Tiro de gracia
Pese a los esfuerzos por limpiar su nombre, a cada paso que da la ministra, Yasmín Esquivel, se publican más irregularidades en su trayectoria académica. Es comprensible que la funcionaria trate por todos los medios de defender lo que a sus propios ojos resulta inadecuado o injusto. Por todos los conductos ha tratado de que ya no se difundan más anomalías, pero torpemente no hace más que desacreditarse a sí misma. El último instrumento usado con ese fin fue promover un recurso legal para que la UNAM se abstuviera de mencionarla en cualquier tipo de resolutivo o controversia, como producto de algún resultado adverso de la comisión de ética que lleva su caso.
Para desgracia de la propia magistrada el periódico El País acaba de publicar una investigación periodística en la que se sostiene que no solamente hay plagio en su tesis de licenciatura sino, también, en la de doctorado. Recordemos que sus estudios de posgrado en derecho los llevó a cabo en la Universidad Anáhuac, misma que ya dio a conocer que no puede hacer nada, ni puede cancelar el grado que le ha otorgado.
La amplia y detallada investigación periodística llevada a cabo por los reporteros de El País, Beatriz Guillén y Zedryk Raziel, no solamente permite un cotejo que muestra tramos importantes de la tesis de doctorado de la ministra en los que se advierten no solamente serios problemas de citación sino, además, se observan extensos segmentos de textos obtenidos de otras obras plasmando las ideas como si fuesen propias. Hay incluso hasta descuidos en citas a pie de página en las cuales se remiten obras que por supuesto no ha escrito la magistrada.
Además de todo esto, los periodistas hicieron un ejercicio que consistió en consultar a diferentes autores a quienes se pidió dar su opinión sobre la obra por ellos escrita frente a la tesis de la ministra Esquivel. Con el propósito de no prejuiciar a los autores se omitió, en primera instancia, el nombre de la magistrada. La mayoría de los consultados coincidió en la existencia del plagio, una vez revisadas las obras sujetas a escrutinio.
El daño a la reputación está hecho, pero es prácticamente imposible que eso se traduzca en algún tipo de sanción hacia la ministra, puesto que la UNAM no le cancelará el grado, como ya sabemos que tampoco lo hará la universidad privada que la certificó como doctora en derecho. De modo que, más allá del escándalo que en torno a este caso se ha provocado, lo cierto es que la ministra no dejará el cargo, pero comprometerá todas las resoluciones en que intervenga.
Aunque el presidente ha dejado de lado la defensa de la ministra, no es cosa menor las cosas que se han señalado en los últimos días, lo cual tiene varias implicaciones. En primer lugar, señala que la trayectoria académica de la ministra está plagada de “inconsistencias”, “errores” o un impúdico talante mientras llevaba a cabo su preparación profesional. El caso de la ministra llama mucho la atención por el cargo tan relevante que ostenta, pero quizás estamos ante un verdadero problema que deberían estar encarando todas la instituciones de educación superior del país.
En segundo lugar, si lo que el caso revela es la “vía rápida” con el fin de superar los escollos que presupone un proceso de formación académica, el problema puede ser más grave en tanto que muestra la existencia de un submundo con sus propias “reglas” para la producción y la certificación para otorgar validez a estudios hechos no por las mejores prácticas. Con otras palabras, el caso pareciera mostrar un mercado o tráfico en la elaboración de trabajos recepcionales. También en esto debieran poner atención la instituciones de educación superior del país.
El problema, en tercer lugar, debe enmarcarse dentro de los conflictos de poder entre la presidencia, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y los medios de comunicación, por lo menos. En este sentido, cabe recordar que la ministra hoy en desgracia era la candidata del presidente a ocupar el más alto cargo de la Suprema Corte en el proceso de selección de su nuevo presidente; cosa que no pudo ser justamente por el escándalo desatado por el plagio detectado en su tesis de licenciatura y el día de hoy se suma la misma situación en torno a sus estudios doctorales.
Finalmente, hace casi tres meses que destapó el problema y mientras el presidente hacía una defensa a ultranza de la ministra, la prensa fustigada y acremente criticada por la máxima autoridad del país tomó cartas en el asunto con el fin ganarle la partida y hasta ahora no solamente ha salido airosa sino que permitió una amplia difusión del caso, lo cual redundó en beneficio de la ciudadanía que pudo formarse un mejor criterio del asunto.
Con las nuevas evidencias de un proceder -digamos- incorrecto en la forma en que la ministra Esquivel ha conseguido sus distintos grados académicos, pareciera lógico que la funcionaria saliera en su propia defensa, aunque lo más prudente sería tomar distancia del caso y sobre todo, evitar declaraciones absurdas como las que ha hecho en los últimos días, cuando ha tratado de trivializar el asunto aduciendo que simplemente se le olvidó poner las comillas.
Lo que casi nadie se pregunta es cómo pudo enterarse, Guillermo Sheridan, de semejante proceder en la trayectoria escolar de la ministra Esquivel. Por la relevancia del tema y por el especial interés de “los jugadores en esta contienda”, no resulta descabellado pensar que se trata de fuego amigo, es decir, un ajuste de cuentas al interior mismo de régimen de la novel 4T o incluso al interior mismo de la Suprema Corte donde existe oposición al gobierno actual. El resto solamente ha sido una cuestión de tiempo y una labor periodística que va en la dirección correcta de airear la vida pública del país. Por cierto, un propósito que el propio presidente reconoce como imprescindible para apuntalar la democracia mexicana. En buena hora.
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