El futuro de los espadañeros de Suchiapa

La tradición de la espadaña se enfrenta a un grave problema ambiental por la sobreexplotación de esta planta milenaria.

            Los espadañeros caminan alrededor de 70 kilómetros, desde que salen de Suchiapa o de Terán, hasta que llegan a El Estoraque, en Jiquipilas, o al Nambiyugua, en Villaflores.

            Cuando los hojeros, como conocemos también a los espadañeros, apenas sumaban unos cincuenta, y las plantas de espadañas eran abundantes, no había problemas para armar tercios de 300 hojas.

            Después, con un número mayor de devotos, se han necesitado más plantas para cubrir la demanda.

            Pero no son solo los hojeros quienes buscan espadañas en esa tradición anual de la Santa Cruz que se remonta a 400 años, sino también depredadores diversos, sobre todo comercializadores que han encontrado en estas hojas un ornato atractivo para venderlas en el centro del país.

            Tampoco los hojeros están exentos de pecados en su trato con la espadaña, conocida entre los chiapas y los zoques como planta sagrada; si bien, la mayoría es sumamente cuidadosa con la recolección de hojas, la nueva generación no lo ha sido tanto.

            Los jóvenes hojeros, en su desesperación y prisas por hacerse de un buen tercio de espadaña, la cortan con machete o con cuchillo, lo cual debilita la planta y la expone a los ataques de insectos y de plagas.

            La tradición ha sido recolectar las hojas con la mano, en un ritual y una práctica que puede ser beneficiosa, ya que al cortar las hojas más viejas se evita la pérdida excesiva de agua de la planta en el mes más cálido del año, consideran los investigadores Miguel Pérez y Andrew Vovides.

            No hay duda, sin embargo, que esta práctica religiosa pone en peligro las espadañas, y aunque en el Cerro la Sombra de la Selva, en donde principalmente acuden los hojeros de Suchiapa, hay proyectos propagación y repoblamiento de espadañas, se debe regular su explotación.

            En un futuro inmediato, quizás los devotos de esta planta deban iniciar su caminata al anochecer del 26 de abril en Suchiapa, y seguir a paso veloz al día siguiente, como ha sido siempre.

El 28 deberán subir por los cerros del Nambiyuguá y del Estoraque para encontrarse con plantas de espadaña, como ha sido siempre. Pero en lugar de cortar sus hojas, la cuidarán, le quitarán la maleza y la acompañarán durante el día.

Regresarán sin hojas de espadaña, como no ha sucedido nunca, pero vendrán contentos, sabiendo que allá, en los cerros, sobrevive esa planta sagrada y milenaria que fue compañía de dinosaurios en aquellos tiempos inmemoriales.

El 30 de abril, los recibiremos a la orilla del río con pitos, tambores y marimbas y les agradeceremos por su trabajo heroico y legendario. Traerán como presentes, en lugar de hojas y flores, algunas fotos, algunas selfies con hermosas plantas de espadaña que se les ha encomendado cuidar hasta el fin de los tiempos, generación tras generación.

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