Ser turista en el terruño

Ubicado en el centro de Chiapas, se encuentra el pueblo mágico de San Cristóbal de Las Casas, uno de los más hermosos y pintorescas de México. Cortesía: Organización San Cristóbal de Las Casas.

Se despidió de Gregorio y Melissa deseándoles buen día, tomó una de sus bufandas, su mochila y fue rumbo a la parada. Caminó alrededor de dos cuadras y media, el autobús llegó puntualmente como cada mañana, eran las 6:20. A Bianca le gustaba irse en el camión de ese horario porque podía elegir el asiento para sentarse, no dudó en buscar ventanilla en la tercera fila del lado izquierdo. Se sentó, colocó su mochila sobre sus piernas, la abrazó y terminó de acomodarse.

Se percató que sus orejas estaban muy frías, el clima estaba ideal para dormitar un ratito mientras llegaba a la escuela. Sin embargo, quiso aprovechar la ventana de su asiento y decidió prestar atención al paisaje, se le ocurrió que iba de turista en la ruta que le llevaría a la escuela.

Bianca observó cada parte que iba pasando, descubrió cosas que no había visto, varios pinos de gran tamaño que estaban al fondo de una calle poco concurrida. Luego distinguió unas viviendas con más de tres pisos que tenían jardineras bellamente decoradas por flores de colores vistosos. Le agradó ver nuevos árboles plantados en algunos camellones y por otro lado, le entristeció ver muchos perros en la calle, intentando cruzar de una banqueta a otra y lidiando con personas que conducían sin darles espacio para pasar.

—¿En qué mundo vivimos? ¿Por qué tanta indiferencia ante los perros que hay en la calle?            —pensó para sí.

El camión siguió el recorrido. Su ánimo volvió nuevamente al contemplar las montañas, con la densa neblina que las revestía de una manera majestuosa, imaginó que estaban posando para ella. Sintió muchas ganas de estar caminando rumbo a esas montañas para ascender y luego contemplar la vista desde la parte más alta. Se percató que faltaba poco para llegar a la escuela, se fue preparando para pedir la parada. Respiró profundo. Qué rápido se le había hecho el viaje, qué bonita experiencia la de ser turista en el terruño. Se acomodó la mochila en la espalda y se ajustó la bufanda.

—Bajan en la parada, por favor  —se escuchó la voz de Bianca. Mientras descendía y se dirigía a la escuela frotándose las manos, el clima continuaba helado.

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