Al borde del caos: Las comunidades fronterizas en la época del asilo
Por: Jeremy Slack*
En los últimos años la política pública de migración en la frontera puede describirse con una sola palabra: caos. Los cambios drásticos y constantes han sido la característica fundamental de la frontera. Esto empezó con más intensidad durante la administración de Donald Trump y han seguido bajo la de Joseph Biden. Aunque se quitaron las amenazas de cerrar la frontera, para los/las transfronterizos, se sigue con incertidumbres, con fuertes consecuencias e impactos ante la falta de un proceso ordenado para manejar la migración. Esto se debe a la presencia de varias formas de “listas”, las cuales controlan quiénes pueden presentarse en la garita internacional para pedir asilo y la implementación de Título 42, una restricción derivada de la pandemia de COVID-19.
Aquí en la comunidad del Paso del Norte, se vive del cruce fronterizo. Muchas familias, trabajos, incluso, mis estudiantes, dependen de la posibilidad de cruzar la frontera: las vidas fronterizas no existen sin la movilidad, pero nunca se habla ni se prioriza este tipo de “migración” diaria. Sobre todo, los debates se han concentrado en las caravanas, los y las solicitantes de asilo y la migración irregular, pero al fondo de todo ello, se encuentra la gente que utiliza la frontera como la vía principal en otras ciudades.
Se habla de la frontera como otros hablan de la hora del tráfico vehicular y cuales caminos se debe tomar a ciertas horas para moverse. Por eso, cualquier amenaza de cerrar, cualquier interrupción de las garitas internacionales, genera caos. Por ejemplo, antes de la elección de 2018 se realizaron varias actividades diseñadas para atraer los medios de comunicación, donde los agentes de migración cerraron los puentes y mostraron su fuerza con sus cascos, escudos y armas, para detener los supuestos grupos de migrantes que intentaban entrar a la fuerza. A la vez, bajaron el número de agentes en las aduanas, y cerraron la línea peatonal dedicada al paso de los ciudadanos y residentes de Estados Unidos, provocando una espera más larga. Aunque visualmente fue bastante alarmante, las caravanas no resultaron violentas (a excepción de un pequeño brote de violencia en Tijuana), los cambios permanecen hasta hoy.
Pero lo más alarmante ha sido la presencia esporádica de campamentos de migrantes en las garitas y alrededores en el centro de Ciudad Juárez. En noviembre de 2017 aparecieron cientos de familias durmiendo en el Puente de las Américas, donde caminan diariamente miles de personas. Con niños abrigados con chamarras no diseñadas para el frio del desierto chihuahuense, hicieron sus campamentos en el andén, porque los agentes construirán un punto de chequeo al fondo del puente. Bajo las leyes internacional, cualquier persona que tiene presencia física dentro de los límites territoriales del país, tiene derecho a que su solicitud de asilo sea escuchada. Por consiguiente, se colocó otro retén en el límite entre Estados Unidos y México. El campamento duró unos meses, hasta que vino una tormenta de nieve y los desalojaron. Eventualmente la Cruz Roja empezó a manejar una lista de solicitantes de asilo, cada día hubo publicaciones en Facebook con número para contactar y también, fueron colocados un par de pizarrones blancos en las oficinas donde los solicitantes de asilo buscan servicios. En el verano de 2019 empezaron una nueva lista para connacionales mexicanos. Otra vez empezaron a dormir en la calle en el centro de Ciudad Juárez por el temor de perder su lugar en la fila. Antes de esta época, no había restricciones para mexicanos, por lo tanto, la lista era reservada para centroamericanos y (en su mayoría) cubanos. Repetidamente hubo mucha tensión, y ya cuando llegó el frio, los desalojaron. Los campamentos han seguido este patrón con grupos que recibieron un trato especial, los cuales de repente, no pueden cruzar y manifiestan con su presencia física cerca la línea. En noviembre de 2022 hubo más de mil venezolanos acampando en el Rio Bravo y el siguiente mes, ha surgido grandes grupos de nicaragüenses en el mismo lugar.
La política culpable para los cambios en quien tiene acceso a la frontera, es el nombrado título 42. Originalmente empezó como una restricción debido a la pandemia del COVID-19, pero en realidad, fue un cierre total para los solicitantes de asilo. En 2020 casi nadie tenía acceso al asilo, pero cuando entró el presidente Biden, permitió a niños(as) no acompañadas (NNA) aplicar al asilo. Hasta el momento, niño/as de muchos países fueron devueltos a México incluso en zonas sin infraestructura o muy remotas como Ojinaga y Palomas, Chihuahua. Pero al permitir un grupo y rechazar los demás comienzan los problemas. Por ejemplo, un hombre de Honduras que entrevisté en un albergue en Ciudad Juárez me explicó la decisión que tuvo. “Fuimos al puente para pedir asilo, pero los agentes nos rechazaron. Cuando bajamos del puente vinieron unos hombres siguiéndonos. Tuvimos que correr y gracias a Dios encontramos un taxi y escapamos. Está muy peligroso aquí y no tuve muchas opciones. Mandé mi hijo (14 años) con mi tía en Estados Unidos, pero sigue en custodia de la migra, no sé el por qué.”
Lo que aconteció, fue un enorme aumento en niñez no acompañada y no hubo capacidad para hospedar ni localizar sus familiares en Estados Unidos. Se tuvieron que fundar nuevos albergues y hasta ahora, hay muchos niños hospedados en el base militar en El Paso. Además de niños(as) no acompañadas, se dividía por una gran multiplicidad de nacionalidades, recibiendo trato desigual. Con frecuencia se maneja bajo los viejos lineamientos de la Guerra Fría con los cubanos, nicaragüenses y venezolanos, quienes reciben entrada, mientras que los mexicanos, guatemaltecos y salvadoreños son retornados de modo inmediato. Sobre todo, el titulo 42 se tiene que entender como una política anti-mexicano y anti-centroamericano.
Más que 800,000 mexicanos fueron encontrados por la patrulla fronteriza en los Estados Unidos en 2022. Esto ha tenido mucho impacto porque el propio gobierno mexicano ha generado la respuesta a migración en la frontera como si fuera la llegada de migrantes de tránsito y no de los mismos mexicanos. Con mayor presencia de gente de Guerrero y Michoacán huyendo situaciones de alta vulnerabilidad y un legado de violencia tremenda se escucha muy poco de cómo atender esta población. En el albergue donde trabajo, hay más que 700 familias y el 40% de las personas han permanecido más de un año, en su mayoría son mexicanos.
Lo importante siempre ha sido como las comunidades fronterizas conviven con la migración internacional. Los fenómenos clandestinos son parte de la frontera y lo serán siempre, pero ultimadamente las políticas han llevado más sufrimiento y violencia a la frontera.
*Departamento de Sociología y Antropología “University of Texas at El Paso”. Colaborador del Observatorio de las Democracias: sur de México y Centroamérica
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