El exilo político en México: su importancia en las ciencias sociales
Si tomamos en cuenta que la Escuela Nacional de Antropología e Historia fue fundada en el Departamento de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional en 1938, este año estará cumpliendo 85 años de establecida. Es una fecha significativa para recordar la importancia que han tenido en México los exiliados políticos que rehicieron su vida en el país y que en el campo particular de las ciencias sociales han tenido una destacada presencia. Sin respetar un orden cronológico estricto me referiré a continuación a algunos personajes que han tenido y tienen una relevancia particular en el ámbito de las ciencias sociales, singularmente de la antropología, profesión en la que me formé precisamente en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la legendaria ENAH, en los años de 1965-1969.
Fue en Chiapas, en mi propio domicilio en Tuxtla Gutiérrez, en donde conocí a Carlos Navarrete, arqueólogo, nacido en Guatemala. A la casa de mis padres situada en la Primera Avenida Sur Número 40, acudían personajes con muy diferente formación intelectual y profesional: médicos, poetas, narradores, arqueólogos, antropólogos, en su mayoría hombres, por aquello de que en esos años en Chiapas, era muy difícil para una mujer dedicarse a esos menesteres mencionados. En ese aspecto también descollaba Rosario Castellanos, que desafío al machismo imperante. Una de aquellas personas que con mayor frecuencia veía en la casa de mis padres era Carlos Navarrete. Además, era obvio que mi padre, el Maestro Andrés Fábregas Roca, le tenia especial estimación. La presencia de Carlos Navarrete era motivo de alegría para mi padre. Solía ir acompañado de otros arqueólogos que por aquellos años (1955-1960) trabajaban para la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo, de extracción norteamericana. Por ejemplo, Pierre Agrinier, argelino, que casó con chiapaneca o Jordi Gussinyer, arqueólogo catalán, con quien mi padre conversaba en su idioma natal. Pero lo que observé es que a mi padre le interesaba la conversación con Navarrete que no siempre versaba de temas digamos académicos. Platicaban de la vida, de la situación política, de las condiciones en que vivía la sociedad en Centroamérica y de las singularidades de estos pueblos del trópico que celebraban a carcajada batiente. No faltaban las cervezas que animaban aquellas conversaciones en medio del calor tuxtleco. Al ingresar en 1965 a la ENAH me encontré de nuevo con Carlos Navarrete con quien tomé un curso de arqueología de Mesoamérica. Fue una experiencia no sólo inolvidable sino de la mayor importancia en mi formación como antropólogo. Navarrete había ingresado a México como exiliado político debido a la represión en su país, Guatemala, en aquellos años en que cayó el gobierno democráticamente electo. La mano del imperialismo condenó a todo pensador crítico y fueron muchos los intelectuales guatemaltecos que salieron del país. Navarrete en conversaciones extra aulas, nos refería historias de aquellas resistencias en Guatemala y de la ferocidad de la represión. En el aula, las lecciones que impartía Navarrete eran deslumbrantes porque no sólo tocaban a la arqueología sino a la literatura, la etnografía, la situación de América Latina. Las lecciones se continuaban fuera de las aulas en los recorridos de campo que hacíamos con Navarrete explicándonos el valor de la etnografía a la que había que asociar con la arqueología. Uno se pregunta cuántos jóvenes guatemaltecos no tuvieron acceso a este formidable Maestro que es Carlos Navarrete, que a los años, fue reconocido en su tierra natal con el Premio Nacional de Literatura. Para fortuna de la arqueología mexicana, Navarrete sigue activo y es recurrente su presencia en el Seminario Fundadores de la Antropología que coordinan Leonel Duran y Elsa Hernández Pons en el INAH. Un paisano de Carlos Navarrete, Mario Monteforte Toledo, fue un importante sociólogo y dramaturgo, forjador de generaciones de científicos sociales egresados de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Particularmente relevante para la Generación 1962-1969 de estudiantes de ciencias políticas, administración pública y sociología, Mario Monteforte Toledo fungió como Director de Tesis de un grupo brillante de esa Generación: Arnaldo León Ovando, Juan Antonio Mateos, Manuel Márquez Fuentes y Octavio Rodríguez Araujo. Este grupo estudió a la izquierda mexicana bajo la asesoría de Mario Monteforte Toledo produciendo trabajos que hoy son clásicos en el tema. De alguna manera, Monteforte influyó también a estudiantes de la ENAH de aquellos años, a través de las discusiones que sus dirigidos sostuvieron con alumnos de antropología, como fue mi caso. Años después conocí a Monteforte Toledo