Darse valor
Lourdes había decidido ir al paseo de campo organizado por su familia, el destino era un parque ecoturístico. La idea le encantó desde que escuchó que su mamá se estaba poniendo de acuerdo vía telefónica con el tío Alfonso. El paseo parecía muy prometedor. Y tomando en cuenta que se consideraba una ‘patita de chucho’ como solía decirle Celia, su hermana mayor, no dudó en confirmar que ella sí quería ir con la familia.
El paseo se programó para un fin de semana, aprovecharon uno de los puentes que había en el calendario. Todo se coordinó muy bien y por fin llegó la fecha. Eran 15 personas las que se animaron a ir a la convivencia, entre tíos, tías, primas, primos, sobrinas, sobrinos. El más dicharachero y molestoso era el tío Alfonso, él solía iniciar el ambiente y de ahí le iban siguiendo las demás personas, entre ellas la tía Tony, Rebeca, su prima y Benjamín, uno de sus sobrinos.
Una de las decisiones que tomó la familia fue que llevarían algunos alimentos para compartir, desde frutas, semillas, sandwiches, carne para asar, frijoles, tortillas y aguas de jamaica y naranjada. Cuando llegaron al destino caminaron hacia las mesitas y bancas de cemento que había en el parque y comenzaron a acomodar sus cosas. Algunos no dudaron en acostarse en el pasto y descansar un momento. Otros más, como Lourdes, el tío Alfonso, la tía Tony, Rebeca y Susana, sus primas, decidieron hacer una caminata, rumbo a la tirolesa. La tía Tony comentó que le gustaría aventarse de la tirolesa antes de que desayunara, así iría más ligera de peso.
Caminaron rumbo al destino, había pocas personas esperando para lanzarse a la aventura, así que no tardarían en pasar.
—¿Quién se anima primero? —dijo el tío Alfonso.
—Voy yo —respondió de inmediato Rebeca con la actitud de ser la más valiente.
—Luego yo —señaló Lourdes, minutos después comenzó a sentir que su corazón latía con más rapidez mientras la iban preparando, como con una especie de temor a las alturas, casi se estaba arrepintiendo de aventarse. Se le vino a la mente la recomendación que una vez le hizo su tía Alma, cuando fue a visitarla, porque Lourdes se había fracturado el pie izquierdo y tenía mucho miedo a usar las muletas para caminar.
—Ay hija, no tengás miedo, date valor, verás que poco a poco te acostumbras a usar esas muletas. La clave ante el miedo es darse valor.
Mientras Lourdes repetía esa frase en su mente alcanzó a escuchar,
—A ver a qué horas te avientas Lulú, ya queremos pasar —era el tío Alfonso.
Lourdes sonrió, respiró hondo y se lanzó a la aventura, al tiempo que se le escuchaba gritar:
— Ahí voyyy, yujuuu.
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