¿Y las empanaditas de manjar?
Ruth se levantó temprano ese sábado para avanzar en acomodar la nueva mercancía que le había llegado. Tenía una tienda de abarrotes, era de las más antiguas en la colonia. Esa mañana compró unas empanaditas de manjar a su vecina doña Chole, quien las preparaba, le quedaban muy ricas y solo las vendía los fines de semana. Eran tan famosas y de buen sabor que se le acababan pronto, había que hacer pedido previamente. Ruth puso las empanaditas sobre un plato y las dejó en un lugar poco visible.
Después de desayunar empezó la tarea de guardar la variedad de dulces en los frascos de vidrio que tenía. Le gustaba cuando su clientela le decía que muy pocas tiendas conservaban ese toque en el barrio. En eso estaba cuando entró Natalia, su sobrina de 9 años.
—Buenos días tía Ruth —dijo en un tono muy apagado.
—Buenos días Nati, ¿y ahora qué mosco te picó? ¿Por qué tan triste?
Natalia, quien solía visitarla con frecuencia, le externó su preocupación porque en la escuela le habían dejado hacer unos guiñoles y no sabía cómo los haría. Se había enojado con su papá, quien le dijo que ni él ni su mamá le ayudarían a hacer la tarea. Así que recurrió a la tía Ruth. Estaba segura que ella la apoyaría.
—Así que de eso se trata, no te angusties Nati, te voy a dar algunas ideas. Los podrás hacer tú, sin gastar nada. Buscaré retazos de tela, hilazas, estambres, agujas y plumones. Mientras ayúdame a acomodar los dulces en estos frascos.
El rostro de Natalia se iluminó.
—¿De veras tía Ruth? Muchas gracias, ahorita te ayudo con los dulces.
Natalia inició la encomienda. Cuando la tía Ruth regresó la niña ya había terminado la actividad. Su tía le elogió la rapidez y le obsequió una bolsita con algunos dulces. Luego le preguntó si ya tenía pensadas las figuras de qué haría los guiñoles, ése era el primer paso. Buscó un trozo de papel e hizo el bosquejo de un gato. La ayudaría a hacer un guiñol, de esta manera le fue indicando el proceso a seguir. El resultado fue un bonito gato multicolor hecho con retazos de tela, a Natalia le gustó mucho.
—¡Tía Ruth muchas gracias! ¡Te quedó bien bonito! —le dijo al tiempo que la abrazó.
—De nada Nati, ya viste que no tenías por qué desesperarte. Ahora llévate los materiales para que avances en tu casa, ya me mostrarás cómo te quedan. Con cuidado al cruzar la calle.
Justo cuando Natalia se había ido, Ruth recordó que tenía empanaditas de manjar y no le había compartido a su sobrina. Fue a buscarlas. ¿Y las empanaditas de manjar? No las hallaba, cuando encontró el plato solo había una, acompañada de un trocito de papel con un mensaje de Natalia, tía Ruth, me acordé que sueles decir las penas con pan son menos, te quiero.
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