Tuxtla: la resistencia ciudadana frente a la barbarie
Hace algún tiempo presenté en este espacio ciertas reflexiones en torno a las mega obras públicas que tanto el gobierno municipal, como el estatal, han emprendido en las presentes administraciones chiapanecas. En particular, Tuxtla Gutiérrez sufre los problemas de todas las capitales del país, pues casi quedan barridas las autoridades municipales frente al poder incontrastable de los gobernadores. Guardadas las proporciones, es lo que sucedía en la Ciudad de México, cuando los presidentes de la república decidieron eliminar los poderes locales convirtiendo a la capital del país en una suerte de oficina de la presidente, eufemísticamente llamado Departamento del Distrito Federal. Con ello, se anuló el derecho de los ciudadanos chilangos a elegir a sus gobernantes, cosa que se ha venido revirtiendo a lo largo de los últimos años. Todo ataque a los poderes locales termina por anular derechos de la ciudadanía, como nos lo ha demostrado la experiencia.
Se llevan a cabo obras públicas prácticamente en todos los puntos cardinales de la ciudad y acaso algunas de ellas puedan ser más o menos apropiadas, pero otras no pasan la prueba del ácido. Decía hace un tiempo, también, que la obra que se realizaba en las cercanías de la Torre Chiapas no solamente estaba enfocada hacia el “beneficio” de los automovilistas, que de los ciudadanos cuyo único medio de transporte son sus piernas. Es más, en el momento que escribía aquella nota, me informaban mis amables lectores, que ya habían ocurrido accidentes por la mala señalización de la obra y por la carencia casi absoluta de personal de tránsito que controlara los flujos del transporte público y privado. Lo que me parecía más inaudito era la abyecta insensibilidad de la autoridad al, literalmente, ordenar el arrasamiento de un conjunto de árboles endémicos y que resultan imprescindibles para una ciudad que sufre las inclemencias del clima por las altas temperaturas que allá se experimentan.
Es verdad que los actuales gobernantes no inventan la destrucción inmisericorde como política pública; quienes han sido sus antecesores acabaron con la arquitectura vernácula de la ciudad desde mediados del siglo XX. Y así, continuaron la destrucción los sucesivos gobiernos priistas, cosa que ahora continúan los gobiernos de otros partidos. De tal manera que los hermana no solamente una mentalidad, sino una visión para los negocios. Los actuales funcionarios locales comulgan con una idea de modernidad venida a menos, pero escandalosamente depredadora. Descubrieron la mejor forma para abatir el desempleo, realizar obras públicas en el territorio de sus dominios que a mansalva agrede a las personas y somete el entorno natural a una presión brutal de los buitres que destruyen todo a su paso: las compañías constructoras. La lógica de todo esto es la ganancia (lícita e ilícita) y la creación de empleos precarios y temporales mientras llegan las elecciones.
No obstante ello, llama la atención que existen grupos de la sociedad civil local que se atreven a levantar la voz frente a los despropósitos del gobierno. Se sabe que se proyecta una mega obra con puentes y toda la parafernalia constructiva con el supuesto fin de favorecer la circulación vehicular por el lado norte de la ciudad. Estas obras, como ha señalado la Asociación Civil Menos Puentes y Más Ciudad, pretenden la destrucción de un conjunto de árboles que pueblan los parques Joyyo Mayu, Caña Hueca y Tuchtlán.
Es verdad que uno de los problemas centrales de la urbanización en el mundo es la movilidad de los ciudadanos, pero pretender “resolver” el tránsito de personas y de bienes al interior de la ciudad a partir de mega obras especialmente diseñadas para la movilidad individualizada ya ha demostrado su inviabilidad e incluso la devastación ambiental que este modelo depredador genera en el mundo. Hoy en día se proponen modelos de movilidad no solamente amigables con el ambiente sino, además, pensando en el ciudadano y no necesariamente pensando en el transporte privado.
Si coincidimos que, en efecto, el problema de la movilidad es uno de los conflictos torales de las ciudades actuales y resolverlos no es nada sencillo, pero se puede avanzar mucho si no se pierde de vista los sujetos a los que está dirigida la acción pública y ciudadana que permita aliviar la ineficiencia y los riesgos en los desplazamientos por la ciudad. Los “cumbianceros” que circulan por Tuxtla son un verdadero peligro para los usuarios y para la ciudadanía en general, pues transitan sin la más mínima prudencia como si no hubiese más ley que la de ellos a fin de literalmente disputarse el pasaje.
Por ello mismo, las iniciativas del grupo Menos Puentes Más Ciudad adquieren mayor relevancia tanto por el cuidado del medio ambiente, como por su visión hacia el ciudadano que puede no solamente disfrutar la ciudad sino que, además, puede transitar por ella sin poner en riesgo su vida. Ahora que han salido a la calle a protestar por el atentado que significa la obra que presuntamente habrá de destruir una rica zona arbolada de la capital chiapaneca, quizás eso significa que las autoridades involucradas en semejante obra no están atentas o, peor aún, han decidido ignorar las opiniones y demandas de una porción de la ciudadanía que no solamente se opone a la obra en cuestión, sino que tienen propuestas para mejorar el entorno urbano. Ojalá todavía se esté a tiempo para revertir lo que parece ser el destino manifiesto de la destrucción.
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