Árbitros

Foto: FIFA

Ni en el IFE antes, ni en INE después, el supuesto “árbitro” es imparcial. Debería serlo pues es parte de la democracia pero también de la lógica del poder. La del árbitro es una difícil profesión que tiene a la ética y a la moral como sus sombras. Ocurre que desde siempre las apuestas en los deportes también juegan… sucio. Alguien por ahí dijo que las ligas mayores, rara expresión, en el  beisbol, fueron compradas a principios del siglo XX. De ser así los apostadores juegan en una trinchera con propios árbitros.

Basta con ver la escena de la serie de entretenimiento llamada Peaky Blinder donde obligan a someter a un rebelde arbitro de futbol, quien se niega a seguir vendiéndose a favor de los gangsters irlandeses. Al llamarlo y seguir negándose, los golpean y lo matan. La analogía de este juego gansteril podría no ser en su totalidad el espejo de la FIFA, una especie de cártel del deporte. Lo primero que brota a la vista de este mundial de futbol en Qatar es el hecho de que difícilmente existe hoy un verdadero arbitro imparcial, empezando por la elección del país sede, en juegos donde se apuesta, se comercializa y se gana mucho dinero.

Difícilmente escribo porque sería imposible que ningún arbitro hayan oído el canto de las sirenas. Se pretende que no sea así… pero…, eso sería aceptar que los deportes son absolutamente limpios y que las mafias tratando de controlarlo, sean sólo parte de las leyendas, o disparate de un “loco”, o “mafufo”, como el estigma a Maradona, precisamente por no quedarse callado y haber sido el único futbolista en decirle a la FIFA corruptos.

No quiere esto decir que no los haya honestidad en los árbitros. Es posible que uno de ellos  presuma su foto a su hijo al lado de un dirigente futolero o de un crack. Es posible que limpio sea el fruto de esa orgullosa foto. Pero en el mundo del futbol, donde los ríos de dinero van y vienen para unos cuantos empresarios, todo puede pasar. Como en Colombia.

Luego está Qatar. Se hacen campañas contra, por ejemplo, Irán, por no tener un gobierno que respete los derechos humanos, pero este país no es, como sabemos, el único. Para muestra, el anfitrión del mundial. Para el país persa comercialmente boicoteado durante años por EU y GB, basta que muera una joven para que de pronto las protestas sociales inunden espontáneamente las calles y sea transmitido en redes y televisiones como fueron en su momento las llamadas “primavera árabe” y colocarlo en la cartelera de los países del eje del mal. El consentido emirato qatarí -para muchos una dictadura y propiedad de la Exxon Mobil- tiene el atractivo de ser la cuarta reserva de gas mundial. ¿Y los derechos humanos? “Los derechos humanos deberían desempeñar un papel importante en la adjudicación de torneos. Si un país que va mal en esa área obtiene el premio (de ser sede), entonces hay que pensar en qué criterios se basó la decisión. No lo dice un experto en colonialismo: lo dijo Philip Lahm, ex lateral derecho alemán. En este tenor, Noruega protestó la situación en Qatar, portando los jugadores en su camiseta la leyenda: “derechos humanos dentro y fuera del campo”. Tampoco es un economista que, como consecuencia de los 6500 muertos en allí y la explotación laboral: «Los trabajadores inmigrantes están sometidos a jornadas sin descanso bajo tórridos 50 grados, sufren una alimentación insuficiente, sin agua potable y a temperaturas de locura». Fue el ex mediocampista Toni Kross. Pero la pelota rodó.

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