Ser generosa
Mientras observaba que el atardecer se había ocultado, Regina se sentó en la parada de los colectivos a esperar la ruta 125 que la llevaría cerca de su casa. Había salido de su cita con la dentista. Se alegró que alcanzó a llegar a tiempo. Al fin tenía resuelto el problema de una de sus muelas.
Cuando el transporte llegó se subió, era la primera pasajera, en menos de 2 minutos se subió una señora, se le hizo conocida. Era doña Trini, la señora que anteriormente hacía la limpieza en la oficina donde trabajaba Regina. Doña Trini la identificó de inmediato y la saludó.
—Licenciada, ¿cómo está? ¡Hasta cuando la vuelvo a ver!
—Doña Trini buenas tardes, casi noches, qué gusto saludarla. ¿Cómo le ha ido?
—Ahí vamos, trabajando, no queda de otra.
Regina observó que la señora llevaba una canasta grande, no alcanzó a distinguir qué llevaba porque una manta tapaba el contenido.
—¿En dónde trabaja ahora doña Trini? En la oficina la extrañamos.
Doña Trini esbozó una sonrisa, un tanto tímida, mientras destapaba su canasta. En ese momento, el conductor del colectivo subió, prendió el carro y comenzó el recorrido.
—Ahora estoy vendiendo pan —respondió doña Trini. Y justo sacó una bolsa con panes que entregó a Regina.
—¡Ah qué bien! —dijo Regina y tomó la bolsa. ¡Qué bien huele! Debe saber rico. ¿Cuánto le debo doña Trini?
Nuevamente el gesto de timidez se reflejó en el rostro de la señora,
—No es nada, es para que lo pruebe, a ver si le gusta.
—Muchas gracias, pero dígame cuánto cuesta la bolsita, es su trabajo, sino no hay ganancia.
Después de la insistencia de Regina, doña Trini le pasó otra bolsa con panes y le dijo que le pagara una nada más, la otra era de cortesía.
Regina agradeció el gesto de la señora, quien no demoró en bajar.
—Bajo en la parada, por favor. Cuídese mucho licenciada, yo me quedó por acá. Es la hora de vender el pan afuera de la escuela. Ya vi que me están esperando las clientas.
—Muchas gracias doña Trini, igualmente. Que le vaya muy bien y gracias de nuevo por el pan. Baje usted y yo le paso la canasta.
Mientras el transporte se alejaba Regina alcanzó a ver cómo se acercaban las señoras a doña Trini, se alegró que tuviera esa fuente de trabajo. Y se quedó pensando en el regalo que le había obsequiado esa tarde la señora, el ser generosa. Recordó que su abuelita materna solía decir, a veces las personas más humildes son las que suelen ser más generosas, comparten lo que tienen, lo hacen con todo su corazón y eso se valora mucho. Sin duda alguna, doña Trini era una de esas personas generosas. Regina sonrió y se sintió afortunada de coincidir con ella en su caminar.
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