Alimento de ratas
Casa de citas/ 638
Alimento de ratas
Héctor Cortés Mandujano
Leo, en uno de mis lectores electrónicos, Relatos 1927-1949, de Bertolt Brecht (1967, traducción de Juan del Solar B.). Este es el volumen dos. Ya he hablado antes del uno.
En “La historia de Giacomo Ui”, apunta Brecht sobre la vacuidad de anotar nombres célebres para el futuro (p. 64): “Y la posteridad está supeditada a los libros que al final son devorados por las ratas”.
Escribe varios cuentos sobre personajes históricos, famosos: Sócrates, Lúculo, Bacon, Giordano Bruno, Julio César… En “La herida de Sócrates”, relata la participación de este filósofo en una guerra; trata de escapar, se hiere y eso le hace pensar en una argucia que les permite ganar una batalla. Lo proclaman héroe, pero Xantipa, su mujer, quien tiene mal carácter y conoce los alcances de su marido en materia de acción, le reclama al gran Sócrates (p.95): “¡Seguro que habrás hecho otra de tus payasadas, ¿eh?”; y más (p. 97): “Alguna picardía habrás hecho para que ahora te den palmaditas en la espalda”.
Dice en “Los trofeos de Lúculo”, en que compara el amor con la guerra (p. 110): “¿Qué queda de los besos? Las heridas, en cambio, dejan cicatrices”.
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Vi en oferta el libro, a todas luces cómico, Esto te mandará a dormir (Planeta, 2019), firmado por dos obvios seudónimos, profesora K. McCoy y doctor Hardwick, con traducción de Carlos Jair Díaz Romero. Lo compré y lo leí. Escriben en serio sobre la monarquía lituana, la taxonomía de los moluscos, el conteo de los granos de arena, los robles, las distancias entre las galaxias, la historia de las alcachofas…
Trae varias páginas con ilustraciones (de Diane Law): suéteres, ramas de acebo, ovejas, abejas, gatos… prácticamente repetidos, como en una plana, para hallar alguna diferencia. En la introducción, dicen los autores, que (p. IX) “cada página garantiza una total carencia de emoción”.
En el texto “Diecinueve cosas aburridas en las que puede pensar” sugieren, entre otras (p. 3), “diferentes tonos del color beige” y “contar los cabellos de una cabeza muy peluda”.
No sé qué tan cierto sean, pero en “Las anotaciones más insípidas en diarios interesantes” está ésta de Cristóbal Colón, el sábado 4 de agosto de 1492 (p. 22): “Viramos al sur-suroeste”.
En el “Diccionario de lo apático” descubro esta, para mí, nueva palabra (p. 23): “Matidez, sustantivo: propiedad de ser aburrido o poco interesante”.
Escriben en “El teorema de los números interesantes, desmentido” (p. 36): “A los matemáticos les gusta mucho imaginar cosas que no son ciertas. Por ejemplo, cuando necesitaban fingir que hay una raíz cuadrada de -1, se imaginaron un número llamado i. Si multiplicas i por sí mismo, el producto es -1, aunque i no exista en realidad. Con el fin de aclarar esto, los matemáticos se refirieron a los múltiplos de i como números imaginarios. Esto fue para distinguirlos de los números no imaginarios, que tampoco existen en el mundo físico, pero pueden representarse en él”.
Dice en “Movimiento browiano de las partículas de polvo” (p. 50): “Parménides también aseguraba que no existe tal cosa como el vacío, ya que, si el vacío es, entonces es nada, en cuyo caso no es el vacío”.
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En la revista Tierra adentro # 151, abril-mayo 2008, escribe Leonardo Dajandra “El ensayo: Degradación y vigencia de un género inagotable”, en donde cita a Montaigne, el llamado Padre del ensayo (p. 34): “No he visto prodigio y milagro más claro en el mundo que yo mismo…; pero cuanto más me frecuento y me conozco, menos me comprendo”.
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Leo el libro de biografías breves Grandes poetas (Editora nacional, 1967), de Pedro M. Voltes, que va de Homero al poeta catalán Jacinto Verdaguer.
Dice de Virgilio (70-19 a. de J.C.), las fechas son suyas, una leyenda: que su madre (p. 19) “antes de que él naciera, soñó que había dado a luz a un ramo de laurel”, que de algún modo anunciaba el futuro triunfante de su vástago. Y aunque su obra cumbre es la Eneida, aquí se asienta lo ya sabido. Virgilio (p. 23), “antes de morir había expresado el deseo de que se echase a las llamas la Eneida, a la que no consideraba suficientemente corregida”.
Del nacimiento de Dante cuenta también una leyenda; que su madre, antes de darlo a luz soñó (p. 41) “que paría a un hijo que, alimentándose con bayas de laurel, se convirtió primeramente en un pastor y luego en un pavo real, triple signo de vocación de poeta, de enamorado de la naturaleza y de vanidoso”. Sobre la obra cumbre de Dante (1265-1321) escribe (p. 49): “En el orden simbólico, la Divina comedia está puesta en el signo de la Santísima Trinidad, porque tiene tres partes, se describe tres mundos, usa el terceto como metro poético, cada una de las partes tiene treinta y tres cantos, y el sentido de la obra es triple: literario, alegórico y místico”.
De Garcilaso de la Vega (¿1501/1503?-1536) cita un retrato de Tamayo de Vargas (p. 65): “tenía la trabazón de sus miembros igual, el rostro apacible con gravedad, la frente dilatada con majestad, los ojos vivísimos con sosiego y todo el talle tal que aun los que no le conocían, viéndole, le juzgaron por hombre principal y esforzado porque resultaba de él una hermosura verdaderamente viril”.
Para explicar el matrimonio de conveniencia de Lope de Vega (1562-1635) con la rica hija de un pescadero dice Voltes (p. 95): “Entonces, como ahora, el dinero solía andar por un lado y el talento por otro”.
De Edgar Allan Poe (1809-1856) cuenta una anécdota para explicar su propensión a la muerte. En su escuela detestaban a un profesor; un día Poe llegó y arrojó una masa sanguinolenta al piso (p. 194): “¡Aquí tenéis la cabeza del profesor! Ya no volverá a atormentarnos. Cundió el pánico entre los muchachos, y hasta algunos se arrojaron por la ventana. Luego resultó que la supuesta cabeza del profesor era un pavo muerto”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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