Pablo Salazar, unas botanas y Jaguares

Hace unos días comimos unas botanas con Pablo Salazar, Isaín Mandujano, José Juan Balcázar, Miguel Lisbona y Pepe Bezares. Isaín y Pablo ya comentaron sobre el ejercicio y la crítica periodística. No voy a abundar en eso. Lo que me llamó la atención de esa reunión fue la reacción de las personas cuando vieron al exgobernador.

No obstante que nos sentamos en la parte más alejada del restaurant, se corrió la voz de que Pablo Salazar estaba echando sus botanas, y hasta ahí llegaron varios comensales a saludarlo, a felicitarlo, a agradecerle. Una señora se acercó y le dijo: “usted no me recuerda, pero gracias a usted tengo mi plaza en el hospital. Cuando usted era gobernador nos visitó, se dio cuenta de nuestra condición laboral y regularizó mi situación, lo mismo que la de otros compañeros. Ha sido la mejor época que hemos tenido de la salud pública en Chiapas”. Pablo Salazar reía y platicaba con las personas que se acercaban a saludarlo. Algunos eran conocidos suyos y, memorioso como es, les hablaba por su nombre.

Después de una buena plática, porque Pablo es un gran conversador, cuando íbamos rumbo a la salida, varias personas se pararon a saludarlo, a felicitarlo por su buen gobierno. De otra mesa, unos empleados de una empresa privada, que saboreaban sus costillitas asadas con cervezas ámbar, le agradecieron por haber traído el futbol profesional en Chiapas. Y Pablo sonreía. Una de sus grandes satisfacciones fue haber creado Jaguares de Chiapas. Momentos antes nos había contado, aprovechando que Miguel Lisbona le había regalado su libro sobre el futbol en Cuba, de las peripecias para establecer Jaguares.

En aquel año de 2002, el Puerto de Veracruz se había convertido en sede de dos equipos de futbol de primera división: por un lado, había llegado el Irapuato del Grupo Pegasso, y por el otro, los Tiburones Rojos habían ascendido a primera división.

Apasionado como es del futbol, Pablo Salazar vio la posibilidad de traer el Irapuato a Chiapas. Le llamó a Alejandro Burillo, presidente de Grupo Pegasso, para convencerlo de que los chiapanecos éramos buenos aficionados del futbol, que aquí se llenaría el estadio sin mayor dificultad.

Burillo le contestó que los equipos de primera división no vivían de lo que pagaban los aficionados, sino de los patrocinios, y para que Jaguares fuera una realidad se requerían 80 millones de pesos, además de un estadio con las condiciones mínimas requeridas por la Federación Mexicana de Futbol.

Pablo empezó con su tarea de negociador. Habló con los socios de Soriana y consiguió 20 millones de pesos; sumó a Farmacias del Ahorro, Coca Cola, Bimbo, Cheetos, “los jugadores tenían publicidad hasta en las nalgas”, recordó entre carcajadas. Para obtener apoyo de Pemex, habló con el entonces presidente Vicente Fox, a quien le dijo que el deporte saca a los jóvenes del vicio. Así agregó también a la paraestatal.

Intentó convencer a Roberto González, dueño de Grupo Maseca y de Banorte, pero ni siquiera le tomó la llamada. Le envió de todos modos el mensaje: le solicitaba cinco millones para impulsar el futbol profesional en Chiapas. Le respondió que no era posible.

Ante la negativa, al día siguiente ordenó que se retirara el dinero que tenía el gobierno de Chiapas en Banorte. En ese 2002, nuestra entidad era la octava más importante en la captación de recursos para ese banco, y gobierno del estado era un cliente fundamental.

Cuando los directivos de Banorte vieron que el dinero del gobierno chiapaneco volaba de sus cuentas, lo buscaron para ofrecerle diez millones de pesos, cinco millones más de los que había solicitado. Con ese fondo surgió el programa social Semillita para Crecer, que llegó a contar con 300 mil mujeres acreditadas, y que prácticamente no generó cartera vencida. Un verdadero logro.

Hablar con Pablo Salazar es siempre un agasajo. Le tengo gran afecto como persona y lo admiro como político. “Ojalá hubiéramos tenido más gobernadores como usted”, decían las personas que se acercaban a saludarlo en Alí Babar, y yo coincido totalmente con ellas.

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