Oscar Oliva: Poeta Universal

Óscar Oliva. Foto: Francisco Velázquez

Nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Oscar Oliva creció con la palabra, con los alientos de una ciudad abierta al tiempo, en medio de las inquietudes de una juventud cuya esperanza era cambiar al mundo. La ciudad de Oscar Oliva se significaba por la pluralidad cultural, la convivencia entre el pueblo zoque y una variada población portadora de orígenes diversos: españoles, libaneses, asiáticos, que venidos por los caminos del mundo habían hallado refugio y hogar en Chiapas. Era el caso de un Luis Alaminos, dramaturgo, director de teatro, que llenó de alegría a la ciudad en tardes inolvidables. Aún queda en el recuerdo aquella puesta en escena de El Sueño de una Noche de Verano de William Shakespeare, escenificada en el Jardín Botánico de Tuxtla Gutiérrez. Recordamos la alegría que nos invadió la noche inolvidable en que con Luis Alaminos al frente el grupo de teatro del legendario ICACH ganó en la Ciudad de México el Premio Nacional de Teatro. O la palabra con sal del mediterráneo del maestro Andrés Fábregas Roca, republicano español, catalán de Barcelona, que compartía su visión del mundo, su experiencia y sabiduría con Fernando Castañón Gamboa, el destacado historiador chiapaneco o con el profesor Eduardo Javier Albores, tan versado en la historia profunda de Chiapas. Esa Tuxtla Gutiérrez en la que nació y creció Oscar Oliva es la que prohijó al grupo intelectual del Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas que se reunía en la añorada cantina “La Estación”, conocida como el “El Ateneíto”, escenario que fue de conversaciones alusivas a la situación del mundo, el papel de la Cultura en la brega de la humanidad, el sentimiento de lo chiapaneco. Es la ciudad de Tuxtla Gutiérrez en la que Rosario Castellanos convivió con Enoch Cansino Casahonda, Daniel Robles y Jaime Sabines, voces poéticas de profunda raigambre chiapaneca. Oscar Oliva tuvo la sensibilidad de observar esas voces, de aprehender la experiencia y de forjarse en la convicción de que la poesía es la expresión excelsa de la palabra, la huella profunda de la Cultura. Aquella ciudad de Tuxtla Gutiérrez en la que vivió y creció Oscar Oliva es la que cobijó a la Escuela Preparatoria del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, con profesores irrepetibles: Andrés Fábregas Roca, Eduardo Javier Albores, Alberto Gutiérrez, Eliseo Mellanes Castellanos, Agripino Gutiérrez, Eloisa Marín, Modesto Cano, una pléyade de educadores que hacían del aula un vigoroso espacio de inquietud intelectual y aprendizaje.

Oscar Oliva  Se forjó junto con la palabra, se asió a ella, tuvo la capacidad y la sensibilidad de encontrar en la palabra a su aliada en la lucha por un mundo mejor.

Fue en esa Tuxtla Gutiérrez que Oscar Oliva conoció a sus amigos entrañables, Eraclio Zepeda y Juan Bañuelos, con quienes, tiempo después, en la Ciudad de México, se unirían junto a Jaime Labastida nacido en Los Mochis, Sinaloa y Jaime Augusto Shelly nativo de la Ciudad de México, para configurar a la Espiga Amotinada. El destino juega un papel a veces impredecible: en Tuxtla Gutiérrez, Oscar Oliva, Juan Bañuelos y Eraclio Zepeda acusaron la influencia del Maestro Andrés Fábregas Roca, voz profunda de la lucha por el hombre universal, el joven catalán venido de aquella España en la que confundió su sangre con el pueblo, para luchar contra el fascismo. Es la España de Pedro Garfias, de Antonio Machado, de la Pasionaria, de los miles y miles de milicianos que dejaron la piel en sus campos al grito que invocaba la batalla por transformar al mundo. En la Ciudad de México, ya no sólo fueron influencias sino formación intelectual al encontrase los jóvenes airados con el poeta catalán Agustí Bartra, también llegado a México en esa ola de combatientes republicanos que se fundieron con México. La Espiga Amotinada es una época y no sólo un momento. Vino después Ocupación de la Palabra, y el mensaje poético de la voz iracunda de jóvenes enojados con el capitalismo, se esparció por México, por América Latina. Pero los caminos divergen. Oscar Oliva ha permanecido fiel a sí mismo, a su irrenunciable compromiso con la palabra y con el humanismo. Oscar Oliva sigue en pie, como lo demostró cuando pronunció su discurso al recibir el Premio Nacional de Letras, en presencia del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, también hombre del Sur. La voz de Oscar Oliva situada exactamente en nuestro tiempo recorrió los pasillos del Palacio Nacional y asido de la poesía, volvió a la trinchera para decir que el mundo sólo se salvará cuando la bondad inunde los corazones de la humanidad y acepte el bálsamo de la  palabra, que es decir la vocación humana por la hermandad.

Oscar Oliva, nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, es un Poeta Universal. Lo abrazo con humildad y me permito saborear de nuevo su poema:

Miliciano herido de muerte en la Guerra Civil Española.

Para Andrés Fábregas Roca.

Fotografía de Robert Capa.

Se le van abriendo los huesos.

Está manchado de cielo,

todo cegado de España. Sólo en él cabe la muerte.

Su mano derecha va soltando el fusil. Está a punto

de caer sobre su propia sombra.

Se le están partiendo de esperanza los huesos.

El día claro, seco.

Momento único. Irrepetible.

Estoy junto al miliciano como lo estuvo el fotógrafo. 

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 19 de noviembre de 2022.

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