Qatar: un mundial muy musulmán
Se acerca la justa mundialista y la pasión futbolera comienza a subir de nivel. En las cafeterías los comensales tienen tema para la charla amena sobre el seleccionado nacional y los equipos que habrán de disputarse el máximo trofeo.
El contador de mi navegador me ha insistido en los últimos días acerca del tiempo que falta para el mundial de futbol que en esta ocasión se realizará en Qatar, un pequeño país perteneciente a la liga Árabe y de no más de 3 millones de habitantes. Los recordatorios se mezclan con las noticias poco gratas de los enjuagues de la FIFA y la determinación de la sede mediada por actos de corrupción.
Veo un programa conducido por mujeres donde el mundial es el tema de la conversación. Dentro de las participantes se encuentra una académica del CIDE, quien no habla precisamente de futbol, pero ofrece información interesante sobre el país anfitrión, al tiempo en que nos brinda recomendaciones para quienes se atrevan a desplazarse hasta aquel lejano país. Sugerencias culinarias y los costos en alimentos, bebidas y hospedaje salpican la conversación que nutren de información pertinente a los aficionados que ya van en tránsito.
Como he perdido algún contacto con el balopie nacional, me pregunto quiénes son finalmente los jugadores escogidos por Gerardo “el Tata” Martino, técnico argentino del seleccionado nacional. Cuando el futbol se ha convertido en una competencia de gritones insulsos, me refugio en las páginas de algunos diarios digitales que incorporan algún tipo de reseña sobre los pormenores del juego. Pese a todo, mis conocimientos son limitados, desconozco la mayoría de los perfiles, pero sé que algunos cuando jugadores se desempeñan en algunos equipos europeos.
Recuerdo con alguna nostalgia la última vez que vi un partido de la selección nacional en un mundial (creo que fue en Rusia). Fue poco antes de la trágica pandemia que nos mantuvo encerrados casi por dos años. El lugar no podía ser más cómodo y adecuado para provocar ese estado de comunión que a menudo suele caracterizar a la inchada nacional. Privados de la posibilidad de vivir esos momentos en el estadio, una sala de cine se convierte en el sucedáneo que no estorba al fervor colectivo.
Sin tener siquiera idea de lo que se nos avecinaba, el público había sido convocado en la oscura sala de un cinépolis en donde las bocinas remplazan al respetable por los altos decibeles. El entusiasmo es similar, pero nunca igual. Nada parece perturbar a una tribu de extraños que frente al irresistible deseo de éxito imaginan algunos momentos de gloria en el juego.
La ocasión, decía, no era más propicia que ver por acendrado sentimiento nacional o por morbo, el desempeño del equipo mexicano ante uno de los equipos grandes como Alemania.
En la cueva del espectáculo masivo, unos perfectos desconocidos se abrazan y estalla el júbilo cuando la escuadra nacional horada la portería contraria. El entusiasmo es tan grande que por un momento nuestro sentido de realidad se dispara en el territorio de lo onírico, como si la gesta hubiese sido la conquista de la mismísima y siempre anhelada copa mundial. Tan huerfanos de triunfos, nos regocija vulnerar a uno de los grandes. El juego nos une en el río inmenso de las pasiones desboradadas. En el interclasismo que el futbol estimula por un momento nos abrazamos todos, cuando la terca realidad nos divide y pone a cada quien en su sitio.
Los alemanes, fieles a su estirpe guerrera, respondieron la afrenta nacional con sus mejores armas, pero esta vez su eficacia no corrió con la mejor suerte. A final, el partido concluiría a nuestro favor por la mínima diferencia. No obstante, los teutones tuvieron más de una ocasión la posibilidad de vulnerar nuestra retaguardia. Se hicieron las cosas más o menos bien y la buena suerte nos acompañó hasta el final del partido.
Pero volviendo a los convocados ahora, en teoría, parece muy poco atinada la incorporación de, Raúl Jiménez, que viene saliendo apenas de una lesión y, por obvias razones, su rendimiento se ha visto mermado. Sin embargo, se trata de un muy buen jugador con capacidad goleadora y que se había desempeñado de manera sobresaliente en un equipo modesto del futbol inglés (Wolverhampton) que, precisamente por su esfuerzo y habilidades en la cancha, incrementó sus bonos al mostrar mejoras en su funcionamiento y efectividad para ganar partidos.
En cada una de sus líneas, el director técnico de la selección ha colocado a jugadores de experiencia con la generación más jóven que se viene incorporando a la escuadra nacional. En la retaguardia tenemos a jugadores como Guillermo Ochoa, quien se encuentra cerca de los 40 años; también está Héctor Moreno en la línea defensiva, con 34 años. En la media cancha está, Héctor Herrera, que también rebasa los 30 años. Raúl Jiménez, uno de los jugadores estrella y goleador, supera los 30 años, pero quizás el mayor problema sea su condición física y la falta de ritmo derivada de una lesión que lo ha mantenido alejado de las canchas. Para el tipo de futbol actual, la integración del equipo nacional que diseñó el “Tata” Martino puede ser vista como equilibrada ya que su composición se basa en la experiencia de algunos y la juventud de otros. Pero cuando el juego resulta de alta competencia y de mucho desgaste físico parece temeraria la apuesta.
Sin embargo, el primer desafío de la delegación nacional será sortear los impedimentos para la ingesta de la “cheve”, el tequilazo o un mezcalito para aguantar las horas de intensa actividad futbolera y la eterna espera de ver a la selección mexicana. De las restricciones brotan los “memes” a través de las redes. Fedallines “justicieros” caricaturizados blandiendo sus espadas sobre propios y extraños convierten en humor negro los clichés y la realidad de la cultura árabe.
Se han inaugurado los juegos y los anfitriones no pudieron contra el seleccionado ecuatoriano quienes vulneraron la retaguardia qatarí en dos ocasiones. De hecho, desde el inicio del juego los sudamericanos lanzaron el desafío a los escasos minutos de transcurridos el partido, pero el gol fue anulado debido a una posición incorrecta de uno de los atacantes ecuarianos.
En nuestro muy nacional torneo de marchas entre fifis y progres, el mayor reto de estas no deviene de las apuestas de quien es más capaz de acumular simpatizantes en el escenario público, sino de restarle importancia a la pasión futbolera que en las próximas semanas habrá de mantenernos al borde de la butaca.
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