Chairos vs Fifís

Foto: Juan Manuel Velázquez Ramírez

En la evidente polarización política que existe en el país, en la que no se escatima ningún tipo de misil semántico, ni adjetivo que muestre empatía alguna contra los adversarios de uno y otro bando, surgen varios “personajes” que, desde la charla cotidiana pero encumbrados en las redes sociales, han penetrado en los imaginarios de la población en general. Son varios y diversos pero aquí me refiero principalmente a los llamados “chairos” y los “fifís”.

Ambas palabras proponen ciertas características peyorativas para los que simpatizan en la izquierda y la derecha del pensamiento político nacional. Se hace de todas las formas posibles, en memes, en chistes comunes; en ciertas propuestas que se auto-proclaman ser plataformas políticas para invisibilizar al otro, al supuesto enemigo; en ácidas críticas en donde los insultos y bajezas argumentativas están a la orden del día en las redes.

El “chairo” no es una palabra nueva, tampoco el “fifí”, pero ahora están renovados y aparecen en el lenguaje incendiario común de todo tema político.

Anteriormente, al “chairo” se le decía a todo aquella persona que practicaba cualquier actividad de corte “alternativo”, de tan al margen que rayaba en lo esotérico. El/la chairo era quien se curaba con medicina tradicional, era conchero en la Ciudad de México, se iba a los santuarios prehispánicos para sanarse, a adquirir nuevas vibraciones. Si lo vemos bien, lo que el chairo hacía era lo que ahora mismo podríamos llamar “jipi”, solo que el chairo era el militante de esas prácticas, no tan solo el artesano o quien llevaba una vida alterna a las prácticas de consumo “modernizantes”, sino quien vivía de ello. El/la chairo fue siempre el jipi activo, en una militancia sui generis no precisamente política. El/la chairo fue quien se hacía chaquetas, pajas o chairas mentales. De ahí la denominación.

En México estas acciones siempre se asociaron a la izquierda, y no porque en realidad había una simpatía hacia esa preferencia política, sino porque tradicionalmente toda actividad social, desde esa posición, por ser “rara” y extraña a los supuestamente “buenos comportamientos” sociales y políticamente correctos, era considerada outsider, lo no concordaba con lo que supuestamente era normal. En tiempos pasados, ser de izquierda también lo era alguien no exactamente político, lo mismo daba que se escuchara Silvio Rodríguez, Jim Morrison, a Miles Davies o, Héctor Lavoe. El marginado culturalmente, y de ahí representaba en teoría con una persona que simpatizaba con las mejores causas. ¿Cuáles? No se sabían.

Todo esto se vinculaba con una izquierda difusa, no tan clara en sus expresiones, lo mismo el rock debería ser izquierda, como ser turista en ciudades como San Cristóbal de las Casas, o Tepoztlán o en Coyoacán. De ahí que ser chairo o chaira es ya sinónimo de ser alternativo en todo sentido, hasta en la política.

El/la fifí es aún una palabra mas vieja, según atestigua y proclama quien la puso de moda, el actual presidente de la República, porque todo indica (según él, y también algunos de esos “distintos” datos que sostienen su discurso) aparece desde el porfirismo, pero a la larga fue paralelo a todas las etapas donde se definían las clases sociales desde el inicio de nuestra construcción como nación independiente. Lo fifí siempre fue sinónimo de la pertenencia a la alta burguesía, lo delicado, eran esas personas quienes sostenían los valores conservadores como el matrimonio, la tenencia de la familia con sus respectivos hijos, ser adulto, heterosexual, cristiano, y cualquier cosa que se saliera de esos márgenes solía ser (aún todavía) sospechoso de ser subversivo.

No se usaba la palabra fifí actualmente, hasta que en este gobierno lo puso en la discusión. La generación del actual presidente la resalta (y como todo mundo sabe, la polariza); fue una palabra en desuso, pero ahora cobra importancia toda vez que el contexto lo amerita. Los/as fifís son siempre vigilantes de las “buenas” prácticas sociales, aunque en realidad, la cultura popular, antigua y actual, ha dicho son los ricos que no quieren dejar sus privilegios, los suyos, los que –según esta visión- quieren que las cosas sigan como están y no cambien. De ahí sus apellidos políticos, “conservadores”.

En estos tiempos, donde las posiciones encontradas no encuentran tregua, destaca la inventiva popular, quien se ha volcado para resaltar estas diferencias en memes, imágenes, posteo, diatribas a mansalva y, en muchas de las veces, insultos a diestra y siniestra. ¿Signos de los nuevos tiempos de la nueva política?

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