distraernos nos llevarán al problema de fondo.
Por supuesto, atender la dimensión socioemocional no significa dejar de lado otras dimensiones, también requerimos contemplar seriamente aspectos de vivienda, alimentación, consumo; a nivel práctico hay muchas opciones de tecnologías apropiadas, de bajo impacto, con alta eficiencia energética. En la permacultura hablamos de reencontrarnos con los ciclos de la naturaleza (carbono, hidrógeno, agua) y de hacer una transición planeada para un mundo en descenso energético (Holgreem, 2002). Además, comunidades alrededor del mundo están generando saberes para reconstruirse luego de fuertes terremotos, inundaciones, huracanes; es vital que desde ahora demos espacio a esos aprendizajes para restaurar lo vínculos entre el ser humano y la tierra, mismos que ya están emergiendo como resultado de ambientes convulsos.
En este sentido será de gran utilidad conocer y compartir estrategias de otros lugares en los que han enfrentado crisis de diversos tipos, de ahí la pertinencia de que los observatorios también den cuenta de estrategias comunitarias ante la crisis climática que incluyan la dimensión socioemocional como un componente relevante de nuestra transición.
Fuentes consultadas
Díaz-Salazar R. (2016). Educación y Cambio Ecosocial. Del yo interior al activismo ciudadano EDUCAR, Fundación SM. EU.
Holgreem, D. (2002). Permacultura. Principios y senderos más allá de la sustentabilidad. España, Kaicron S.L.
Melillo, y Rodríguez (comp). (2004). Resiliencia y Subjetividad. Los Ciclos de la Vida. Buenos Aires. Paidós/Tramas Sociales.
UNICEF (2021). Los efectos nocivos de la COVID-19 sobre la salud mental de los niños, niñas y jóvenes son solo la punta del iceberg. www.unicef.org
Intergovermental Panel on Climate Changue (2022).Las consecuencias jurídicas de la inacción climática. En https://porelclima.org/actua/ambicioncop/actualidad/5616-las-consecuencias-juridicas-de-la-inaccion-climatica
Villaseñor, A. (2021), Ecología Profunda y El Trabajo que Reconecta. Despertando al Ser ecológico: Sanando el trauma de separación. Congreso Pulsando Culturas permanentes. https://culturaspermanentes.com/congresos/
[1] Lic. Comunicación, M en C. Recursos Naturales y Desarrollo Rural, Arteterapeuta Humanista, estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas.
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