Pungarabato de Fátima Soto
A Fátima Soto, autora de Pungarabato (El Nido del Fénix-Escritoras Mexicanas, 2019), un libro que presentamos en la Librería del Fondo de Cultura Económica de la Unach, la conocí en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Fuimos parte de un grupo de chiapanecos que suspiraba por su tierra y que lo encabezaba el organizador de fiestas y comidas con cochito, Moisés Arriola Christie. Ahí se congregaban Fredy Martín Pérez, María Luisa Aguilar, Maricarmen Camacho y Vicky Zebadúa. Con Fátima, pertenecimos a la misma generación, la del Temblor la llamamos porque nos bautizó el sismo del 19 de septiembre de 1985, que reunió a más de cien aspirantes a periodistas, repartidos en los turnos matutino y vespertino. Al concluir la carrera, cada uno construyó su camino, marcado por sus gustos por las letras. Algunos lo han consolidado con la publicación de libros de cuentos, ensayos o crónicas, como Fátima Soto que ha escrito Pungarabato, una novela extraordinaria.
En Pungarabato el lector debe agregar su punto de vista, ante la aparición de versiones contradictorias sobre el personaje principal. ¿Es Adelaido un padre protector, como lo cuenta Alicia, o uno desalmado como lo recuerda Iluminada? Nuestros recuerdos se solapan, se superponen, se contradicen. Akutagawa escribió su célebre cuento, En el bosque, con estos elementos traidores de la memoria. Tres personajes se confiesan culpables de un crimen. ¿En dónde está la verdad de las mentiras? Fátima plantea su propia jugada de ajedrez, con elementos poéticos, con escenas que se abren y que cierran como cuentos, que se superponen para construir una historia de sobrevivencia, muerte, perdón, rencor y olvido.
Pungarabato es el compendio de un pueblo y de un país roto, que ha trazado su historia en medio de las violencias, las desapariciones y contradicciones. La fama de los poetas chiapanecos ha opacado la calidad de los narradores. Chiapas ha sido también territorio de novelistas. Los hay y muy buenos, por supuesto, pero tal parece que la poesía tuviera el campo fértil para florecer y marcar nuestro paisaje. Nuestros poetas son reconocidos por sus propuestas y sus voces singulares: Jaime Sabines, Óscar Oliva, Juan Bañuelos, Efraín Bartolomé, Luis Daniel Pulido, Marisa Trejo, y por supuesto, Rosario Castellanos, una creadora todoterreno que destacó en la poesía, la novela y el ensayo.
Chiapas es menos conocido en la narrativa, sin embargo, tenemos a grandes escritores como Héctor Cortés Mandujano, Leonardo Da Jandra, Jorge Zúñiga, Marco Aurelio Carballo, Nadia Villafuerte y Luis Antonio Rincón García. Falta promoción, desde luego. El estar alejado de la Ciudad de México, en donde todo se focaliza, no permite que se promuevan escritores de este sur prodigioso.
Fátima Soto se suma a estos creadores con una novela que se adentra en el dolor, pero no de forma gratuita, sino para vislumbrar una esperanza. Es un trabajo que insta al lector a completar la historia que tiene sus raíces reales en Pungarabato, ese pueblo guerrerense, que alguna vez fue parte de Michoacán. Pungarabato, el espacio recreado por Fátima Soto, es más la constelación de una familia golpeada por la desintegración, la violencia y el sufrimiento que, no obstante esos marcajes de desaliento, ha logrado reconstruirse.
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