Shakespeare, de nuevo, 1
Casa de citas/ 610
Shakespeare, de nuevo
(Primera de dos partes)
Héctor Cortés Mandujano
¡Oh, dulce cisne de Avon!
Ben Jonson
He leído por cuarta o quinta vez la obra completa de William Shakespeare. Ahora lo he hecho en las versiones que propone Mondadori 2012, en la edición de Andreu Jaume, que ha reunido a traductores que se ciñen a la versificación del bardo inglés, que dan visiones distintas a las ya conocidas y que respetan “la diferencia entre verso y prosa”.
El volumen de diez Tragedias (ya he hablado en Casas de citas anteriores de los otros cuatro volúmenes) reúne, en las traducciones, “todas de la segunda mitad del siglo XX”, a Alejandro Salas, Josep María Jaumà, Alejandro Rojas, Tomás Segovia, María Enriqueta González Padilla, Vicente Molina Foix, Agustín García Calvo y Nicolás Suescún.
En “La tragedia de Skakespeare”, uno de los textos introductorios, se dice, con justeza que (p. XXXIII) “Shakespeare llevó la tragedia a su apoteosis y a la extenuación”. Comparto contigo lector, lectora, algunas líneas de estas obras de fuerza y belleza eternas.
Tito Andrónico (versión de Alejandro Salas)
La reina Tamora, antes de convertirse en la mujer despiadada que será, pide compasión a Tito para que no mate a sus hijos. Lo hace, entre otras, con estas poéticas palabras (p. 7): “La dulce compasión/ es la auténtica divisa de la nobleza”.
Lavinia, hija de Tito, pide después piedad a Tamora. Plantea en su discurso (p. 30): “Algunos dicen que los cuervos crían/ niños abandonados mientras sus propios pichones/ mueren de hambre en el nido”.
Tito dice cuando ve que los tribunos ignoran sus peticiones (p. 39): “La piedra es suave como la cera; los tribunos duros como piedras”.
Aarón, el terrible villano de esta tragedia, confiesa sin empacho sus maldades (p. 73): “Con frecuencia he desenterrado muertos de sus tumbas,/ y los he dejado a la puerta de sus amigos queridos,/ cuando la pena estaba casi olvidada,/después de tallar en sus pieles,/ como sobre la corteza de un árbol,/ con mi cuchillo y en letras romanas:/ ‘No dejes morir tu dolor, aunque esté muerto’ ”.
Romeo y Julieta (versión de Josep María Jaumà)
Benvolio da consejo de amores a Romeo (p. 101): “Que otra mujer infecte tu mirada/ y el pus de la anterior se esfumará”.
Mercucio habla de la reina Mab, “partera de las hadas”, quien tiene la misma labor (absurda y dulce) que dicen tiene el Cadejo, un ser malévolo y mítico que compartimos entre Guatemala y Chiapas (p. 109): “Este es la misma Mab/ que trenza las crines de los caballos”.
Julieta sabe que, dada la enemistad entre las familias, debe odiar a Romeo. Le dice (p. 119): “Mi enemigo no es otro que tu nombre./ […]/ ¡Sé otro nombre! ¿Qué vale un nombre? Lo que llaman rosa/ con otro nombre olería igual./ […] Renuncia a tu nombre,/ que no forma parte de ti, y, a cambio,/ tómame a mí”. Romeo le contesta: “Te tomo la palabra:/ llámame “Amor”, bautízame de nuevo;/ no volveré jamás a ser Romeo”.
Fray Lorenzo se sorprende de que Romeo llegue a verlo tan temprano (p. 125): “Los cuidados son propios de los viejos,/ y donde ellos anidan huye el sueño”.
Mercucio dice a la nodriza, cuando ésta saluda, que ya no es de mañana (p. 130): “La puta manecilla de la esfera ya está rozando las partes del mediodía”.
Julio César (versión de Alejandra Rojas)
Bruto comenta a Lucilio, quien fue recibido con fría cortesía por quien debía, según él, tratarlo como hermano (p. 254): “Ese es el retrato/ de una ardiente amistad camino al hielo”.
Hamlet (versión de Tomás Segovia)
Me llaman la atención los géneros teatrales que cita Polonio a Hamlet, pues, para su tiempo, parecen premonición de las mezclas que se harían en el futuro (p. 337): “la tragedia, la comedia, la historia, la pastoral, la pastoral-comedia, la histórico-pastoral, la trágico-historia, la trágico-histórico-cómico-pastoral; escena indivisible o poema ilimitado”.
Hamlet dice al final de uno de sus tantos monólogos que con los actores tenderá una trampa a su tío, el rey Claudio (p. 344): “La comedia es el medio que me trazo/ para tender al alma del monarca un lazo”.
Esta versión del poeta Tomás Segovia es famosa, entre otras cosas, porque antes de usar el célebre “Ser o no ser, esa es la cuestión” decide escribir-traducir (p. 347): “Ser o no ser, de eso se trata”.
Dice Hamlet a Ofelia (p. 349): “Si llegas a casarte, te doy como dote esta maldición: aunque seas tan casta como el hielo, tan pura como la nieve, no escaparás a la calumnia”.
Más adelante dice Ofelia a Hamlet (p. 361): “Sois agudo, milord, sois agudo”, y Hamlet le contesta, impertinente: “Os costaría un gemido quitarme el filo”.
Hamlet reclama a Ofelia, su madre, haber olvidado rápidamente a su padre muerto y cambiarlo por Claudio, su excuñado, ahora su nuevo marido (p. 373): “¿No tenéis ojos? Es posible/ que hayáis dejado de pacer/ en este hermoso monte/ y que trisquéis ahora en esta ciénega?/ ¿Eh? ¿Tenéis ojos? No podéis llamarlo amor;/ a vuestros años el tumulto de la sangre/ está domesticado, se ha hecho humilde/ y se somete al juicio”.
Otelo (versión de María Enriqueta González Padilla)
Yago dice a Otelo (pp. 492-493): “¡Señor, cuidado con los celos!,/ el monstruo de ojos verdes que se burla/ de la carne con la que se alimenta”.
Emilia dice a Desdémona que los hombres son infieles (p. 534) “y van a derramar nuestros tesoros/ en los regazos extraños”.
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