cuando planeaba poner en escena su obra de teatro “Fray Bartolomé de las Casas” en Chiapas. Platiqué largo con él allá en la Embajada de México en Guatemala y conversamos sobre aquellos años de exilio político en que fue profesor en la UNAM. Por cierto, Mario Monteforte, graduado de sociólogo en la Sorbona, fue Vicepresidente de Guatemala cuando era Presidente Juan José Arévalo en aquellos años de la corta primavera democrática de Guatemala, 1948-1951. Murió en Guatemala el 4 de septiembre de 2003. Otro personaje del exilio que ha sido básica en la formación de antropólogos sociales y de etnohistoriadores en México es Barbro Dahlgren de Jordán, recordada Profesora en la ENAH. Con estudios en la Universidad de Hamburgo que después concluyó en la propia ENAH, Barbro Dahlegren, nacida en Filipstad, en Suecia, llegó a México exiliada en los años de persecución de la izquierda europea mientras el fascismo triunfaba. Se casó con Fernando Jordán, quien fue asesinado en Baja California en circunstancias que nunca han sido aclaradas. En la ENAH tuvimos la fortuna de que nos impartiera un curso sobre la Cuestión Religiosa que fue importante para futuras investigaciones de quienes fuimos sus alumnos. Barbro Dahlgren poseía un conocimiento enciclopédico que nos transmitía en el aula, a través de ir comentando el libro de Ruth Underhill, Biografía de una Mujer Pápago en la versión en inglés. La edición en castellano se publicó hasta 1975 en la Colección Sepsetentas, por cierto, con prólogo de Margarita Nolasco Armas, otra notable antropóloga mexicana ya fallecida. Luciendo su sapiencia sobre el tema, Barbro Dahlgren nos explicó el mundo religioso de los Aztecas y sus manifestaciones contemporáneas. Tuve la oportunidad de viajar a Chiapas con ella y con una invitada de Polonia, amiga y colega de Dahlgren. Viajamos por tierra a bordo del auto de Barbro Dahlgren lo que fue una experiencia muy singular. Ambas mujeres se trenzaban en discusiones hablando en alemán, por lo que yo tenía que hacer el esfuerzo de pedirles que me tradujeran. En Tuxtla Gutiérrez, conversamos con mis nanas zoques Clara y Flora Aguilar quienes explicaron a las antropólogas los fundamentos de la visión del mundo de los zoques. Más de una antropóloga o antropólogo mexicano y aun latinoamericano, estudiosos de la religión, acusan la influencia de esta notable profesora exiliada en México por sus ideales socialistas. Igual de importante fue el notable lingüista guatemalteco, exiliado político, Oto Shuman, profesor de lingüística en la ENAH, en donde preparó a linguístas que hoy son profesionales destacados. Shuman tuvo un importante papel en Chiapas y una sala lleva su nombre en el CIMSUR localizado en San Cristóbal de las Casas. Otro linguista, Morris Swadesh, hijo de un matrimonio judío emigrado a los Estados Unidos, y formado en Universidades Norteamericanas, fue acusado en 1949 de comunista, perdiendo su trabajo. Era la época del Macartismo en los Estados Unidos tiempos en que cualquier pensador crítico era acusado de izquierdista y peor aún, de comunista, lo que implicaba prisión perpetua cuando no la pena de muerte. Swadesh fue esencial en México en la preparación de linguístas junto con su esposa, la también lingüista Evangelina Arana Osnaya. Tuve la fortuna de coincidir con Swadesh en la antigua Sección de Antropología del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, y por ello, la oportunidad más de una vez de conversar con este notable científico y aprender de él. Mucho más larga es esta lista de exiliados políticos que han sido y algunos siguen siendo, muy importantes en las ciencias sociales en México y por ende, en América Latina. Menciono sólo algunos para no alargar en demasía este texto: Ángel Palerm, Pedro Armillas, José Luis Lorenzo, Pedro Carrasco, Adolfo Sánchez Vázquez, Claudio Esteva-Fabregat, Johanna Faulhaber, Wenceslao Roces, Pedro Bosh Gimpera, Néstor García Canclini, Héctor Díaz-Polanco, Eduardo L. Menéndez, Concepción Muedra, José Luis Valcárcel, Gilberto Giménez, Luis Cardoza y Aragón, y tantas y tantos más perseguidos y perseguidas políticos en sus países que han contribuido o siguen contribuyendo a enriquecer las Ciencias Sociales en México. Honor a todas y todos ellos.
Recientemente publiqué en Homenaje a Luis Díaz Viana, mi colega y amigo, antropólogo español, el texto “Republicanos antropólogos en México: una apreciación Personal” (En, Dámaso Javier Vicente Blanco, Pedro Tomé Martín, Ignacio Fernández de Mata y Susana Asencio Llamas, Coordinadores, “Salvajes” de Acá y de Allá: Memoria y Relato de Nos-otros. Liber Amicorum Luis Díaz Viana, España, Universidad de Valladolid, 2022, pp. 263-273).
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 26 de febrero, 2023
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