El Mundial de Qatar: el espectáculo de la infamia
El futbol actual es un negocio de grandes proporciones equiparado por las ganancias que arroja al de las drogas y la venta de armas. La empresa transnacional que lo maneja, la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) posee sucursales en prácticamente todo el mundo. Como tal empresa es también la estructura de poder más extendida en el planeta y durante el campeonato mundial de futbol asume el control absoluto del territorio en el que se desarrolla el espectáculo. Igual sucede con los llamados “partidos FIFA” en los que la empresa se hace del control absoluto se desarrolle en donde desarrolle el juego-espectáculo.
En México el futbol como espectáculo redituable cobró un impulso definitivo al invertir la empresa televisa en un equipo de futbol. Sucedió que el 22 de julio de 1959, la empresa de refrescos “Jarritos” vendió al equipo de futbol del que era dueña. Dicho equipo resulta ser el “América”. La operación se llevó a cabo entre Emilio Azcárraga, dueño de la empresa televisa, e Isaac Bessudo, dueño de la empresa “Jarritos”. Azcárraga pagó una suma que a la distancia suena ridícula: 425, 000 pesos. En su primera reunión con el equipo, el empresario de la televisión se dirigió a los jugadores diciendo: “No se nada de futbol pero si de negocios” anunciando que el equipo sería en breve tiempo “un gran negocio”. En la actualidad aquel equipo que fue adquirido por menos de medio millón de pesos está tasado en un poco más de 200 millones de dólares. Más aún, el empresario que fue Emilio Azcárraga Milmo contrató a Guillermo Cañedo, un especialista en administración de empresas deportivas, quien fue el demiurgo de un equipo conceptualizado para convertirse en una máquina de hacer dinero. Cañedo, con la cartera de Azcárraga abierta, contrató a jugadores de alta calidad: Arlindo Dos Santos, José Álvez Zague, Francisco Moacyr, Ney Blanco de Oliveira, es decir, el núcleo de la selección nacional de Brasil de aquellos días. La inversión colocó al América en el club de los millonarios. Por cierto, la operación de compra-venta del equipo “Jarritos” se concretó en una servilleta de papel en el restaurante en donde comían Azcárraga y Bessudo. Incluso, parece ser, que el hijo de Isaac Bessudo conserva aún el pedazo de papel en el que se firmó el compromiso de compra-venta.
Con visión empresarial, Guillermo Cañedo consiguió la autorización de Azcárraga Milmo para construir el “Estadio Azteca” con lo que además se ganó el favor del Estado Mexicano que vio en el Estadio la oportunidad de crear un símbolo del nacionalismo centralista que caracteriza al país. Antes del Esatadio Azteca, el América jugaba en el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria (UNAM). Además, Cañedo cambió la mascota del equipo que era un canario al Águila Real, símbolo patrio que aparece nada menos que en el centro del Escudo Nacional en la Bandera Tricolor.
El remate de este negocio fue la creación del llamado “clásico nacional” del futbol mexicano, aprovechando la añeja rivalidad entre el estado de Jalisco y la Ciudad de México, que se remonta a las épocas coloniales cuando Guadalajara era la capital de la Nueva Galicia, unidad administrativa que poseyó su propia Audiencia, y la Ciudad de México capital de la Nueva España, que permanecieron en conflicto por el control político y territorial durante todo el período colonial, conflicto que aún se continúa en nuestros días. El “clásico” surgió el 12 de noviembre de 1959, a solo unos meses de haberse efectuado el partido entre el América y el Guadalajara que ganó este último por 2 a 0. La rivalidad manifiesta entre los entrenadores de ambas escuadras, Fernando Marcos del América y Arpad Fekete del Guadalajara, permitió al primero sugerir que esa rivalidad debía trasladarse a los equipos aprovechando la tensión entre “chilangos” y “jaliscienses” para garantizar entradas de ensueño al estadio cada vez que hubiera un partido entre ambos equipos. De aquí en adelante el partido entre el América y el Guadalajara se convirtió en una batalla entre “cosmopolitas” (el América) y “provincianos” (el Guadalajara), además de entre modernos contra atrasados incapaces de abandonar un “nacionalismo provinciano” en aras de abrazar una modernidad progresista como se supone los es la empresa capitalista. Así aseguraron taquillas millonarias los empresarios del futbol. Historias similares, en variados contextos, ocurren en todo el mundo extendiéndose los “clásicos” por doquier.
El actual Campeonato Mundial de Futbol a celebrarse en Qatar que se inicia el próximo 20 de noviembre (conmemoración de la Revolución Mexicana) y finaliza el 18 de diciembre, será el escenario en el que la empresa FIFA despliegue su control como estructura de poder y lleve a cabo un enorme negocio. Según informan varias fuentes, la ganancia estimada sólo del evento deportivo es de 9 mil millones de dólares que se reparten entre los miembros directivos de la FIFA. Es así como este campeonato/espectáculo se desarrollará bajo el signo del dinero en un país medieval, en el que cotidianamente se aplasta la dignidad de las mujeres y se cometen todo tipo de abusos. El clero que domina al país gobierna con reglas de las cavernas e incluso lleva su cinismo a la explotación inmisericorde de los trabajadores que han construido los estadios. Se calcula que han muerte 6, 500 obreros en condiciones de esclavitud sin que los “ayatolas” se conmuevan un ápice. Pero como el balón rueda sobre un tapete de dólares mojados en sangre, la empresa FIFA solo se frota las manos ante una ganancia histórica. De esta manera, el futbol actual se desarrolla en medio de una profunda división entre aficionados manipulados por el sentimiento y empresarios a los que sólo importan las ganancias. Por supuesto que la gente percibe el negocio, pero la esperanza, el sentimiento de pertenencia a algo muy amado que representan simbólicamente los equipos, es más grande que la reflexión. Incluso, los aficionados saben que los partidos son susceptibles de arreglarse, con la complicidad de los jugadores, por el interés empresarial de ganar dinero. Pero el sentimiento de identidad al terruño, al barrio, hasta a la calle en que se nació, es tan fuerte que el negocio rueda sobre las lagrimas de los que pierden y la alegría de los que ganan, además del enorme disfrute de los que nunca pierden: los dueños de los equipos, y al final, la empresa transnacional FIFA.
Sorprende que los movimientos feministas del mundo estén tan callados ante la afrenta y el insulto que significa celebrar un campeonato mundial de futbol en un país gobernado por oligarquías oscurantistas que basan su dominio no sólo en la explotación inmisericorde del trabajo sino de la dignidad de las mujeres a las que conceptualizan como propiedad de los hombres. Tengo la esperanza de que los movimientos feministas estén preparando movilizaciones planetarias el día en se inaugure este campeonato de la infamia.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. 22 de octubre, 2022.
Ante el actual escenario que he comentado, las ciencias sociales tienen ante si la tarea de analizar a la FIFA como una gran empresa y estructura de poder global y l manejo ideológico que despliegan en las sociedades desiguales actuales, con el fin exclusivo de ganar dinero. A la par, es fundamental el análisis del mundo del futbol como una gran empresa y sus redes para explicar las relaciones entre grupos de poder a nivel mundial. Para ello se requiere la unión institucional en aras de forjar a un equipo interdisciplinario de investigación para llevar a cabo un análisis profundo de hasta dónde llega la corrupción que correo a lo que fue un deporte y es hoy uno de los negocios más lucrativos.
Sin comentarios aún.