Fluir como el río
Rosenda había tenido un día complicado, eso le había generado estar dispersa en sus actividades laborales y le resultaba poco grato, no se sentía a gusto. Clara, su colega y una de sus amistades de toda la vida, con quien coincidía compartiendo espacio laboral le aconsejó que no se tomara las cosas tan a pecho.
—No te aflijas tanto por las cosas Rosenda, todo tiene solución. Recuerda que mientras uno tiene más ruido en la mente, menos se concentra. Ya casi es hora de salir, podrás irte a descansar a casa y disfrutar a tu familia.
—Gracias por tus palabras Clara, espero sentirme mejor.
Se despidieron y regresaron a sus oficinas.
Llegada la hora de salida Rosenda apagó la computadora, la desconectó y verificó que el regulador también estuviera apagado. En la empresa donde trabajaba era una recomendación especial a todo el personal que hicieran ahorro de la energía eléctrica.
Esa vez más que nunca agradeció que para ir a su casa solo debía caminar alrededor de cinco cuadras. Cuando estuvo en su domicilio sintió un gran alivio, el recibimiento de las flores que tenía en sus macetas le dio una sensación de paz. Federico, su esposo, aún no había llegado con Ariadna su hija. Era miércoles y solía llevarla a clases de dibujo. Revisó el reloj, eran las 5,20 pm. Decidió que los esperaría un rato más para que en familia decidieran qué cenarían.
Se colocó sus sandalias, se recogió el cabello en una coleta y se sentó frente a donde podía apreciar sus macetas con flores de geranios. Las observó atentamente, disfrutaba los colores de cada una, en tonos rojo, rosa, blanco. Todas le gustaban mucho.
Recordó el mensaje de Clara, la sugerencia de dejar la aflicción a un lado. Mientras dedicaba su atención a las flores, se le vino a la mente una de las imágenes más bellas que tenía guardada en su memoria y en su corazón, el paisaje del fluir constante de un río. En un paseo que realizó se le quedó grabada una escena que la impresionó, la imagen era una parte del río, donde unas piedras formaban una pequeña caída de agua y como efecto, de manera incesante, se creaba una especie de espuma blanca que desaparecía y de inmediato se formaba nuevamente.
Qué razón tenía Clara, pensó para sí. Justo lo que Rosenda necesitaba era permitirse fluir como el río, como esa imagen que le había cautivado cuando la tuvo frente a ella. Cerró los ojos, intentó recuperar el paisaje sonoro que acompañaba a la imagen. Primero cerró sus ojos fuerte, fuerte y luego se acordó del fluir del agua, así que los fue relajando y comenzó a respirar de manera consciente, intentando concentrarse para evocar el sonido del agua. Se fue sintiendo más relajada. Pudo escuchar su respiración, se quedó un momento consigo misma. Se sentía mucho mejor, su corazón y mente se habían conectado. Rosenda dibujó una sonrisa, aún permanecía con los ojos cerrados.
Los murmullos cercanos a casa la trajeron de nuevo al presente, eran Ariadna y Federico que ya estaban de vuelta.
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