Los días en las calles
Al iniciarse un año nuevo se suelen mencionar los sucesos más notables inmediatos. Pero estos sucesos inmediatos son en verdad resultados de un proceso, y lo que sucede en Chiapas en particular y en México en general, no es la excepción. Viendo los noticieros que nos informan de un mundo convulso, contradictorio, con una humanidad que no encuentra el camino para construir una convivencia sin violencia ni injusticias, pensé en aquellos días en las calles de la ciudad de México, en el D.F. de Chava Flores y de los salones de baile más famosos de América Latina; aquel D.F. en donde crecimos miles de jóvenes que carecíamos de oportunidades de educación superior en nuestras propias entidades, como era el caso de Chiapas; ese D.F. de las llamadas “casas de huéspedes” en las que habitábamos los estudiantes inmigrados y allí nos congregábamos campechanos, chiapanecos, tabasqueños, veracruzanos, oaxaqueños e incluso norteños, todos buscando ingresar y permanecer en alguna de las grandes instituciones de educación pública del país concentradas en el D.F.: la UNAM o el IPN, los Pumas o los Burros Blancos. Ese D.F. de los museos, de las muestras de cine, de los conciertos en los parques públicos, de las grandes exposiciones de arte; ese D.F. de los grandes maestros y maestras, que hablaban del mundo desde perspectivas distintas, alentando la imaginación y el deseo de saber. Después de mi paso por la Facultad de Ingeniería de la UNAM, finalmente ingresé a la legendaria Escuela Nacional de Antropología e Historia, a un contexto juvenil politizado, de izquierda en su mayoría, estudiantes que como era mi caso, ya habían cursado otras especialidades. En 1967 fui electo Presidente de la Sociedad de Alumnos (SAENAH), en el contexto de un orbe estudiantil que con constancia ocupaba las calles de la gran ciudad para expresar su desagrado ante el panorama de una América Latina sumida en la desigualdad social, con estructuras de poder hostiles al bienestar humano, y con los intereses de los Estados Unidos siempre presentes en los destinos de nuestros pueblos. Fueron días en las calles, de protesta juvenil, de optimismo, de alegría, de seguridad en nuestra capacidad para transformar al mundo. Llegó 1968 y el enfrentamiento con un Estado Nacional manejado por elites caducas, prejuiciosas en contra de la juventud, se intensificó. Más días en las calles convertidas en escenarios de protesta juvenil y de caminos hacia el cambio social. Si hablaran esas calles. Las consignas, las exclamaciones de esperanza, los contingentes unidos en un abrazo inmenso, inundando las calles. Los días en las calles. Mucha es ya la bibliografía de aquellos días, pero es mucho lo que aún se ignora, sobre todo, de los entretelones en la lucha por el poder que llevaron a la terrible masacre de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Pero los días en las calles continuaron, la esperanza juvenil que veía el futuro en lo inmediato no descansó y volvió a toparse con la represión: 10 de junio de 1971, masacre del jueves de corpus, de nuevo, en las calles de la Ciudad de México. De aquellos días en las calles nos quedan las experiencias y la convicción de que luchar por un mundo mejor sólo se acabará cuando ese propósito se logre. Hoy es interesante leer lo que escriben quienes participaron de aquellos días en las calles y lo que piensan los que no estuvieron, pero son hijos e hijas de esa generación.
Hoy los contextos son distintos. Vivimos una América Latina que trabajosamente apunta hacia el cambio: Colombia, Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, Brasil, Honduras, México. ¿Volverán los días en las calles? Días en los que la juventud actual imprima su vocación de cambio y apuntale la tendencia que se asoma por nuestras tierras. Los caminos hacia la transformación del mundo se ven difíciles. Las guerras con las que se continúa este inicio de año presagian momentos duros, intensos, tenebrosos. Hoy los contextos son muy diferentes con una tecnología avasalladora, con una aldea global que cada vez es más aldea, con los intereses en el poder mundial de mayor concentración de la riqueza que se conoce en la Historia, con un mundo universalizado, pero al mismo tiempo localizado, lo que imprime a nuestra actualidad un sello muy específico. Es una visión que resulta de aquellos días en las calles en los que en medio de las tensiones desatadas por la represión no perdimos ni la alegría ni la esperanza.
A todos los lectores de Chiapas Paralelo, un año de bienestar y alientos, de paz, de buenaventura.
Ajijic. Ribera de Lago de Chapala. A 3 de enero de 2023
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