El sepulturero
Aunque ha amainado la guerra de lodo en contra del dirigente nacional del PRI, lo cierto es que varios de los señalamientos hechos por la vía del escándalo mediático no parecen del todo descabelladas que el defenestrado dirigente pudo haber cometido. Si esto es cierto o no, serán las autoridades judiciales quienes deben determinarlo. Por lo pronto, ha dejado de ser parte de la botana de la socarrona gobernadora de su estado natal.
Pero el dirigente nacional del tricolor no se ayuda a si mismo y parece no importale mucho el que sus desatinos y excesos puedan terminar por sepultar al partido que representa. En sentido estricto, sus acciones y reacciones sintetizan el momento histórico que está viviendo esa organización política de vida tan longeva. No fue suficiente el desastre electoral que significó para ese partido el abandono de los ciudadanos y la pérdida de simpatías por esa opción política que experimenta en caída libre una vertiginosa, pero consistente hostilidad popular. Pasó casi desapercibido, pero hace algunas semanas se le ocurrió a su principal dirigente la genial idea de lanzar una propuesta para que los mexicanos podamos armarnos y defendernos del clima de violencia que vivimos cotidianamente. Por supuesto que no le importa externar a los cuatro vientos ideas descabelladas con tal de que se le mencione en los medios, pero del mismo modo en que la locuacidad de sus pensamientos transitan imperceptiblemente en el espacio público, también se olvidan pronto debido a la escasa credibilidad del personaje.
En el ocaso de su actividad política, algunos dirigentes del tricolor se afanan por convencer al dirigente que su eventual salida podría ser una medida correctiva con el fin de impedir un mayor escándalo, pero el empecinamiento de Alito no hace más que evidenciar la descomposición y la carencia de controles efectivos al interior mismo de la organización política. Cuando un partido político como el PRI, que nació y vivió a la sombra de sus jefes políticos y el principal de ellos lo constituía el presidente de la república, al perder este eje aglutinador por el cual gravitaban todas las decisiones, lo de menos fue que la militancia albergara un profundo sentimiento de orfandad, cuando la organización política se caía en pedazos producto de la acción de hordas predatorias tras la apropiación de lo último que les quedaba.
Alejandro Moreno, resulta ser la caricatura de la vieja estirpe priista, ciertamente autoritaria y corrupta, pero al menos conservaban algún decoro en las formas y alguna prudencia e inteligencia cuando se trataba de encarar problemáticas complejas del país. Con el dislate de armarnos hasta los dientes, el presidente del PRI inagura un estilo que desafía las viejas prácticas de ese partido y, como auténtico sepulturero, pretende enterrar lo último del cadaver de la otrora hegemónica organización política.
La alianza opositora, por su parte, ya de por sí mermada por la derrota electoral infringida por el régimen de la 4T, se autodestruye con semejante propuesta como de facilitar la portación de armas para la autodefensa de los ciudadanos en la hipótesis de que no existen instituciones estatales que puedan defendernos.
Es realmente difícil ubicar dentro del PRI personas honorables, pero no es imposible pensar que pueden existir personajes menos siniestros a su actual dirigente. Pero el tricolor, al menos en su última etapa, siempre se ha caracterizado por escoger lo peor. Resulta realmente un gran reto epistemológico encontrar cómo es que este defecto sistémico puede arrastrarlos hasta la ignominia y no existan maneras internas de control de daños.
Sin embargo, si la guerra en contra del dirigente del PRI inició por una suerte de traición al régimen actual al negarse a aprobar la reforma eléctrica, de la misma forma volvió la calma cuando se presume hubo un pacto con el propósito de permitir que los militares continuen ejerciendo labores policiales hasta 2028.
Como se sabe, en estos días la propuesta presidencial de continuar con el Ejército en las calles pasó la aduana tanto de la Cámara de Diputados, como la de Senadores. Aunque la reforma podía tramitarse sin mayor problema porque solamente se requiere mayoría simple para aprobarla; lo cierto es que las votaciones muestran claramente una división tajante. Con otras palabras, la reforma carece de un amplio consenso como eventualmente podría esperarse para una medida de tal envergadura.
Pero si este gobierno se anota una victoria pírrica en la disputa por mantener al Ejército en labores policiales, sus triunfos más importantes fueron haber doblado al presidente del PRI, destruir la alianza opositora e indirectamente provocar el ridículo de los dirigentes opositores que pretendieron defender lo indefendible. Con esos partidos y esos dirigentes, Morena tiene pavimentado el camino hacia la retención del poder, salvo que sea incapaz de tramitar adecuadamente sus diferencias internas.
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