Brindar con Alfonso Villa Rojas
Al buscar algunos datos en internet me topé con la obra Antropología mesoamericana. Homenaje a Alfonso Villa Rojas(1993) publicada por el desaparecido Instituto Chiapaneco de Cultura; un libro que entre sus compiladores se encuentra el amigo Víctor M. Esponda, quien tristemente nos dejó hace algunos años. No voy a hablar de un libro que forma parte del excepcional esfuerzo editorial que llevó a cabo dicha institución bajo la dirección del Dr. Andrés Fábregas Puig. Tampoco me referiré a la obra o al querido Víctor, sino al momento en que surgió dicha obra. En concreto se trata del homenaje al antropólogo yucateco que se llevó a cabo en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas durante el mes de octubre de 1990.
En lo personal llevaba apenas un mes en tierras chiapanecas, aquellas que después se convirtieron en parte fundamental de mi vida. Debo decir que entonces no conocía la obra académica de Alfonso Villa Rojas; un maestro rural que, tras colaborar con el conocido Robert Redfield durante su estancia en la península de Yucatán, fue incentivado por dicho investigador para realizar estudios de antropología en la Universidad de Chicago. Una formación que le permitió tener una prolongada carrera como académico y funcionario en México.
Dentro de sus trabajos antropológicos destacan los que llevó a cabo en distintos lugares de la península de Yucatán con resultados tan destacados como el recogido en el libro Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana Roo(1945). También investigó en Chiapas, estado en el que vivió como antropólogo en una localidad de los Altos junto a su esposa. Una experiencia que puede seguirse en el texto Etnografía tzeltal de Chiapas: Modalidades de una cosmovisión prehispánica (1990). En el mismo Chiapas fue la cabeza del proyecto que tendría como fruto el clásico libro Los zoques de Chiapas (1975), escrito con destacados académicos, entonces jóvenes, como lo eran Félix Báez-Jorge, José Velasco Toro y el desaparecido Francisco Córdoba Olivares.
Toda esta información era ajena a un joven, entonces, aprendiz de antropólogo que asistió al homenaje en San Cristóbal de Las Casas a una figura de la antropología mexicana, como lo era Alfonso Villa Rojas. Las circunstancias del destino hicieron que no solo fuera invitado a una comida, parte del homenaje, sino que me sentara al lado del homenajeado. No cuento con una memoria privilegiada, un hecho que se agradece en muchas ocasiones pero que, al mismo tiempo, impide recordar detalles como lo pudo ser la conversación con el maestro Villa Rojas. Lo que sí tengo presente es que pedí la misma bebida que el homenajeado, uno de mis primeros tequilas, y que el brindis fue tan amable como su trato.
Me hubiera gustado haber leído, antes de conocerlo, sus libros y artículos como hice después, en especial por haber dedicado diez años a trabajar entre los zoques de Chiapas y Oaxaca. No tuve esa suerte que me habría permitido atosigarlo, seguramente, con muchas preguntas, en especial sobre su trabajo en tierras chiapanecas. Fue la primera y última vez que vi al maestro Villa Rojas, quien murió en el año 1998, sin embargo su presencia me ha acompañado siempre a través de sus obras. De igual modo, aquel brindis forma parte de mi vida personal y emocional, de aquello que resulta imposible separar del aprendizaje y ejercicio profesional.
Hoy la vorágine productiva y teórica en la academia mexicana hace olvidar autores pioneros y clásicos, como considero que lo es Alfonso Villa Rojas; ojalá las nuevas generaciones no pierdan de vista que para analizar el presente hay que recorrer el camino andado por nuestros predecesores, algunos tan valiosos como el maestro Villa Rojas.
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