Soy el diablo, mi nombre es sueño
Casa de citas/ 625
Soy el diablo, mi nombre es sueño
Héctor Cortés Mandujano
El tiempo no es nada más que la parte de la eternidad siempre atrasada
Milorad Pavić
Milorad Pavić (Belgrado, 1929-2009) no fue, no es un autor estándar, de lectura cómoda. He leído varios libros suyos y como a mí me gustan (Martí dixit) “las sonoridades difíciles, el verso escultórico”, lo disfruto.
Leo ahora su libro Diccionario jázaro. Novela léxico. Ejemplar masculino (Anagrama, 1989), traducción del serbocroata por Dalibor Soldatić, que parte de la premisa, cierta o falsa (no importa), de que es la reconstrucción del Lexicon Cosri, de 169
1, destruido en 1692.
Tiene un epígrafe, que me encantó: “Aquí yace el lector que nunca abrirá este libro. Aquí está, muerto para siempre”.
En las observaciones preliminares escribe Milorad una supuesta cita de un cronista innominado (p. 14): “Cada uno de nosotros lleva de paseo delante de sí a su pensamiento como al mono atado de una cuerda. Al leer, siempre tiene dos monos: uno que es el suyo y otro que es ajeno. O, lo que es aún peor, a un mono y a una hiena. Y a ver qué es lo que va a darle de comer a cada uno. Porque la hiena no come lo mismo que el mono…”.
Otra observación sobre quien lee y quien escribe (p. 23): “Imagínese que dos hombres tengan cogido a un puma con dos cuerdas. Si quieren acercarse uno al otro, el puma atacará, pues los lazos se aflojan: sólo si los dos tiran al mismo tiempo, el puma quedará a la misma distancia de uno y de otro. Este es el motivo por el que el que lee y el que escribe difícilmente se acercan: entre los dos, capturado, está el pensamiento común, atado con cuerdas que tiran en direcciones opuestas”.
Lo que es propiamente la ¿novela? tiene entradas que aclaran a veces una palabra o un concepto o cuentan la historia de personajes jázaros, desde la perspectiva de tres diccionarios: “Libro rojo, fuentes cristianas sobre la cuestión jázara”; “Libro verde, fuentes islámicas sobre la cuestión jázara”, y “Libro amarillo, fuentes judías sobre la cuestión jázara”.
En el Libro rojo se cuenta la historia de Abrahán Brankovich y habla de uno de sus guardias (p. 43): “Éste tenía una hija muy bella, que había tomado toda la belleza de su madre, de modo que después del parto ésta quedó fea para siempre”.
Dice adelante que (p. 56) “los tres ríos del antiguo mundo de los muertos, Aqueronte, Flégeton y Cocito, pertenecen actualmente a los infiernos musulmán, judío y cristiano”.
Tal vez el tema más recurrente en los tres libros del Diccionario jázaro sean los cazadores de sueños. Cuenta de Muqaddasi al Safer (p. 63): “Él alcanzó a penetrar en la más abisal profundidad del misterio, llegó a domesticar peces en los sueños de los otros, a abrir puertas, a nadar a una profundidad nunca antes alcanzada por nadie, hasta llegar a Dios, pues en el fondo de todo sueño se encuentra Dios”.
Un khagán (o príncipe) soñó con un ángel que le decía una frase incomprensible. Pidió a un cazador de sueños que le explicara lo soñado. El cazador dijo al Khagán, quien pensaba que en el sueño había un mensaje divino (p. 78): “Dios no tiene la menor idea de ti; él no sólo no ve tus actos, sino tampoco tus pensamientos y tanto menos tus intenciones. El hecho de que un ángel haya venido en tu sueño y delirase sólo quiere decir que no tenía dónde dormir, y afuera sin duda llovía. Si se entretuvo poco, es porque tu sueño probablemente apestaba demasiado. La próxima vez, lava tus sueños”.
En el Libro verde se escribe la historia de Yabir Ibn Akshani, quien muere corneado por una vaca y es enterrado. Tiempo después un hombre va a una tienda y reconoce en el dueño a Akshani y le preguntó cómo era posible que estuviera allí si estaba muerto y sepultado (p.122): “Amigo –le respondió Akshani–, estoy muerto, y Alá me condenó eternamente, de modo que aquí estoy haciendo de comerciante y nada me falta”.
Hay una digitación para tocar la guitarra que, dice Milorad, se llama “Digitación de Satanás” (pp. 130-131): “De ella se ha conservado solamente una transcripción para guitarra de la cual se puede deducir que, para ejecutarla, se necesitaban once dedos. Según la leyenda, en tales ocasiones Satanás se servía de la cola”.
Otra historia (p. 138): “Hay un lugar en Itil, la capital jázara, donde dos hombres (quizá incluso completamente desconocidos el uno para el otro), al encontrarse se intercambiaban nombre y destino, y viven el resto de la vida en estos papeles invertidos, como si hubieran intercambiado los sombreros”.
Dice en el Libro amarillo (p. 192): “He es la cuarta letra del nombre de Dios. Simboliza la mano, el poder, el fuerte impulso, la crueldad (mano izquierda) y la caridad (mano derecha), la viña que trepa hacia el cielo”. Esto no es más que una aclaración dentro de la historia que cuenta la princesa Ateh: “Los pensamientos caían del cielo sobre mí como la nieve. A duras penas logré calentarme y volver a la vida”.
Cohen (también significa príncipe) pide consejo a una mujer sobre su conversión al cristianismo y ésta dentro de su discurso le confiesa (p. 201): “Yo soy el diablo, mi nombre es sueño. […] Soy el fruto de la unión entre la Verdad y la Tierra”.
En una de la serie de cartas de la doctora Dorota Schultz dice (p. 257): “Algo me une a los árboles, algo que ellos saben hacer y yo no”.
Como puede verse con esta nueva idea, el lector y el que escribe son todo un tema para Milorad (pp. 284-285): “Cada escritor puede matar a su propio personaje en sólo dos líneas. En cambio, para matar a un lector, o sea a un ser humano de carne y hueso, basta transformarlo por un instante en el personaje de un libro, en el protagonista de una biografía. El resto es fácil…”.
En uno de los dos apéndices finales cuenta Pavić (p. 291): “En una ciudad-macho se puede encontrar viva a una mujer que en otra ciudad-hembra ya está muerta, o viceversa”.
En la “Nota final sobre la utilidad de este diccionario” escribe (p. 311): “La lectura en general es un trabajo ambiguo. […] En el oído del lector quizá queda un poco de saliva del escritor llevada por el viento de las palabras y con un granito de arena en el fondo”.
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“Si el agua se hubiera inventado después de la Coca Cola, hubiera tenido un éxito bárbaro”: Adolfo Bioy Casares, citado por un panelista en el programa de televisión argentina, del canal 9, Hora Clave, conducido por Mariano Grondona y dedicado a Bioy.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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