Chiapas, Centroamérica y un historiador llamado Enrique Florescano
El lunes 6 de marzo pasado murió en la Ciudad de México el historiador mexicano Enrique Florescano Mayet. Había nacido el 8 de julio de 1937 en San Juan de Coscomatepec, Veracruz. Su primera formación intelectual transcurrió en su propio estado hasta que obtuvo el Doctorado en Historia en la Escuela Práctica de Altos Estudios de Francia. Antes de la obtención del Doctorado, se graduó como Maestro en Ciencia Histórica en El Colegio de México. Obtuvo la prestigiada Beca Guggenheim que se otorga en Estados Unidos. Fue Premio Nacional de Ciencias Sociales en 1976 y Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía en 1996. Francia le otorgó las Palmas Académicas en 1982 y la Orden Nacional al Mérito en 1985. Obtuvo más distinciones entre las que se encuentran Doctorados Honoris Causa y el estatus de Investigador Emérito del Sistema Nacional de Investigadores desde 2006.
Aunque conocía a Enrique Florescano fue durante mi estancia en Chiapas en los años de 1985-1988 que trabajamos juntos en varios proyectos. En 1985 se había inaugurado el CIESAS del Sureste en su primaria sede de Tuxtla Gutiérrez. Florescano fungía como Director General del Instituto Nacional de Antropología e Historia (1982-1988) y gobernaba en Chiapas el General Absalón Castellanos Domínguez (1982-1988) siendo Presidente de la República Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) y Director General del CIESAS Eduardo Matos Moctezuma (1983-1989). Florescano en esos años tenía un interés particular en Chiapas y en impulsar la investigación histórica y antropológica en Centroamérica, lo que coincidía con los objetivos del CIESAS-Sureste. Era Secretario de Educación Pública, Miguel González Avelar (1985-1988), autoridad a la que respondía Enrique Florescano. En mi caso, me desempeñaba como Director Honorífico del CIESAS-Sureste puesto que las Unidades de dicha institución aún no se reconocían legalmente en el organigrama. Era también el caso de la primera Unidad del CIESAS fundada en Jalapa por Gonzalo Aguirre Beltrán, quien fungió como Director Honorífico de la misma. Ello se traducía en que el puesto conllevaba mucho trabajo, pero no se percibía salario por esa actividad. Uno tenía el salario de Investigador sin ninguna compensación. En 1985, me parece recordar que, a mitad del año, Enrique Florescano me propuso la Dirección del Centro Regional del INAH en Chiapas con sede en Tuxtla Gutiérrez. Estaba interesado en que un chiapaneco fungiera como intermediario entre él y el Gobierno local, para estimular la investigación en Chiapas y desde allí, en Centroamérica teniendo a Guatemala como prioridad. En principio no acepté argumentando que tenía el encargo de consolidar al CIESAS del Sureste, a lo que Florescano respondía que no se interferían ambas tareas. Así que, si mi memoria no me falla, fui Director Regional del INAH en Chiapas entre 1985 y 1987. En ese lapso, colaboré con Florescano en la fundación del Seminario Permanente de Estudios de Guatemala y México, al que Florescano le tuvo mucho interés. Nos reunimos por vez primera en Mérida, Yucatán y después en la Ciudad de Guatemala. Viajamos con Florescano a La Antigua, esa hermosa ciudad de Guatemala con el Volcán de Agua enfrente y que aun conserva mucho de la traza y de la arquitectura colonial. De Chiapas, Florescano estaba interesado en que el Gobierno le prestara por un lapso un traje de Don Belisario Domínguez que se conservaba en Comitán y que fue el objeto de un litigio entre el historiador y el Gobernador. Me parece que a final terminó obteniendo su propósito Florescano y mantuvo en exhibición el susodicho traje en el Museo de Historia del Castillo de Chapultepec. Florescano impulsó la redacción de la documentación sobre protección del patrimonio cultural en Guatemala y auxilió en la mejor planeación del Instituto Nacional de Antropología de aquel país, fundado en 1946. El Instituto Guatemalteco es una institución que sobrevivió al golpe de Estado del Coronel Castillo Armas en contra del Gobierno de Jacobo Arbenz, asonada militar financiada por el Gobierno de los Estados Unidos, al considerar que se atentaba en contra de los intereses de la United Fruit Company. Varios viajes a Guatemala de Enrique Florescano tuvieron que ver con las reuniones de Seminario Permanente (ya extinguido) y con las discusiones acerca de cómo resaltar la importancia de la defensa del patrimonio cultural en un país como Guatemala. Pasaron los años. Enrique Florescano dejó la Dirección Nacional del INAH pero no abandonó la investigación acerca del pasado de Chiapas en particular y de la civilización maya en general. En el año de 1992, el Instituto Chiapaneco de Cultura (ICHC) organizó varias reuniones tanto nacionales como internacionales para analizar el período colonial en América Latina y El Caribe, cumpliéndose ese año, 500 de la presencia europea en Nuestra América. Varias Mesas Redondas se celebraron en San Cristóbal. En alguna de ellas, estuvo presente Enrique Florescano, que además de su interés por la historia económica de México (recuérdese su célebre texto sobre los Precios de Maíz en la época colonial) había profundizado en el estudio de la cosmovisión de los antiguos mayas. Fungiendo como Director del ICHC, recibí de Florescano -por fortuna- un texto que publicamos en Chiapas con el título de Tiempo, Espacio y Memoria Histórica entre los Mayas (1992), quizá de los más importantes que Enrique Florescano escribió. Tenía Enrique Florescano 85 años de edad al momento de fallecer. Lo recuerdo con afecto y alegría. Pasamos momentos de excelente conversación y de disfrute no sólo de la compañía en si, sino de la jovialidad y bonhomía que caracterizó a Enrique Florescano. Excelente gourmet, gran conocedor de música, veracruzano por los cuatro costados, Enrique Florescano nos legó una obra de la mayor importancia en el campo de la Historia y de las Ciencias Sociales en México y en América Latina y El Caribe. Permanecerá su Memoria en e Tiempo y en el Espacio, se hablará de su obra largamente en las aulas universitarias y se celebrará la producción académica de un singular intelectual como lo fue Enrique Florescano.
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