La sociedad posmoderna, el naufragio del sujeto y la serenidad

Florentino Pérez

En griego, «regreso» se dice nostos.

Algos significa «sufrimiento».

La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado

 por el deseo incumplido de regresar.

Milan Kundera, La ignorancia

 

Para Astrid Alexia Miceli Montesinos.

Vivimos tiempos agobiados por una especie de tsunami de imágenes, información y entretenimiento, que circula por diferentes plataformas y otros dispositivos móviles digitales, que consume una parte importante de nuestro tiempo y energía; nos atrapan y anclan en el consumismo frenético para favorecer al capitalismo tecnoglobal y su reproducción.

Los vínculos de convivencia con los Otros y el entorno se diluyen, van quedando en el pasado. Prevalece ahora el individualismo, nihilismo, narcisismo y autismo, como características predominantes de los sujetos de la posmodernidad.

La posmodernidad nos está llevando a los sentimientos de vacío, perturbación, intranquilidad, desolación y sobreexcitación. Nos confina a los dispositivos móviles, redes socio digitales e inteligencia artificial, en las cuales encontramos refugio.

Atrás va quedando la capacidad de pensar y anhelar, de asombro e imaginación. Hemos dejado de contemplar el entorno que nos rodea, de observar la bóveda celeste, constelaciones y misterios que aún encierra; de andar por caminos y veredas, calles y avenidas de las ciudades, por las montañas y llanuras del campo, navegar por ríos y mares, de asomarnos a la historia, cultivar la memoria y mantener vigente las utopías.

La aplicación de la inteligencia artificial y sus redes neuronales van emergiendo con mucha fuerza. Los algoritmos nos están despojando de la subjetividad, transformándonos en datos y conduciéndonos a una ciberadicción y nomofofia.

Frente a nosotros pasa a gran velocidad un torrente de información e imágenes que consumen la vida e inhiben el pensamiento, la reflexión, la tranquilidad y serenidad.

Para el homo videns no existe horizonte más allá de lo que ve; no se asume como parte de una realidad amplia e inconmensurable, su mundo se limita a un patrón de vida y consumo estandarizado que impone el orden dominante que es el capitalismo globalizado.

¿Como evitar el naufragio del sujeto? ¿como resituarlo y recuperar su subjetividad y su pensamiento? ¿como regresar a sí mismo, a las cosas, al entorno que lo rodean, y a la serenidad? ¿como recuperar el mundo de vida?

En 1978 Foucault impartió la conferencia La cultura de sí, en la universidad de California en Berkeley, e incorpora a su corpus teórico el concepto del regreso de sí como modelo ético, objetivado en el cuidado de sí, que tiene sus referentes en el pensamiento filosófico grecorromano de los los epicúreos, cínicos y estoicos, pero también en los principios socráticos y délficos de conócete a ti mismo.

Fue Séneca en su tratado Sobre la serenidad del alma, quien, junto con Epicteto y Marco Aurelio, desarrollan el cuidado de sí como la emancipación del temor, de la ansiedad, intranquilidad y perturbación que, junto con la sencillez y austeridad, conducen a la serenidad.

Retomemos el cuidado de sí, dosificando  el uso de los  dispositivos digitales que promueven lo igual y estandarizado. Hagamos un alto, una pausa para escuchar los sonidos y silencios de la vida que habita en el planeta, de las plantas y animales con los que compartimos esté hogar común que es el planeta Tierra.

Desde la civilización griega, estaba presente la preocupación por el ser y sentido  de la vida. Dice Ierardo, en el libro La sociedad de la excitación (2019), que Epicuro de Samos formuló una filosofía de la predisposición a la serenidad y a la vida feliz, en la cual la pulsión del placer no solo se desprende del cuerpo complacido, sino de la construcción que deviene de la ataraxia, es decir, la suspensión del estar turbado y superación del temor y ansiedad.

Trascender el temor y la ansiedad abren el camino al placer y la serenidad.

Por el jardín de la escuela del filósofo helénico caminaban, tanto esclavos como mujeres, quienes incorporan las enseñanzas que el placer no es una búsqueda, sino el resultado de una serie de acciones racionales para escapar del temor a vivir; es una ruta, aunque precaria, a un respirar sereno.

Por su parte, para la civilización andina, el Buen vivir es la vida en plenitud, el bienestar social, económico y político que se anhela; el desarrollo pleno de los pueblos, la dulzura de ser siendo en la riqueza de la vida, tanto en aspectos materiales como espirituales; la dignificación y bienestar de uno mismo, y el buen corazón; la reivindicación de un modelo de vida frente a la imposición colonial de estilos de desarrollo occidentales.

El Buen vivir, también es recuperar la cultura de la vida; de la vida en completa armonía y respeto mutuo con la madre naturaleza, donde todo es vida, donde todos somos producto de la naturaleza y del cosmos.

En la sociedad posmoderna la felicidad y vida serena es esquiva; prevalece la insatisfacción e infelicidad, el vacío de realidad y consumismo irrefrenable. Caminamos deprisa hacia ninguna parte, en el sinsentido de los actos. Actuamos sin pensar. Y cuando lo hacemos, el pensamiento se extravía en los temores de la metafísica.

Permanecemos turbados e impacientes, infelices y desesperados, ajenos al mundo. Nos han excluido de él. De ser seres sociales, nos hemos transformado en seres individualistas, egoístas, apáticos, indiferentes, conformistas, sumisos y dependientes del modo de producción y consumo capitalista que ha depredado al planeta, limitado la libertad, autonomía y voluntad.

Es hora de mover y ampliar el horizonte de vida; recuperar la dimensión humana del sujeto y su subjetividad, de construir y fortalecer los espacios de libertad y autonomía, de renovar y descolonizar el pensamiento; asumamos como sujetos constructores de las realidades sociales, las cuales habitamos y nos habitan; alejémonos de la concepción metafísico del mundo y la sumisión que nos encadena a la resignación; superemos el temor y ansiedad, para dar paso a la serenidad; retomemos el cuidado de sí, la cultura de la vida en armonía y respeto a la madre naturaleza.

Berriozábal, la Utopía, primavera 2023
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